Recuerdo que una de las primeras críticas que hice (hace mucho, mucho tiempo) fue para un concurso y fue de la película de Kubrick Atraco perfecto, programada dentro de un ciclo de cine clásico de una cadena de cines ya desaparecida. Gané las dos entradas del concurso, pero eso es lo de menos. Lo de más es que desde siempre me han gustado las películas y tramas en las que se contaban atracos, golpes, timos, robos, palos… Y creo que es algo poco menos que hipnótico y compartido por casi toda la especie humana, ¿no?
Hay algo emocionante en la visualización de los preparativos, en el preocuparse de que todo cuadre, de que todos los elementos estén donde deben estar en el momento en el que deben estar para que todo fluya como la maquinaria de un reloj suizo. Hay también una tensión interna en nosotros cuando ese momento está a punto de llegar. No queremos que nada falle y por parte de los participantes nada debería fallar, pero siempre hay un factor externo. El azar, la casualidad en forma de caniche, de furgoneta que aparca en doble fila e impide la visión, de segurata que se pone enfermo y es sustituido por otro nuevo que tiene una rutina distinta a la estudiada… Siempre hay algo que escapa al control del plan y eso es lo que también le da la gracia a estas historias.
Cinco jotas es una de ellas. La he devorado. (Reconozco que la editorial Alrevés tiene muy buen ojo con la novela negra. Todo lo que ha caído en mis manos de ellos –Herencias colaterales, Hnegra, Desterro, Te quiero porque me das de comer– ha sido una pasada y soy consciente de que aún me quedan muchos títulos más que descubrir y que por falta de tiempo se van quedando en la pila…) En el libro de Gómez Escribano vamos a meternos de lleno en un robo, pero no en un robo cualquiera; no se va a desvalijar una joyería, un banco o un casino. No. Pa’ chulo, chulo mi pirulo, y lo que vamos a mangar van a ser jamones. Un huevo de jamones. Pero de los 5 Jotas, los que, dicen, son los mejores jamones del mundo. Y aunque lo que he dicho que mola en estos argumentos, son los preparativos, también tienen su aquel, incluso creo que mucho más, las personas que se encargan de estos y de compaginar su vida de a diario con la actividad criminal.
Así, vamos a centrarnos sobre todo en el Banderines, un tipo con un cociente intelectual de 180 que, sin ahondar en detalles porque es mucho mejor que la lectura los vaya revelando, se ha ganado la vida como ha podido hasta acabar vendiendo artículos sexuales en reuniones tuppersex, en donde aprovecha también para mojar la sardina con buenas jamonas. (Sardinas y jamón, curioso plato).
La vida del Banderines transcurre entre el trabajo, su piso en un barrio de clase baja obrera y el bar del Piraña –y le hacemos un favor elevando a la categoría de bar al antro del que es fiel cliente– y las visitas a la residencia en la que está ingresada su madre. Pese a la inteligencia del tipo, este parece vivir anclado de algún modo en los ochenta (su jerga quinqui anticuada, sus discos de blues escuchados en su tocadiscos –esto puede ser por el gusto por el sonido especial o por rechazo a los cedés, pero desde luego no por moda hipster– y los recurrentes recuerdos de los colegas de barrio, desaparecidos casi todos por las drogas, y enganchados al alcohol los supervivientes…) No se entiende, además, que viendo lo que come (tortillas y bocadillos principalmente, fabada de bote…), lo que fuma y lo que bebe, y sin gimnasio ni ejercicio alguno, tenga la figura esbelta que se desprende que tiene, pero bueno, esto es un tema que no afecta a la trama para nada.
“-En cuanto te chote la movida ya verás cómo lo chanelas.”
Junto al Banderines vamos a tener al Charli, el Ñapas, el Pestañas, el Mandrias y unos cuantos motes más que de una u otra forma van ser parte de “la peña para el palo” o van hacer posible que el robo se lleve a cabo.
5 Jotas se lee de un tirón. A veces me pregunto si a un autor le gusta que le digan eso, después de haberse tirado un año o dos escribiendo un libro, corrigiéndolo, limando los detalles… para que el lector le dé la boleta en un par de días. Supongo que sienta bien porque en el fondo significa que ha gustado y ha atrapado, y que todo el tiempo empleado en escribirlo y darle forma, ha sido bien aprovechado. Es lo que pasa aquí. La trama engancha desde el principio con escenas costumbristas de tipos marginales en bares cochambrosos que sobreviven como pueden en una sociedad que los ha relegado a la periferia de… de todo.
Cuando el Charli le ofrece el golpe a su colega el Banderillas este se muestra reacio al principio. Hasta que no lo tenga todo estudiado y bien pensado no se pronunciará, por algo es el cerebro. Pero sabemos que dirá que sí, de lo contrario se acabaría la historia.
El cerebro, los conductores, porteadores, el conseguidor, el informático, el intermediario, el prestamista, la víctima del robo… todo un engranaje de gentes y funciones será lo que desfile por las páginas de este entretenidísimo, adictivo y más que recomendable libro que se lee con un interés que no hace sino aumentar a cada página.
¿Conseguirán hacerse con los jamones o los pillarán con las manos en la masa? ¿Aparecerá el temido y azaroso elemento externo jodeplanes que hará que todo el esfuerzo, tiempo y dinero invertido se vaya al garete? ¿Acabarán entre rejas?
Hacedme caso. Es un buen libro copón. Realista y minucioso. Tanto que podría compararse con una confesión en forma de libro escrito por el Banderines desde la cárcel, pormenorizando cada detalle del plan. Tanto que una productora podría comprar los derechos del libro para hacer una película con banda sonora de blues. Y tanto, que no cuesta nada imaginar que ese palo fuera posible.
Si os gustan las pelis como Ocean’s Eleven, The italian job, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, El golpe… este libro es para vosotros.
Ah, y la portada es muy muy ilustrativa e inteligente.
“Dabuten” todo. “Niquelao”.