“Duerma tranquila, buena gente, todo es absolutamente falso y lo demás está controlado”.
Si algo nos ha quedado claro en los últimos años es que el Estado Islámico, por desgracia, es un proyecto tan sólido como difícil de combatir. Fundamentalista en sus dogmas, moderno en su modo de transmitirlos, ha conseguido aterrorizar al mundo con sus ejecuciones y atentados, cada vez más violentos. Parece muy complicado que, llegado a un punto, este grupo de radicales desalmados consiga hacerse con la suya e imponer su interpretación extremista de la Sharia pero, ¿qué podría pasar si un proyecto como el suyo llegase a triunfar y a imponer su credo en todo el mundo?
Este es, a grandes rasgos, el planteamiento que propone el escritor argelino Boualem Sansal en su última novela, 2084. El fin del mundo, en la que nos presenta una sociedad regida por un gobierno dictatorial, creada en torno a los dogmas de una religión monoteísta y basada en el control férreo del pensamiento y de la actuación de sus individuos. El Estado de Abistán, como vemos, no difiere mucho de los sueños húmedos de los fieles del Estado Islámico. De hecho, en la novela se habla continuamente de la Guerra Santa, de las terribles ejecuciones a los rebeldes, del papel residual de las mujeres…todo bajo los preceptos del dios Yölah y de su representante en la tierra, Abi. Los paralelismos con 1984, la obra de George Orwell, también son manifiestas y, como se puede apreciar ya en el título, el autor no sólo no ha huido de ellos, sino que los ha tomado como propios.
El personaje protagonista es Ati, un hombre a quien su curiosidad innata le lleva a encontrar incongruencias en la narrativa creada por el régimen y a darle vueltas a los orígenes del mismo. Me gusta especialmente el proceso inicial por el cual Ati comienza a despertar, a darse cuenta de la mentira en la que vive. Por mucho que lo intenta no consigue apagar sus ansias de libertad, o más concretamente, de conocer qué hay más allá de esa frontera que el Gran Hermano vende a sus conciudadanos como límite de todo. Así, la historia se enarbola en torno al viaje de Ati por entender el mundo en el que vive.
El realismo de Abistan es sorprendente; el mundo distópico creado por Sansal está muy bien construido, con mucho detallismo, tanto en las descripciones de los escenarios como en las reglas que operan en el Estado. Una dictadura tan violenta como ineficaz ya que, como históricamente ha ocurrido en los regímenes autoritarios, en ella la burocracia es enorme y la pobreza aflora. Como apunte seguramente innecesario pero completamente real, durante esta lectura he tenido déjà vus con otras obras de ficción como con Fahrenheint, 1984, Un mundo feliz, Mad Max, Matrix, Los juegos del hambre, Star Wars… Creo que es todo cosa de mi cerebro, al que cuando se le pone el reto de imaginar cosas que se escapan demasiado de lo que ya conoce, tiende a buscar referencias cercanas para no tener que trabajar demasiado.
Sí que he echado en falta algo más de frescura en la narración. En esta novela hay muy pocos diálogos y muchas reflexiones y monólogos interiores, por lo que en ocasiones la lectura puede hacerse algo tediosa. Eso no evita que sea un libro realmente interesante, una potente crítica al fanatismo religioso en general, y al proyecto del Estado Islámico en particular.
Siendo francos, no creo que 2084. El fin del mundo esté al nivel de las grandes distopías clásicas. Al fin y al cabo, hablamos de obras de mucho renombre y a las que el paso del tiempo les ha dado mucho valor profético. Por ese mismo motivo, por la cuenta que nos trae a todos, esperemos que el libro de Samsal no acabe siendo más que una obra de ficción y no una advertencia sobre el futuro que le espera a nuestro planeta.