Alejandro Ayora quería hablarnos de amor y se puso manos a la obra. Tenía una idea en su cabeza y durante un par de años la trabajó día a día hasta dar forma a esta novela que he tenido entre mis manos y que es la primera novela de este autor.
Supongo que recuerdan que desde final del año pasado ando en busca de libros que fundamentalmente me entretengan, que me sumerjan en alguna historia de esas que te atrapan página a página, como en este caso, hacía la vida, las desgracias y los sentimientos ajenos con el fin de aliviar los propios. Aunque la verdad es que cuando estás así, flojita como estoy yo todavía, corres el riesgo de dejarte arrastrar por un mar de emociones y sentimientos.
Alejandro Ayora, por su origen familiar, también quería hablarnos de Andalucía, y es por ello que centra esta historia en la provincia de Cádiz, concretamente en el Faro de Caraminal, porque resulta que nuestro protagonista, el joven Cristian, aprueba unas oposiciones para farero y este será su primer destino. Un viaje que le llevará a una nueva vida que pretende inicial junto a su novia y compañera, Alma.
Un terrible accidente de tráfico truncará su vida y su destino. Y tras una larga espera de dos años, viajaremos, junto a Cristian, ahora sí, hasta ese famoso faro. Un lugar que, por cierto, si no conocen les recomiendo vivamente que visiten. Está concretamente en El Parque Natural del Estrecho y fue declarado en su día Bien de Interés Cultural. Aquellos que veranean por la zona y son asiduos de la playa de los Alemanes lo conocerán bien.
También es una zona que conocemos por ser un lugar al que arriban bastantes pateras, un tema que por lo leído se intuye que afecta a la sensibilidad de autor. Hay en la novela momentos muy emotivos que describen una de las llegadas y recogidas por la Cruz Roja de manera muy intensa.
Traspasado el meridiano de la novela el lector cree que empieza a descubrir de forma intuitiva el lugar al que le está llevando el autor, de tal forma que parece que Alejandro Ayora ha decidido que entremos de su mano en el final de la aventura de Cristian, un final que ya les adelanto unos pueden creen que queda completamente cerrado, mientras otros deciden que el autor lo ha dejado abierto como si de un juego se tratase.
En la actualidad ya no hay oposiciones para farero, las últimas, al parecer, fueron en el 1993, ahora conforme se van jubilando los fareros se van automatizando mediante sistemas informáticos, será por eso que la idea del autor me ha parecido de lo más romántica, iniciar una vida en común viviendo en un faro, en un enclave tan bello y natural. Solo en lugares tan especiales podemos conocer a personas especiales, personajes secundarios como Neila a los que según me comenta el autor es más que probable que tengan la oportunidad de desarrollarse en una próxima historia.
En definitiva, la novela es como un vehículo que te lleva, sin necesidad de hacer un gran esfuerzo, por un gran viaje emocional en el que según avanzamos vamos comprendiendo, nos vamos adentrando en la realidad, o en lo que nosotros pensamos que es la realidad… Porque los lectores bien sabemos que las cosas no son siempre lo que parecen.
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