El arte de verdad no envejece. Tampoco la buena comedia. Respecto a la primera de estos dos frases seudolapidarias, no tenéis más que echar un vistazo a Robert Crumb en google imágenes, y ya me diréis si hay una sola de esas viñetas que corra peligro de quedarse anticuada en los próximos doscientos años.
En lo que se refiere a la comedia, naturalmente, las cosas pueden no estar tan claras para todos. Quiero creer que el humor que a mí me gusta es humor inteligente, mientras que a otros les hace gracia el monologuista por encargo de turno. Cada uno se ríe de lo que entiende, o de lo que no, o de lo que le sorprende, o de lo que se espera. Pero más allá de las diferencias entre un sentido del humor y otro, están esos artistas que crean escuela, y que no siempre suelen ser los más conocidos. Verbigracia, Harvey Pekar.
En una de las comedias que reinó en la televisión norteamericana de los 90, Seinfeld, uno de los episodios nos mostraba a los personajes hablando sobre una idea para una serie de televisión. A la pregunta de sobre qué trataría esta serie, ellos respondían “sobre nada en absoluto. No tratará de nada”. Algo parecido puede decirse sobre las historias de American Splendor, pues viendo al autor hablar, caminar, dirigirse a nosotros y escuchar jazz, uno no puede por menos de pensar que este libro no trata de nada en absoluto. Pero del mismo modo que, según Stephen Hawking, de la nada absoluta nació el universo , podemos decir que de la nada de American Splendor nació, no sólo buena parte del cómic moderno, sino también una nueva forma de reflejar la realidad en literatura, cine y televisión.
En la presentación mutua que hacen los autores, Crumb dice que las historias de Pekar, en las que no pasa nada, son la vida real. En la vida del común de los mortales no hay grandes gestas, nuestras acciones no van acompañadas de una música que indica si va a pasar algo bueno o si alguien va a morir, y las frases que podrían ser memorables se nos ocurren cuando es demasiado tarde. La vida real, esa que hoy algunos directores y guionistas se esmeran en reflejar en sus obras, está mucho más cerca de esas calles de Cleveland por donde se pasea este autor bajito, hirsuto y desaliñado, o de esas oficinas donde hablamos de trivialidades que, con frecuencia, encierran chorradas aún mayores de lo que parece. ¿Verdad que hoy está de moda publicar, por ejemplo, en redes sociales frases absurdas cazadas al vuelo en el bar o el autobús? Y qué originales nos creemos al hacerlo. Lástima que Pekar ya hiciera lo mismo hace cuarenta años.
Nos cuenta Pekar en esta colección de relatos los motivos que le llevaron a decidir que su vida, un arrastrar de pies entre tiendas de discos de jazz de segunda mano y los pasillos de un edifico de oficinas de la administración, por donde empujaba el carrito de la correspondencia, era, a pesar de todo, digna de ser contada. Las situaciones de American splendor, con charlas sublimemente inanes, con anticlímax casi épicos de lo intrascendentes que llegan a ser (o a parecer), situadas en oficinas, en la cola del súper, en el asiento de un autocar o en los escalones de la entrada de un edificio, son condenadamente reales, y cualquiera que, sencillamente, esté vivo reconocerá en ellas momentos de su propia vida. Nada más lejos, pues, del realismo sucio de Bulowski y otros. No hay aquí borracheras, drogas ni prostitutas, sino tan sólo la historia de los inicios artísticos de un autor que ha marcado la ficción contemporánea más de lo que podemos imaginar.
1 comentario en «American splendor, de Harvey Pekar y Robert CRumb»