Tengo la sensación de que cada cierto tiempo volvemos a Alicia. De algún modo ella se ha convertido en la madriguera o, como en este caso, en el espejo que al cruzar todo queda invertido. Quizá sea escapismo. Quizá un entendimiento afilado. Los mundos a los que Alicia tiene acceso siempre acaban convirtiéndose en un reflejo inaudito del tiempo que nos ha tocado vivir. De forma cíclica, la huida de Alicia es nuestro propio enfrentamiento a una realidad que nos absorbe sin entenderla. Las últimas adaptaciones cinematográficas –con más o menos acierto– han reabierto la puerta de entrada. Y si hace un par de años, Nórdica Libros nos sorprendía con una versión ilustrada de Alicia en el País de las Maravillas, ahora vuelve a la carga con otra obra visual tan potente como su antecesora. Alicia a través del espejo deja de ser la hermana olvidada de las dos historias, para convertirse por méritos propios en una digna sucesora de aquella niña que perseguía al impuntual conejo blanco. Sólo que esta vez hay una conciencia mucho mayor del personaje. Esta Alicia que ya ha sobrevivido a la experiencia surreal de la primera vez, sabe hacerle frente a un elenco de personajes que pondrán a prueba su cordura y sus nervios, aun sabiendo cómo funciona todo esto de cruzar al otro lado.
El objetivo ahora no es llegar a una cita con quién sabe qué. Ahora Alicia espera convertirse en Reina. Y para ello debe trasladarse por todo un tablero imaginario hasta la ansiada octava casilla donde sin importar cuán humildes sean tus orígenes puedes formar parte de la realeza. Claro que todo aprendizaje oculta una rebelión contra tus propias creencias. Y la pequeña aprenderá rápido que el uso de la cortesía y las buenas maneras tendrán que suplir a la lógica cuando ésta empiece a flaquear desde el primer momento. Caballeros, morsas, huevos parlantes y figuras monárquicas plantearán una y otra vez cuestiones que contradecirán las leyes de lo conocido. No en vano el mundo del espejo tiene sus propias reglas que, casualmente, son diametralmente opuestas a lo que cabría esperar.
La nueva traducción llevada a cabo por Andrés Ehrenhaus es una auténtica maravilla. Durante la historia son muchísimas las situaciones en las que se le plantea a Alicia juegos lingüísticos. Y en ninguno de esos momentos se pierde la fuerza del texto original, trasladando a la perfección el humor inglés de estos pasajes. Nada rechina. Nada le queda ajeno al lector actual. Quizá es en los poemas donde mejor se nota estos esfuerzos de adaptación. Y no son pocas las composiciones, canciones e historias en verso que le lanzan a la pobre Alicia, cubriendo con creces el cupo diario de poesía del humano medio. Lo cierto es que en esta adaptación se consigue que tanto los lectores más jóvenes como los más experimentados puedan disfrutar sin recurrir a diccionarios ni a consultas en Wikipedia.
Y ahora llega el trozo de pastel que me he estado reservado para el final. Quiero hablar mucho y muy fuerte sobre Fernando Vicente. No son pocas las ediciones de Alicia a través del espejo que uno puedo conseguir hoy día en el mercado. Pero sólo con ver a la Alicia hipnótica que ha plantado el señor Vicente en la portada, uno deja de tener dudas. Tiene que ser ésta. Las impresionantes ilustraciones que pueblan todos los pasajes obligan a detenerse y a recorrer con la mirada y con los dedos el trabajo de campeonato que ha parido Fernando Vicente. No importa cuán imaginativo puedas llegar a ser, el traslado a imágenes de lo que acabas de leer siempre te acaba desbordando. El color, la composición y los detalles hacen que cada ilustración esté contando su propia versión de la historia, una con más fuerza, con más vigor y más perdurable en la memoria.
Hasta este Alicia a través del espejo no he tenido conciencia de lo que se conocía como ‘ediciones de lujo’. Pero ahora no puedo quitarle el ojo de encima. Tocarlo. Volver atrás. Releer y remirar. Hay un sinfín de verbos nuevos que estoy utilizando con este libro. Verbos que no tenía ni idea que uno pudiera asociar a una cosa con páginas. Pero ahí estoy, como si fuese yo y no Alicia el que cruza a otra realidad donde lo preconcebido no sirve para nada. Y es que Nórdica Libros también ha acabado dándole forma a un portal con forma de cuento, una dimensión paralela donde los objetos cobran vida y se apoderan de los sentidos. Puede que sea la segunda vez de Alicia y esté preparada para lo que se le viene encima. Pero pobre del lector que decida, como yo, ponerse frente a frente por vez primera a este rara avis de la edición actual.
Sergio Saborido (@Sergsab)