Abececuentos, de Daniel Nesquens y Noemí Villamuza
Desafío a cualquier adulto que lea Abececuentos a que lo encuentre cualquier cosa que no sea una pocholada. Es lo que es. Y una pocholada práctica e inteligente, además. Inteligente para los niños y para los adultos, se entiende. Y que un libro sea tan sencillo -se trata de enseñar el abecedario- y tan pocholo y bien hecho es algo sumamente elogioso, pues indica que sus autores se toman su trabajo pedagógico y lúdico muy en serio. No en vano ser escritor y dibujante de libros infantiles es una de las formas más difíciles de ser escritor y dibujante de libros en general; yo, al menos, siempre lo he pensado.
Abececuentos viene respaldado por el sello de la editorial Anaya, que siempre ha cuidado mucho a su público infantil y juvenil y es, por tanto, garantía de calidad. Y calidad a raudales es lo que nos espera en este volumen. Si el lector lo abre, es muy probable que se enamore de él y sienta la acuciante necesidad de cumplir el objetivo que se persigue: compartirlo con un niño.
El enamoramiento comienza desde que se coge en las manos; un librito delgado, de suave tacto y un precioso dibujo de portada que ya resume lo que nos vamos a encontrar, nada menos que a conocidísimos personajes de la literatura infantil enseñándonos el abecedario.
Cada doble cara está dedicada a una letra del alfabeto. La fórmula es muy sencilla: el nombre del personaje o personajes en cuestión comienza por la letra de que se trata, y dicho personaje o personajes están protagonizando una acción o representando una cualidad que también comienza por la misma letra. Fácil, ¿no? Los personajes son -no todos- fácilmente imaginables: ¿qué famosa princesa será la protagonista de la letra B, por ejemplo? Pero las acciones o cualidades elegidas no son precisamente las palabras más comunes ni más elementales; olvídense del “C de casa” o “Q de queso”, por ejemplo. La elección es siempre muy acertada, ya que no se cae ni en lo trillado ni en lo rebuscado. Y puesto que los niños suelen ser tan extremadamente permeables a todo lo nuevo, ¿por qué no aprovechar esa actitud y, sobre todo, esa aptitud para enriquecer su vocabulario y enseñarles palabras que no figuran entre las primeras que se suelen aprender?
El guión de Daniel Nesquens casa perfectamente con las ilustraciones de Noemí Villamuza -y viceversa- y cada doble página es un disfrute para la vista, con dibujos divertidos y llenos de color y alegría. Y aún hay más: el dibujo no sólo representa la frase de dos palabras con la inicial en cuestión, sino que guarda sorpresas en forma de personajes y objetos relacionados con la misma letra. Para gozo y regocijo de niños y mayores, hay en este libro sorprendentes cameos de… pero vamos a dejarlo en este punto y letra, para no estropear nada.
Abececuentos es, pues, una elección óptima si se busca un libro para ayudar a primeros lectores a aprender las letras del abecedario, y un juego delicioso para los acompañantes adultos de esos primeros lectores.
(También sirve como juego mnemotécnico. O intenten ustedes no tratar de recordar qué personaje cuyo nombre empieza por la letra tal estaba haciendo qué cosa que empieza por la misma letra… ¡Es un no parar!).
Yo soy una seguidora entregada de Nensquens, así que no dudo, ni un poquito, que habrás pasado estupendamente con Abececuentos 😉
Un besico!
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