La historia de Tarteso para niños, de Lucía Vallellano y Silvia Álvarez
Diría que cualquier intento de acercar la historia a los niños es digno de aplauso, pero si ese trabajo se centra además en una parte de la historia no diré que desconocida pero sí desde luego sin el reconocimiento que merece, debe ser doblemente elogiado. Es el caso de La historia de Tarteso para niños que escribe Lucía Vallellano e ilustra Silvia Álvarez.
Debe resultar especialmente complicado escribir sobre un tema como este para niños, el público al que va destinado obliga a varios esfuerzos suplementarios para que el resultado final les sea atractivo: concisión, claridad, lenguaje sencillo, estética vistosa, en fin, múltiples factores. Diría que en todos ellos aciertan las autoras, empezando porque La historia de Tarteso para niños está protagonizada por la pequeña Tanith, una niña tartesia que habla a los niños de hoy de igual a igual. El texto, tal vez gracias al ejercicio profesional del periodismo de Lucía Vallellano, es claro y conciso, resulta difícil contar más cosas en tan poco espacio, pero sobre todo resulta difícil hacerlo sin que el niño lector lo perciba como una clase sino como una interesante y divertida conversación. Es de destacar el esfuerzo didáctico de La historia de Tarteso para niños, casi tanto como su amenidad, pero también la conjunción de ambos factores que indica que el trabajo que hay detrás del texto es mucho mayor del que puede parecer de un primer vistazo.
Desde el punto de vista histórico cabe destacar que el texto cuenta con el aval académico del profesor Juan M. Campos, catedrático de Arqueología de la Universidad de Huelva, lo que desde luego no es un detalle menor. También es remarcable, como muestra de su interés, que ha sido editado por la Diputación de Huelva.
Y no se puede finalizar una reseña de un libro como este sin dedicarle unas palabras a las bellas ilustraciones de Silvia Álvarez. Siempre he tenido la sensación de que ilustrar para niños es especialmente difícil, el hecho de tener que lograr la aceptación de algo de por sí tan libre e indómito como una mente infantil, con sus ojos tan abiertos y sus argumentaciones tan personales, debe ser especialmente complicado. Y La historia de Tarteso para niños supera la prueba, no porque yo lo diga sino porque la he sometido al implacable juicio de mi hijo y ha aprobado con nota.
A mí, por razones personales, me ha resultado especialmente emocionante disfrutar de este libro, me siento muy agradecido a sus autoras por acercarnos a mi hijo y a mí, junto con tanto otros, a nuestras raíces más profundas, pero créanme, aunque no fuera así habría encontrado La historia de Tarteso para niños igualmente interesante. Permítanme recomendársela y permítanme además recomendarles que no hagan demasiado caso al “para niños” que cierra el título. Es para ellos, desde luego, pero tiene la virtud de convertirnos a los que ya no lo somos en niños por un ratito, hacernos amigos de la pequeña Tanith y pasear con ella por Tarteso. Convendrán conmigo es que es un lujo impagable.
Andrés Barrero
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