Chris Marker y la Jetée: la fotografía después del cine, de Antònia Escandell Tur
El cine. Un arte. El séptimo arte, dicen. Un libro. Que también es arte. Por su factura y por sus palabras. Por hablar de Chris Marker y por hacerlo como lo hace. Una autora, que lo vive, que se apasiona, que une las palabras como las uniría un orfebre, un maestro del gremio, un completo sabio donde los demás son simples ayudantes. Y así se desgrana, poco a poco, en un continuo que va desde el fotograma a la banda sonora, de la primera proyección cinematográfica hasta el análisis pormenorizado de una obra que, no por desconocido a un nivel popular, disminuye su importancia en este increíble proceso de creación que tienen aparejados el cine y sus cineastas. Un libro, que es como un viaje, como un estado mental envuelto en fotogramas, en imágenes estáticas pero con movimiento, en una historia guardado dentro de treinta minutos de historia, en la mente de un hombre que creó, que se fue, que ya no se encuentra pero que tiene un legado, una obra, como las del arte que seguimos observando por mucho que pasen los años. Un montaje, el de Antònia Escandell Tur que da su voz allá donde había un gran vacío, que revierte la realidad, que la moldea a su forma, a la que a ella puede gustarle, y que convierte un ensayo en un libro imprescindible, no sólo para amantes del cine, sino para amantes en general. De la literatura, de la lectura, porque en este viaje que es el libro, que es este libro, no hay razones ni palabras que añadir a las que ya se ven expuestas en las páginas de una obra que, editada con la maestría habitual de Jekyll & Jill se convierte no en un libro sino en otra cosa, en algo distinto, en algo que deberá formar parte, desde ya, en visitas obligadas, en plural.
Cuando uno investiga la figura de Chris Marker se da cuenta de lo que toda una vida
puede hacer en un hombre, en un, por definirlo de una manera, genio. Desconocía al hombre y desconocía la obra, pero eso quizá ha hecho que me encuentro en una mezcla de estupor y decepción conmigo mismo porque, tras leer Chris Marker y La Jetée: la fotografía después del cine uno descubre el cine, o mejor dicho el Cine, narrado en la voz, en las palabras, de una autora que sabe de lo que habla, que lo exprime, que disfruta, que nos exhorta a seguir a pesar de que la cultura de nuestros días se invierta más en otro tipo de producciones, de estilos, de vivencias. Antònia Escandell Tur como una suerte de aparición que lo cambia todo, nos disuelve y nos hace formar parte de un proyecto como este que investiga el cine, que lo desmenuza, que lo explica con un mimo y un cuidado que para, profanos como yo en el arte de la creación fílmica, supone una revelación y un auténtico lujo. Él, el cineasta, el escritor, el hombre que fue detrás de la cámara, y el que fue delante aunque nos permanezca desenfocado en la realidad, un Chris Marker que ya no es sólo eso, un nombre, el que antes no decía nada, o lo decía poco para un servidor, ahora lo dice todo, lo recubre todo, lo transforma todo. Es una obsesión, que se encarga Jekyll & Jill y la autora en crear y yo, que alabo el gusto hasta lo indecible, no les estaré nunca lo suficientemente agradecido.
Puede que esta reseña debiera ser más formal, más ligada al apartado del ensayo, de lo que promueve, pero yo siempre manejo mis escritos a través de las emociones, de lo que (con)mueven y me hacen por dentro. Chris Marker y la Jetée: la fotografía después del cine puede ser un ensayo, sí, de hecho lo es y está catalogado como tal en las librerías. Pero si vosotros, gracias a su publicación y a estas palabras, os veis tentados de cogerlo, no os encontraréis solamente con eso. Si eso fuera así contribuiríamos todos a no dar el lugar que le corresponde a una lectura que puede convertirse en tesis, en algo grande, en algo lo suficientemente importante como para no prestar atención. Y si, después, cuando uno termine de leer esta maravilla se encuentra un pequeño sobre, lo abre, y se encuentra con un regalo, con ese regalo con el que siempre nos sorprenden los editores, no os preocupéis, estaréis ante un resultado de matrícula de honor en toda regla. Porque en esa postimagen, en esa mujer fantasma que nos mira durante los segundos que dura su imagen, estará incluida la sensación inherente a cualquier libro que sea una obra de arte: vivir una experiencia más allá de todos los sentidos, de todo lo conocido. Una experiencia que traspasa una frontera: la de nuestra conciencia.