Reseña del libro “Agathe”, de Anne Cathrine Bomann
Siempre he pensado que el negocio de los loqueros es un timo. Lo de sentarte en una silla o tumbarte en un diván y empezar a contar tu vida durante una hora mientras la persona frente a ti toma notas (o hace dibujitos como cuando alguien te llama por teléfono y te suelta un rollo, vete a saber), escuchándote o haciendo como que te escucha porque tal vez esté pensando que cuando acabe tiene que ir a comprar leche y huevos, o incluso si realmente te escucha y trata de ayudarte, no lo veo. Al final siempre se remonta todo a un trauma de infancia, te quieres acostar con tu madre, matar a tu padre, o a tener que perdonarte a ti mismo o a ellos o a ambos. Eso y pastillas.
“Muchos años de entrenamiento me permitían emitir un murmullo en los momentos adecuados sin necesidad de escuchar verdaderamente, y con algo de suerte no llegaba a enterarme de una palabra antes de que se fuera.”
En 1948, en París, a un psiquiatra de 72 años le quedan cinco meses para jubilarse. Cuenta las semanas y las conversaciones que le quedan hasta ese momento.
Nos describe su día a día y la gran ayuda que le presta su secretaria, que lleva desde que comenzó a pasar consulta con él. Es un hombre rutinario, nunca ha dejado la casa en la que creció ni ha comprado un cuadro para decorar alguna de las paredes; está tal y como la dejaron sus padres. Y esto es reflejo también de su vida interior. El trato con su secretaria se limita a los asuntos meramente laborales y con los vecinos solo cruza holas y adioses.
“Había hablado ya con siete pacientes sin involucrarme lo más mínimo y solo me faltaba una antes de que pudiese irme a casa.”
Hasta que un buen día su secretaria da hora a una nueva paciente, Agathe, contraviniendo sus órdenes ya que, tras revisar su historial, comprende que en cinco meses no le va a poder “curar”. El hombre se lo dice a la paciente, le sugiere que busque ayuda en otros colegas, pero Agathe insiste en que sea él quien le trate y este accede.
Las charlas con Agathe van a provocar que la cuadriculada rutina del psiquiatra se tambalee y tal vez, más vale tarde que nunca, pueda cambiar algo.
“¿Qué se podía esperar realmente de la terapia cuando yo solo contaba con un par de horas a la semana para reconstruir lo que los pacientes destruían durante una vida?”
Agathe es una novela brevísima con capítulos cortos. Escrita con un vocabulario sencillo pero escogido con tacto, nos plantea temas como la soledad, las relaciones humanas y el aislamiento. Tenemos también reflexiones acerca de los achaques físicos y la vejez, los traumas, la pérdida y el sentido de la vida. Ahí es nada, eh.
“Envejecer, pensé mientras me inundaba la amargura, consiste sobre todo en comprobar cómo la diferencia entre el yo de uno y su cuerpo va aumentando progresivamente hasta que un día uno se vuelve un completo extraño para sí mismo.”
Es inevitable identificarse con el psiquiatra que, al comienzo parece estar como loco por dejar de acudir a escuchar los problemas de sus pacientes y a medida que avanza el libro tiene miedo del día siguiente al de la última cita. ¿Qué será de su vida sin el trabajo? ¿Qué va a hacer día tras día en la “cárcel gris” que es su casa? El miedo hace mella en él y eso, sumado a la aparición de Agathe será lo que haga clic en su acartonada vida.
En resumen, Agathe es un libro que se lee con ganas, que gana en intensidad y agrado y con una pareja protagonista bien perfilada y a los que es fácil entender y una estructura bien compactada que hace de la lectura una auténtica delicia.”