Amigas con hijos, de Monica Drake
“Se me está despertando el instinto materno. Veo un niño y me dan ganas de tener uno”. Esta no es una frase sin sentido – o al menos, no pretendo que lo parezca – porque esa fue mi última noche de fiesta, mientras el alcohol llenaba nuestras gargantas, algún que otro cigarro iba consumiéndose en nuestros dedos, y la gente que nos rodeaba – a mis amigas y a mí – parecía a punto de entrar en ataque epiléptico por la música. ¿Cuándo – pensé yo – habíamos pasado de hablar de los tíos a los que querían tirarse a hacerlo de los niños que tendrían, de relojes biológicos o de formar una familia? Se supone que con el tiempo uno va haciéndose mayor y es lo que toca, pero creo que yo me he perdido algo por el camino porque es oír las palabras “formar una familia” y me echo a temblar. Y pienso en destrucción. Al instante. De manera automática. Amigas con hijos es una novela, pero también un pequeño manual de cómo esa idea tan extendida de que ser madre da la felicidad eterna en realidad es una utopía cuando se tiene al niño en los brazos, cuando las ojeras ya no se disfrazan ni con el mejor de los maquillajes o cuando, válgame el cielo, los hijos se hacen mayores y llegan a la adolescencia. Ellas quieren tener hijos, yo lo único que quiero es que el reloj biológico imaginario se pare, detenga un poco ese tic tac de las agujas y sigamos como siempre. ¿Es ser anacrónico? Qué sé yo. Al fin y al cabo, de lo que he venido a hablar es de un libro, no de mis instintos dormidos.
Si tienes un hijo y crees que has perdido tu sitio en el mundo, este es tu libro. Si ves que tus hijos adolescentes están más cerca de ser una hormona con patas que una persona de carne y hueso, este es tu libro. Y si al final, a pesar de todo, miras a tu familia y crees que lo has hecho bien, también es tu libro. Porque de eso se trata, de sonreír a pesar de toda la mierda que inunda el mundo.
Hay una especie de código que impide, vete tú a saber por qué, a los hombres hablar de la vida de las mujeres. Se presupone, desde los anales de la Historia, que ellos no las conocen en absoluto y que ellas, por extensión, tampoco les conocen. Es lo que ha venido a llamarse: tener una relación. ¿Te dijeron alguna vez que la pareja tenía ese poso de melancolía combinada con la mejor de las esquizofrenias? ¿No? Pues bienvenido/a a Amigas con hijos, que no te descubrirá la solución para entender lo que significa formar una familia con alguien a quien, crees, el hombre de tu vida, pero oye, por el camino te puedes arrancar de esa garganta acongojada alguna que otra carcajada y saber que tu cuerpo es el verdadero alimento en un mundo donde existen demasiados caníbales dispuestos a sazonarte con una buena salsa tártara. Se dice poco, y por eso me gusta Monica Drake, pero no por ello es menos cierto: las mujeres deben – por obligación moral – disfrutar de su cuerpo como les apetezca y – por extensión también, y como obligación, se me ocurre – que el contrario también le haga disfrutar. Sí, lo habéis entendido, hablo de sexo. Porque de lo que aquí se trata es de mujeres que saben que la vida, a veces, es una putada, pero que al acabar el día se pueden haber llevado al cuerpo alguna que otra alegría, entre tanto poso de depresión que parecen vendernos para estar callados.
Mujeres que se quedan embarazadas sin pretenderlo, mujeres que tienen un hijo y se dan cuenta que los libros no te cuentan la verdad, mujeres que no pueden tener hijos y que lo intentan, casi hasta la extenuación, porque se supone que es lo que se espera de ellas. Y hombres que, en el fondo, no las comprenden y se sienten igual de perdidos que ellas – aunque jamás lo reconocerán -. Si Amigas con hijos tuviera un subtítulo sería algo así como: cuando tu cuerpo es un volcán en erupción. Porque de eso trata lo que Monica Drake nos cuenta en esta novela. Poder explotar sin tener el miedo en el cuerpo de que lo que la sociedad ha vendido sobre lo que significa “ser mujer” va a pender de nuestras cabezas como una espada de Damocles ensangrentada. Mujeres que leéis esto: no os perdáis en cuestiones que no merecen respuesta. Este es vuestro momento.