En primer lugar mis felicitaciones a Vilas por encontrar algo de alegría en la vida. No es fácil pero hay que, a pesar del pesimismo que últimamente reina a nuestro alrededor, buscar y hablar de los motivos que nos dan alegría para vivir.
Por otro lado, no me puedo creer que el Jurado de los Premios Planeta no supiera de quien era el libro que agraciaban como finalista y titulado ‘Tal como éramos’, ni tan siquiera ha debido descolocarles ir firmado bajo el seudónimo de Viveca Lindfors, pues solo había que leer unas cuantas páginas para saber que lo que hoy conocemos con el titulo Alegría, no solo era de Manuel Vilas, sino que nos encontrábamos ante la continuación de Ordesa.
Vilas es un poeta que, como todos los poetas, no puede vivir de la poesía. Manuel es un autor que podía haber vivido de dar clases, y en ello llevaba ya unos años, pero necesitaba escribir y darse a ello por completo. Para eso está escribiendo estos libros con los que lleva años experimentando y que alcanzó su grado máximo con Ordesa.
Recuerdo que cuando les hable de Ordesa, sabía que Vilas, para los amantes de la poesía “Gran Vilas”, había llegado a donde, literariamente hablando, toda la vida había querido llegar: a él.
Y sí, ya sé que dicho así suena raro, pero todos sabemos que Alegría, como lo fue Ordesa, son inmensos poemas en los que se rasga de arriba abajo para entregarse y estar en plena “comunión” con sus lectores.
Leo al Vilas de hoy, como cuando leo a Marta Sanz, y por algún motivo recuerdo a Laforet, y ese contrato que se vio obligada a firmar para no hablar en sus libros de temas personales que tuviese que ver con su forma de vida o de su familia… Hacerlo le hubiese supuesto perder a sus hijos.
Siempre he soñado que hubiese habido tras ese NADA que dejó impresionados a los lectores en este país… Es posible que nos hubiese podido dar una Alegría como la que nos ha proporcionado Vilas. Porque los hijos son el mayor motivo de nuestra Alegría, ser padre es una dificilísima maravilla. El mayor que se puede dar en esta vida de forma incondicional es el que unos padres dan a sus hijos… Luego está lo otro, lo del amor de los hijos por nuestros padres.
Yo tengo la suerte de tener a mis padres y disfrutar de ellos, ahora, probablemente más que antes, imagino que antes ellos trabajaban, tenían sus amigos, y yo tenía mi vida… durante unos años dependemos económica y afectivamente de ellos, luego los vamos cambiando por amigos, parejas, distancia, hijos … Y es como una cadena que se va perpetuando.
Es cierto que no hacemos el mismo esfuerzo por ser buenos hijos que por ser buenos padres. Lo expresa bien Manuel Vilas en Alegría, esa alegría que en ocasiones es una alegría amarga y triste… Muy triste. Los padres, los hijos, los hermanos, los abuelos, todos ellos son la familia, los que te pueden dar las mayores alegrías suelen ser los hijos esos en los que pones todo tu empeño para que te quieran, es como si el amor de los demás miembros ya viniesen de serie, con ellos mismos, damos por supuesto el amor de nuestros padres y de nuestros abuelos. Y por lo general reflexionamos sobre ellos cuando ya no están para contestar a nuestras preguntas.
No sé si en este libo he encontrado tanta Alegría como la que sinceramente le deseo al autor, pero Vilas se entrega literariamente al cien por cien, y les aseguro no va a desilusionar a quienes leyeron y reflexionaron con Ordesa. Incluso es posible que gane adeptos con esta Alegría, pues aquí estamos para comprender sus expreriencias vitales todos los nacidos en el mítico Baby boomer, en este caso los de la primera mitad de los años sesenta, aquellos que compartimos aulas con más de cuarenta compañeros en colegios públicos desbordados. Imposible que cualquiera de nosotros, no entienda este libro de Vilas, siempre que hayas llegado a ser padre o madre, porque si solo has sido hijo entiendo que es más difícil llegar a las reflexiones del autor.
En cualquier caso, leer a Vilas siempre es un acto personalísimo, como debe de ser, para cada lector cuando se escribe desde la experiencia y el sentimiento personal como hacen todos los poetas.
Pero no todo va ser familia, hijos, padres y parejas, también nos deja nos deja perlas de este calibre:
“ La vida de los españoles sigue siendo la misma: intentar ganar dinero, eso es la clase media, intentar que no nos falte de nada. Eso es lo que le vi hacer a mi padre, y eso hago yo: intentar salir adelante. Nunca tendremos el poder adquisitivo de los suizos, porque somos españoles, porque venimos de un país con élites políticas corruptas, inútiles, negligentes, vagas y megalómanas, que no se dan cuenta de lo esencial, y lo esencial es que en Suiza se gana más dinero que en España por el mismo trabajo. La vagancia es peor que la corrupción. La vagancia de los políticos españoles se basa en ocupar un despacho y desde allí ver pasar la vida sin intervenir en ella. Piensan que en la vida ya intervienen los funcionarios y los trabajadores, que para eso les pagan. Eso piensan los políticos españoles. … Los españoles son maravillosos, trabajadores y entregados, talentosos y capaces, honestos y brillantes, vitales y emprendedores; sus políticos, en cambio, son vagos. La vagancia les pudre el alma. Los españoles que madrugan son quienes han levantado este país…”.
Y así, saltando de la familia a la vida, y reflexionando sobre unos temas y otros nos vamos entrando en la Alegría de nuestro amigo Vilas.