84,Charing Cross Road, de Helene Hanff
Esta es una declaración de amor a los libros en toda regla, y digo a los libros en lugar de a la literatura porque eso es exactamente lo que es. La obra recopila la correspondencia que entre 1949 y 1969 mantuvieron la autora, la estadounidense Helene Hanff, y Frank Doel, su librero inglés, concretamente de la librería Marks & Co., una librería de lance de la calle Charing Cross, cuya dirección da título al libro. Es tal el encanto del libro que uno no sólo se solaza ante el desfile de títulos y referencias literarias que van desfilando poco a poco ante sus ojos, sino que pasea por la librería, siente el polvo y el olor de los libros y descubre la preciosa tarea detectivesca de los libreros de antes de internet en busca de los encargos, que lo eran incluso antes de que los clientes lo supieran porque la relación entre ambos llegaba a ser tan estrecha que los hallazgos del librero llegaban a anticipar los deseos del cliente, de la escritora en este caso.
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El género epistolar como técnica narrativa no es especialmente original, contar una historia a través de la correspondencia entre los personajes es un recurso que se ha utilizado mucho y muy bien antes de esta novela, pero lo que es verdaderamente genuino de este libro, lo que le diferencia del resto es que aunque es una novela en el sentido de que cuenta una historia, es una colección de cartas reales escritas con fines no literarios, y aun así funciona a la perfección desde el punto de vista narrativo. Hay en esas páginas más que una sucesión de títulos, hay toda una trama que es la evolución individual y conjunta de los personajes, el nacimiento y desarrollo a través de los libros de una profunda amistad entre dos personas que no llegaron a conocerse y el ambiente de una época relativamente cercana pero a la vez tan radicalmente diferente de la nuestra. Sea lo que fuere lo que hace funcionar a este texto, es lo suficientemente poderoso como para funcionar igualmente en cine (los papeles principales en la adaptación a la gran pantalla los interpretaron Anne Bancroft y Anthony Hopkins). Y es que hay algo entrañablemente hermoso en un libro viejo como vínculo de unión entre dos personas.
Durante un cierto tiempo quise hacer un homenaje a este delicioso libro y comprar, o al menos leer, todos los libros que aparecen citados en él, incluso me tomé la molestia de hacer una lista para facilitar la tarea, pero no pude culminar el proyecto. En literatura, como en todo, es muy difícil mantenerse fiel a los amores ajenos, y tarde o temprano en la vida del lector aparece por sorpresa algún nuevo autor que la pone patas arriba, un Coetzee pongamos por caso, y no puede evitar seguir el nuevo camino que esa aparición abre ante sus ojos. Pero aunque no lograra culminar la tarea, creo que la simple intención de emprenderla es buena muestra del hechizo que esta pequeña obra sigue ejerciendo a día de hoy entre quienes compartimos con los protagonistas su pasión por los libros.
Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es
Leí este libro hará un año y tienes razón en lo que dices. En la lectura se respira el polvo viejo de la librería, se nota en la piel la amistad paulatina entre la escritora y su librero inglés, se siente aprecio por unos libros que desconocemos totalmente y también una especie de cariño por todos los personajes (principales y secundarios), tan bien retratados a través de unas cartas que, curiosamente y como bien indicas, no tenían ninguna intención de hacerlo.
Andrés, cuando piensas en la novela, ¿cuál es la primera imagen que te viene a la cabeza? Yo pienso en Helene, en su piso neoyorquino, pasando frío y escribiendo soñadora el listado de su próximo pedido, al que adjuntaría unos cuantos pares de medias, tú ya me entiendes. A pesar de ser una imagen gris y como antigua, la tengo para mí como un buen recuerdo.
Lo que no sabía era lo de la película… claro que no me extraña: últimamente tengo la sensación de que todo lo que leo tiene adaptación al cine o proyectos de tenerla. No sé si es bueno o no.
Un saludo,
Leí este libro hace muchos años y me encantó. El amor por los libros, por esas librerías de antes, donde la relación era más cercana, donde se llegaba a conocer a las personas, sus gustos, sus inclinaciones… Es de esos libros que hay que leer.
Besotes!!!
Pues sí que es verdad que la imagen de esta escritora haciendo sus pedidos queda en la memoria como metáfora del amor por los libros, aunque la otra parte, la del librero, no es menos hermosa. Los tiempos han cambiado, comprar libros es mucho más fácil hoy gracias a internet que antes, pero la emoción de esperar que llegue el pedido cuando has encontrado un libro raro o que te apetece especialmente leer debe ser muy parecida, y es impagable esa sensación de nervios al asomarse al buzón cuando esperas que llegue. Es uno de esos pocos momentos en que uno recupera la ilusión y la impaciencia de la niñez. En eso este libro es inmortal y tal vez por eso funciona tan bién.
Gracias a las dos.
Un abrazo,
Andrés
Guau… debo leer este libro, es la reseña más enamorada de todas las que leí! Lo quiero!!