“Aprendí de la vida que debía cuidarte,
colocarme entre tu cuerpo y el mordisco,
oler tus silencios y el más mínimo gesto,
protegerte sin necesidad de un peligro,
quererte entero y sin fisuras, sin errores,
con la tranquilidad que da amar a quien te ama.”
Lo que más me gusta de leer a Elvira Sastre es sentir cómo se cuela, poco a poco, en tu interior, incluso en partes que ni siquiera sabías que tenías. Y cómo plasma, a través de las palabras, nuestras emociones más intensas, nuestros recuerdos más dolorosos y cada momento que ha dejado huella en nosotros. Esto no es nada fácil y, también tengo que admitir, que no es lo que buscamos siempre que leemos. De hecho, asusta que alguien se meta tan dentro de nuestros pensamientos. Incluso asusta que lo hagamos nosotros mismos. No es fácil bucear entre nuestros miedos y deseos, aceptar todo lo que sentimos y que nos cambia y/o nos está cambiando. Hace falta mucha valentía. Y esto es justo lo que hace esta autora.
Y A los perros buenos no les pasan cosas malas no es una excepción. Es una historia real. Sobre los recuerdos y esos momentos que son capaces de marcar nuestras vidas para siempre. Pero, sobre todo, nos habla sobre la pérdida y las sensaciones que la acompañan. Sobre ese dolor en el corazón, que parece que se va disolviendo con el tiempo, que termina dejando una huella para siempre. Y así, nos relata la pérdida de su perro, y de algunos de los momentos que compartieron, para recordarnos que, en medio de un dolor inmenso, hay cabida para los recuerdos felices. Para valorar las cosas buenas que hemos tenido la suerte de experimentar. Y no para quedarnos en ellas, sino para volver siempre que lo echemos de menos. Para poner una sonrisa en nuestros labios al rememorar aquellas vivencias que nos hacían felices.
Y sí, la pérdida es lo más íntimo y una de las cosas más duras que podemos vivir… Ya que cada uno de nosotros la experimenta de una forma, según las relaciones que establecemos. Y es difícil plasmar en palabras todos los horribles sentimientos que nos inundan. Pero, es a través de la pérdida, que también somos capaces de valorar el poder que tienen aquellos que realmente dejan huella en nosotros. Creo que por eso me ha parecido tan especial este libro. Y es que, a pesar de ser o aparentar ser un cuento para niños, creo que está dirigido también (incluso más) a los adultos. A veces, me da la sensación de que los niños afrontan mejor la pérdida de los adultos. ¿No lo habéis pensado nunca? Aprenden antes que nosotros el significado de la aceptación, mientras que los adultos, en ocasiones, nos solemos quedar mucho tiempo (a veces, demasiado) en el recuerdo y en el pasado.
A los perros buenos no les pasan cosas malas explora todos estos temas a través de preciosas ilustraciones y mediante una historia tan personal y tan cercana que es difícil no dejarse llevar. No recordar a quienes hemos perdido, hayamos tenido un animal o no. Y, si lo hemos tenido, aún es más personal la lectura, pues se sumerge en lo más hondo de esa emoción. Y es imposible no empatizar ni sentir la sensación de querer seguir leyendo. Y es quizás lo “malo” de este cuento. Se acaba demasiado pronto… Pues quieres seguir leyendo continuamente sobre la relación de Tango con nuestra protagonista, qué es lo que le hizo sentir, qué siente y cuál fue toda su historia. Y por eso quiero recomendarla a todo aquel que haya experimentado la pérdida, en cualquiera de sus formas. Perder a alguien que quieres es como perder una parte de ti y no siempre es fácil expresarlo con palabras. Y eso es lo increíble de leer a Elvira Sastre, su capacidad para poner en escrito todo lo que siente. Sin miedo. Dejándose llevar. Valiente. Permitiendo a su pluma hablar por ella misma.
Sensible. Apasionante. Honesto relato. Adoreeeee