Hay una cosa que todavía no he entendido y me gustaría hablar de ello para ver si alguno de vosotros puede iluminarme al respecto. Uno de los géneros literarios más vendidos es la novela negra. Crímenes suculentos y enrevesados llenan las estanterías de los bestsellers. Si le dices a alguien que te recomiende un libro, es muy probable que alguna de esas recomendaciones sea un libro cargadito de muertes y matanzas y un policía astuto que tenga que resolver todos los misterios. A mí me encanta ese género, y no podría ser de otra forma, ya que después de terminar la carrera de Derecho me metí a estudiar Criminología. He intentado leer libros descriptivos de más, como por ejemplo Anima, en el que la primera muerte que se describe es tan explícita y desagradable que tuve que cerrar el libro porque no podía seguir leyendo. Es la única vez que me ha pasado algo así. Y no es que yo sea demasiado aprensiva, pero está claro una tiene sus límites. Y uno de mis límites fue ese libro —en serio, no sé si lo habéis leído. Si lo habéis conseguido… enhorabuena, yo acabé regalándolo. Qué horror—. Recientemente también he leído Galería de asesinos sin alma, un libro que recoge los escarnios producidos por los asesinos más famosos del mundo. Algunos verdaderamente desgarradores y desagradables. Pero ese sí que lo leí como si nada. Pasaba las páginas donde se narraban historias de lo más macabro y me pareció hasta interesante. Quizás es que lo leyera como estudiante de Criminología y no como alguien que busca entretenerse, puede ser. También cuando enciendo la tele suelo sentir lo mismo. Veo Juego de tronos, donde las muertes son las grandes protagonistas y las escenas de sangre son muy explícitas. Pero llega un momento al que te acostumbras, ya ni apartas la vista cuando la sangre brota como si viniera de una manguera. Tarantino es uno de mis directores de cine favoritos. Incluso me hace gracia el humor tan especial que tiene. Será que, como he dicho, me he acostumbrado.
En cambio, es sorprendente cómo con las escenas de sexo no siento esa indiferencia. A pesar de que en mi casa jamás ha sido un tema tabú, no puedo evitar sentirme violenta cuando estoy con alguien viendo una película y una escena se sube de tono. No entiendo por qué puedo ver cómo una persona le revienta la cabeza a otra de un puñetazo pero en cambio me siento rara cuando la escena es de sexo.
Así que cuando me propusieron leer 69 relatos eróticos no sabía qué hacer. No por leerlo, sino por reseñarlo. Desde que empecé a reseñar en Libros y Literatura tuve claro que yo iba a ser sincera en todo lo que escribiera, así que esta ocasión no iba a ser diferente. Por lo que, mientras lo leía, pensaba que una cosa era leerlo, en la intimidad, sin que nadie me viera, y otra muy diferente iba a ser tener que hablaros de este libro. Pública y sinceramente.
Así que allá voy. Para empezar, era la primera vez que leía un libro de estas características. Vale, en su día me acerqué al género erótico con Cincuenta sombras de Grey y con algún libro de Lena Valenti. Pero la verdad es que estos libros, en los que hay un trasfondo romántico, una historia de intriga y una trama, no tienen nada que ver con el libro de Javier Mariscal. En estos relatos lo importante es el sexo. Puro y duro. Sí es cierto que cada relato, de una página, página y media como mucho, ofrece un contexto diferente y una ambientación que nada tiene que ver con el relato anterior. Se compone, como su propio nombre indica, de sesenta y nueve relatos de carácter erótico. Muy erótico y muy explícito. En el prólogo, el autor cuenta que estaba harto de que la gente que buscaba un libro con historias subidas de tono se encontrara con narraciones descafeinadas en las que al final, el sexo, pasaba a segundo plano. Quería que esas personas que buscaban una chispa (como bien él explica, para darle el fin que el lector esté buscando, ya me entendéis), la pudieran encontrar en su libro.
Vayamos directos al grano. ¿Me ha gustado o no? La respuesta es clara y sencilla: a ratos. Hay relatos que me han atrapado desde la primera palabra y hay otros que me han llegado a resultar hasta desagradables. Pero el sexo es así, hay gustos para todo. A unos les van los fetiches, a otros el sado, a otros los juegos, a otros las cosas normales y corrientes. Pero… ¿qué son las cosas normales y corrientes? ¿quién dice qué es lo correcto en el sexo y qué es lo que está fuera de lugar? En fin, me imagino que sean los propios gustos de los consumidores los que marquen los límites y los que hagan a una persona decir que algo es normal o no. Por eso, a mí, 69 relatos eróticos me ha gustado a ratos. Hay relatos que me han parecido algo desagradables, porque, no sé, dentro de mis gustos no se encuadran ese tipo de actividades. Pero otros… ahí lo dejo.
Javier Mariscal dice en su prólogo que los relatos son completamente ficticios, pero que eso no quita para que alguien se vea reflejado en alguna de las historias que él cuenta. Puede ser que tú estés leyendo uno de los relatos y rememores alguna de tus vivencias sexuales. O puede que no. O puede que no y que el relato te haya dado una idea para poner en práctica. Al fin y al cabo, de eso se trata el erotismo. De avivar la chispa y la mente. Y es que la mente en el sexo está infravalorada. Leed el libro y luego me contáis.
En cuanto a la originalidad de los relatos, encontramos algunos que podríamos tachar de típicos, pero ya os aseguro que son los que menos. Cuando empecé a leerlo tenía la intriga de saber si el autor sería capaz de escribir sesenta y nueve relatos que no tuvieran nada que ver entre sí, con experiencias y vivencias diferentes en cada escena. Y vaya que si ha sido capaz. Yo no sé si es que Javier Mariscal ha experimentado mucho en su vida o es que tiene una imaginación poderosa. En cualquier caso, lo ha conseguido.
Para los amantes del género, será toda una delicia leer estos breves relatos. Y para los que no lo sean o no se hayan atrevido todavía con él… deciros que hay que quitarse los pudores de encima. Que, como se dice en mi pueblo, en todas las casas se cuecen habas y que a nadie le tendría que dar vergüenza admitir que lee este tipo de lecturas. Hablo yo de quitarse los pudores de encima… yo, la que si está viendo con alguien una película y sale una escena de sexo, se siente incómoda. Pero en fin… por algo se empieza. Es una pena, pero os voy a tener que ir dejando ya, que se me han ocurrido algunas cosas que tengo que poner en práctica. Seguro que si lo leéis, a vosotros os pasará lo mismo.
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