Agosto, de Romina Paula
Hay libros que esperan en mi biblioteca un año o algunos meses, hasta ser leídos. Los compro y sé que en algún momento los voy a leer, aunque se adjudican un número en la lista de espera. Pero con Agosto de Romina Paula, fue inmediato. El proceso fue casi mecánico: ví un artículo sobre ella en una revista que mencionaban a este libro, lo busqué online para saber el precio y posibles lugares de compra, esa misma noche –la de Noche de Librerías de Buenos Aires– fue mi objetivo. En una no estaba, en la otra, me abrí paso hacía el mostrador, pregunté, me lo buscaron, me lo dieron y me instalé en la larga cola para pagar. Me bastó terminar el libro que estaba leyendo para empezar Agosto. Y así como lo empecé, lo terminé rápido porque su escritura te toma y te lleva sola, como de la mano.
Emilia recibe una carta en donde la familia de su mejor amiga muerta, la invitan a una pequeña ceremonia: Arrojar sus cenizas al río en Esquel. Ella hace tiempo que vive en Buenos Aires, que tiene pareja y hace su vida. Volver significa regresar a su pasado que creyó dejar atrás.
El libro es una larga carta a su amiga, donde le cuenta su viaje aunque no nos damos cuenta que se trata de una carta. Porque parece una conversación, una verborragia típica argentina –con las expresiones de la oralidad puestas de forma prolija en la escritura– para comentar las sensaciones que le produce el encuentro con lo que se dejó atrás.
Se ve asaltada por una sensación de pertenecer y no pertenecer. Aquello que siempre le fue familiar, a quienes conocía, de repente se vuelven extraños pero con cierta familiaridad que le gusta, que le atrae. Cuando mira a su vida establecida que creía que la hacía feliz, allá en la lejana Buenos Aires, parece que no lo es tanto y las preguntas empiezan a sucederse una tras otra.
Hay mucho de un personaje construido en base a una nostalgia y a un rechazo del lugar del que viene. Un sentimiento encontrado entre la decisión tomada cuando quiso cumplir sus metas al irse a Buenos Aires y todo lo que se deja atrás. Es esa incertidumbre de pertenecer y no, de haber sido parte, de seguir siendo parte pero tampoco serlo porque se ha vuelto una realidad, un ritmo de vida ajeno. Esa situación es la que le plantea mil dudas.
Destaco, además de la temática de una joven que está encontrando el rumbo de su vida, la forma de narrar de la autora. No es fácil llevar la oralidad a la escritura, en especial como hablamos los argentinos, con velocidad y miles de expresiones particulares que pueden parecer obscenas pero se han vuelto corrientes en las conversaciones. Sin embargo, allí en el papel, vuelca todo como si estuviese conversando con esa amiga. Ese ritmo de lectura, te engancha, te arrastra y sin darte cuenta vas pasando las páginas sintiéndote como si te hablara directamente.
No puedo dejar de añadir, que la ausencia de esa amiga, a quien recuerda y mediante esa enorme conversación/diario/carta, le habla porque tiene la necesidad de compartir todos esos interrogantes e impresiones que le van surgiendo (no todas grises, algunas son cómicas o la autora al usar herramientas de la conversación, utiliza expresiones que resultan más humorísticas). Y esa relación con el receptor ausente, conmueve aunque no se llene de palabras que lo reflejen. El libro en sí, lo expresa, entre líneas.
No esperé adjudicarle un número en la lista de espera, tampoco creo que espere a comprar otro libro de esta autora argentina que realmente, como decía la revista que me la presentó, hay que tenerla en cuenta.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
Quiero leer este libro. Valió la pena haberlo buscado por todos lados entonces.
Saludos!
Tendré que lanzarme también a la búsqueda de este libro. Me ha gustado mucho tu reseña.
Besotes!!!
Georgina:
Sí, valió la pena. Si lo lees, ya contarás que te parece.
Margarita:
Me alegro mucho que te haya gustado. Espero que lo consigas y te atrape como a mí! Muchas gracias por tu amable comentario.
De entrada no me parece interesante