Cuando comienzo un libro, en un primer vistazo, lo ubico automáticamente en una de entre dos opciones: los libros con una trama envolvente y desenfrenada que te obligan a no cerrarlos hasta el final y los libros que te van engatusando poco a poco por sus personajes y por las ideas que van calando en ti. Los segundos, son libros que no devoras, que lees de una manera más pausada y reflexiva porque necesitas digerirlos con moderación. Los primeros son como una película que ves de una sentada sin despegarte del sofá y los segundos son como una serie que vas disfrutando lentamente a lo largo del tiempo. Al caer la luz, de Jay McInerney, se ubicaría en el segundo grupo.
McInerney nos presenta a un joven matrimonio, Corrine y Russell Calloway, una agente de bolsa y un editor bien situados en el Nueva York de finales de los ochenta, y que a ojos de los demás forman la pareja perfecta. Pero según va avanzando el libro veremos que no es oro todo lo que reluce y que detrás de esa imagen de perfección el matrimonio se va resquebrajando poco a poco, a la vez que lo hace una sociedad que tendrá que enfrentarse a las consecuencias del crash financiero ocurrido el 19 de octubre de 1987 en Wall Street.
El libro está escrito en tercera persona y, aunque ellos dos son los personajes en torno a los que gira la trama, iremos conociendo las frustraciones, los anhelos y, en definitiva, la vida, de su círculo más próximo. Se podría decir que Al caer la luz se trata, de algún modo, de una novela coral ya que a pesar de haber dos protagonistas fundamentales, hay varios personajes, todos ellos perfectamente perfilados por la pluma de Jay McInerney. Sin embargo, la intención del autor va mucho más allá. Ha escrito una novela generacional que representa no sólo una época, sino también una ciudad y un estilo de vida.
Al caer la luz es la primera parte de una trilogía que se publicó por primera vez en 1992 y que desde esa fecha le ha valido a Jay McInerney la comparación con autores de la talla de Scott Fitzgerald o Henry James (dos de los grandes autores estadounidenses con los que, por ende, se compara a todo nuevo autor que triunfa en el país). No soy amiga de las comparaciones, considero que cada libro y cada autor son únicos y diferentes, al igual que cada ser humano lo es, y menos de las comparaciones publicitarias que solo buscan vender más y mejor un libro. No obstante, sí puedo decir que Al caer la luz me ha recordado y transportado a otros libros y películas que representan esa época y ese estilo de vida neoliberal lleno de falsas apariencias, expectativas muy elevadas, consumismo, fiestas, drogas y distintas tentaciones que, en este caso, ponen a prueba el matrimonio de los Calloway. Mientras leía, recordaba películas como Bocados de realidad, fiel reflejo de los jóvenes de la llamada Generación X o Generación MTV; El Lobo de Wall Street, un símil demasiado evidente, pero no por ello menos acertado; y, aunque diferente en la trama principal del protagonista de la película (y el libro), American Psycho. Precisamente, también se compara a McInerney con Bret Easton Ellis, autor de American Psycho, ya que ambos pertenecen a la misma generación de autores que se apodó como “Literary Brat Pack”, y que se refería a un grupo de jóvenes escritores que surgieron en la costa este de Estados Unidos a finales de los años 80 y que eran casi tan o más conocidos por sus andanzas entre la “beautiful people”. Este grupo de autores se ve reflejado en el libro, en la figura de Jeff Pierce, un joven escritor de éxito precoz mal asimilado. que se pierde en una vida de excesos y adicciones.
La reedición de Al caer la luz la ha llevado a cabo la editorial Libros del Asteroide, que desde su fundación, se ha encargado de publicar libros que han cosechado un gran éxito al otro lado del charco en las últimas décadas y que no habían visto la luz antes en nuestro país. Estos libros tienen muchos puntos en común y, por eso, el libro de McInerney me ha recordado también en infinidad de páginas a libros como Tantos días felices, de Laurie Colwin; El libro de Jonah, de Joshua Max Feldman; Qué fue de Sophie Wilder, de Christopher R. Beha; e incluso a Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler. Todos ellos son libros con un gran trabajo en el dibujo de sus personajes y que reflejan un estilo de vida determinado y la decadencia de un grupo de personas.
Al caer la luz funciona como obra generacional, pero lo hace aún más, cuando se aleja de esa función tan solemne y sentenciosa, para destripar con brillantez y delicadeza la caída de un matrimonio cegado por sus ansias de fama, dinero y poder. McInerney nos muestra lo que queda, como el propio título del libro dice, al caer la luz y el esplendor de unas apariencias y pretensiones, impuestas por una sociedad corrompida por el brillo de la ciudad que mejor ejemplifica el famoso “sueño americano”.
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