100 balas: primer volumen, de Brian Azzarello y Eduardo Risso
“¿Y si un desconocido se te acercase, te diese pruebas irrefutables de que tu desgraciada vida se debe a un acto concreto de una persona en particular? ¿Y si en el mismo maletín en el que están esas pruebas hubiese una pistola y 100 balas que ni la policía podría rastrear? ¿Qué harías?”. Esto es lo que reza en la contraportada de 100 balas y yo podría haberme inventado algo que quisiera decir lo mismo, pero tras darle muchas vueltas, pensé que todo lo que se decía ahí resumía a la perfección toda esta obra maestra. Porque sí, cuando nos ponen en una situación que requiere de una actuación por nuestra parte, todos pensamos que haríamos lo mejor, lo bueno, lo que se presupone que es el bien, pero no nos engañemos, en lo más profundo, cuando algo nos duele de verdad y sabemos quién es el culpable, una parte de nosotros quiere la venganza. Es simple. Nos vengamos, cierto equilibrio llega, y continuamos con nuestra vida. Es ahí, en esa toma de decisiones, donde nos la jugamos. Yo tendría que pensármelo dos veces antes de tomar una decisión, pero no por miedo a lo que esa situación se lleve a cabo, sino a que me desborde. ¿La posibilidad de vengarnos y que no haya ninguna consecuencia? ¿No es el sueño de muchos en algún momento determinado? Así es como me fui metiendo de lleno en esta novela gráfica que más que eso parece una novela a secas, que te introduce en un mundo tan oscuro como puede serlo el de el alma humana y te deja con una tormenta de ideas en la cabeza, prestas a querer salir por tu garganta. Quizá no exista nada parecido en el mercado, de ahí que se considere ya una serie de culto entre los conocedores del mundo comiquero. Yo, desde luego, no me había encontrado nada igual hasta ahora.
Bien. ECC lo vuelve a hacer con sus reediciones. Si bien las anteriores ediciones de las colecciones de la línea Vertigo eran dignas de admiración, esta vuelve a ser la perfecta oportunidad para que todo el mundo se haga con 100 balas. En un mundo donde el precio está que se sube por las paredes, encontrar algo tan bueno por su precio, es un regalo, se mire por donde se mire. Pero a parte de esto, yo he venido aquí a hablar de lo que creó Brian Azzarello que es algo así como una montaña rusa que te lleva cogidito de la mano cuando la subes, pero que te tira cuando empieza el primer looping dejándote en el suelo magullado y con heridas que van a tardar en cicatrizar. Hay algo extraño en esta novela gráfica y no es en sí la historia, que podría resumirse en lo que ya he contado en el párrafo anterior, sino que es algo que sucede después de cerrar el primer volumen de esta colección: empatizamos con personas que, de primeras, nunca llegarían a ser personas con las que trataríamos, con las que mantendríamos una relación del tipo que sea, pero aun así las entendemos, damos razones suficientes para justificar los actos que cometen. Y es que la venganza, como ya apareciera en una película como Scream 2, es el más viejo de los motivos por los que se comete cualquier asesinato. No hay que darle muchas vueltas: es una maravilla lo que tenéis entre manos y punto. No os arrepentiréis. Es algo parecido al nirvana, si en él existieran las novelas gráficas de este tipo y vengarte no estuviera penalizado con una buena dosis de karma negativo.
Parto de una base bastante general cuando digo que las buenas historias se cuentan con los dedos de una mano. Y si ya tuviera que añadir buenas historias que permanecen en el tiempo, de seguro ni los dedos de una mano servirían puesto que son contadas las ocasiones en las que una obra, en el género de lo gráfico, perduran. 100 balas, desde luego, no es una lectura para todos los públicos. Solamente con su resumen uno tiene que saber donde se mete y por qué está dispuesto a jugársela. Brian Azzarello, que en esto de la creación de historias lleva ya su tiempo, nos mete de lleno en una espiral de violencia que en principio puede parecer sin sentido, pero que en realidad lo tiene todo. No hay que olvidar que este es el primer volumen de una colección y que su historia va creciendo y ramificándose hasta llegar a su conclusión (que yo todavía tengo en espera, aunque no tardará en caer). Hay quien sabe la respuesta a la situación en la que nos mete este título, lo dice rápido y certero: yo no me tomaría la justicia por mi mano. Siempre que escucho esto, pienso lo mismo: ¿te han destruido la vida tanto como para saberlo a ciencia cierta? Hoy en día, como en todo, la reflexión es una parte vital que siempre hay que tener en cuenta
Sergio Sancor