13 días, de Valentina Giambanco
Hay algo intrigante en el pasado. Esa parte de la historia, individual o común, a la que solo tenemos acceso a partir del relato de los demás, que son quienes marcan el ritmo de cómo y cuándo contarlo. Es la esencia del misterio. Algo que le ocurrió, por ejemplo, hace veinticinco años a tres niños en un bosque. Algo oscuro y tenebroso, en ese punto de la historia en que todo, desde la voz hasta la letra, se vuelve cursiva, y uno de los tres muere. Después solo queda la tinta, negra, que lo emborrona todo, y los huecos en blanco. Puntos y aparte abruptos, allí donde la memoria no alcanza y el tiempo se limita a pegar saltos.
Un cuarto de siglo después llega de golpe el presente. Sucede durante la noche, cuando uno de los dos supervivientes, James Sinclair, es asesinado junto a toda su familia. El otro, John Cameron, es un criminal escurridizo al que nadie consigue ponerle cara. Queda poco tiempo para que sea Navidad, pero este no es el mensaje sino otro. 13 días, como el título de esta novela de Valentina Giambanco que reúne todo lo imprescindible para convertirse en algo más que una mera adicción. Que también lo es. Porque una vez que empecéis, nada podrá parar. No es solo una advertencia. Esta es también mi apuesta.
Y es que en 13 días los interrogantes funcionan en demasiadas direcciones mientras los acontecimientos siguen su curso en una acelerada cuenta atrás de la que es difícil despegarse. Principalmente porque todo ocurre en una carrera contrarreloj, en la que el tiempo transcurre deprisa, o es la lectura, y el narrador escarba en las vidas de sus personajes. Todos, o casi todos ellos, han conocido el infierno. Otra vez el pasado. Que no es que vuelva, es que a veces nunca se va del todo. Tampoco el de Alice Madison, la detective al frente de la investigación que acaba de llegar a homicidios y todavía trata de encontrar su sitio allí y en el mundo. Pero no es fácil. El equilibrio, a veces, es un auténtico milagro y no todo encaja fácilmente.
Lo que sí encajan son las piezas. Nada en 13 días, que se lee en mucho menos de lo que dura su título, parece estar de más. Una mezcla perfecta de suspense, acción y persecuciones policíacas, ideal para los amantes del género que resuelve bien su final y encuentra el momento preciso para cada cosa. Que llega cuando tiene que llegar, sin precipitarse y con buena letra. Como si en medio del caos, hubiera un espacio para el orden, a medio camino entre la intriga y la tensión, que aumenta por momentos, hasta acabar convirtiendo su lectura en una nueva necesidad vital: la de saber. Pero saberlo todo. Qué va a pasar, qué pasó, quién, cómo y esencialmente por qué.
Y solo después de que estas dudas estén resueltas por completo conseguiremos sacárnosla de la cabeza. O no. Porque una vez todo termina, siempre quedan ganas de más. Es lo que tienen las adicciones. La lectura como mero placer de leer. Solo entretenimiento. A veces basta. Y este, es uno de esos casos. Prueben y vean si no. Aunque ya les advierto, es una apuesta ganada.