Me gusta cuando una editorial decide reeditar, rescatar, recuperar material de los años dorados del pulp. Ese subgénero maltratado, trillado y un poco mirado por encima del hombro me tiene hechizado. La cultura del pulp, de aquellas historias y las condiciones en que nacieron, sus personajes tan pasados de rosca, tan morales e inmorales a la vez. Me chifla cuando una editorial se lanza a recuperar esas historias de nuevo, o mejor aún, cuando decide editarlas por primera vez en nuestro país.
El caso de Adiós en azul de John D. MacDonald es una recuperación, esta novela y algunas más de la serie de Travis McGee ya fueron editadas en España en los años ochenta, aunque ni de lejos todas las que escribió MacDonald. Y es que este americano nacido en Pensilvania, y que dedicó gran parte de su vida a escribir, llego a publicar 21 novelas de la serie de Travis Mcgee, llegando incluso a ganar el National Book Award con una de ellas.
Adiós en azul, publicada en 1964, es la primera novela de la serie de este personaje tan carismático y diferente que es Travis McGee, Trav para los amigos. Novela negra de los pies a la cabeza, hardboiled hasta la medula y pulpera en muchísimos aspectos, Adiós en azul es un compendio de lo mejor del género negro y de un periodo, cumple con nota las expectativas de los amantes de género y amplía las miras –bastante encorsetadas- de las novelas populares de aquella época. Incluso de esta.
Adiós en azul es en apariencia una novela negra más, con sus tópicos y sus recursos, pero es cuando estamos inmersos de lleno en ella cuando vemos la agudeza de la escritura de MacDonald; la profundidad que desprende el texto, la trama, los personajes, que nada es simplemente algo, que en todo hay un motivo, la ironía, el humor negro. La trama es encilla, bastante lineal incluso, pero despide aguijonazos constantes, lanza dardos a todos los estamentos posibles, McGee se vanagloria de vivir al margen de una sociedad que en aquellos años estaba en pleno desarrollo, abriéndose a un mundo de posibilidades infinitas, y nuestro protagonista hace bandera de vivir del intercambio, de vivir en un barco y de desconfiar de prácticamente todo lo que le rodea: ¨ …recelo de otras muchas cosas, como las tarjetas de crédito, las deducciones de la nómina, los seguros, las rentas para la jubilación, las cuentas corrientes, los cupones de ahorro, los relojes, los periódicos, las hipotecas, los sermones, los tejidos milagrosos, los desodorantes, las listas de cosas pendientes, los créditos, los partidos políticos, las bibliotecas, la televisión, las actrices, las cámaras de comercio para jóvenes empresarios, los desfiles, el progreso y la predestinación.¨
¡Menuda declaración de intenciones!
Dejando a un lado la pequeña broma que supone esta declaración de McGee, se puede leer entre líneas –y ver durante el desarrollo de la novela- que MacDonald ha creado un personaje con una personalidad fuerte y de carácter irreverente, algo inusual en los años 60 y en este tipo de novelas. Lejos de escribir un panfleto patriótico lleno de clichés, MacDonald opta por una historia inteligente y un protagonista que ve en lo que se está convirtiendo su ciudad, su país, la decadencia que lo envuelve todo, el cambio social que poco a poco se está produciendo.
No es detective, no es policía, no es periodista, no es forense, no es nada; Travis McGee solo es un tipo que recupera cosas, que vive de sus ahorros, que vive en un barco que ganó en una partida de póker. Cuando va corto de fondos y alguien le pide un favor, se pone en marcha para recuperar algo que a otro le han quitado o que ha perdido y si lo encuentra o recupera, él se queda con la mitad. La cosa funciona más o menos así. Si no hay nada que recuperar no hay mucho que hacer. Florida es un sitio tranquilo y no escasean las mujeres, así que McGee no tiene mucho en que emplear su tiempo hasta que una amiga de una amiga le pide que encuentre a un tipo que, al parecer, se ha quedado con algo que era de su padre.
Historia repleta de mujeres; victimas hundidas, desoladas, forzadas, anuladas y arruinadas; supervivientes, luchadoras, enérgicas, valientes; post-adolescentes de belleza impostada, vida difícil y sexo ligero; madres de vida dura, solitarias y autosuficientes, la novela es casi un homenaje al género femenino desde todos los puntos de vista; desde, por supuesto, el gran tópico de icono sexual –que McGee no se esconde en adular- hasta todos los que acabo de nombrar. McGee es co-protagonista con un elenco de mujeres tan diverso, que en muchas ocasiones no queda claro quien está salvando a quién…
Con buenas reflexiones, un estilo afilado, enérgica y muy reveladora, Adiós en azul vuelve para demostrar que muchas historias siguen vigentes aunque pasen cuarenta o cincuenta años, que el pulp, el hardboiled y las novelas populares pueden estar llenas de denuncia, de irreverencia y ser las más vendidas del lugar – ¡que le pregunten a Jim Thompson o a Ross McDonald!- y que además puede uno pasárselo increíblemente bien leyéndolas.