A veces tengo la sensación de que mi propia vida no me pertenece, que todo lo que haga o diga va a ser analizado por alguien y va a ser juzgado sin que yo lo pida. En algunas ocasiones dejo de hacer cosas por lo que se pueda llegar a pensar de mí. Os juro que es algo que intento solucionar (ya que sé que no está bien) y que poco a poco me va importando menos. Pero, sinceramente, a veces me sigue pasando.
Y menos mal que he nacido en la época en la que lo he hecho. Porque hoy en día, aunque todavía nos quede un larguísimo camino por recorrer, parece que las mentes de las personas empiezan a ensancharse y a dejar de ser tan cuadriculadas como lo eran antes. Veamos por ejemplo todo el movimiento LGTBI. Que se atreviera alguien hace cincuenta años a decir que era intersexual… imposible. Y como digo, aunque todavía hay mucho trabajo por hacer, parece que los seres humanos estamos empezando a entender que cada uno es como es y que no existe una misma directriz que todos podamos seguir. Sobre todo en el amor.
Porque en el amor todo vale. Uno no elige de quién se enamora. No elige el momento exacto en el que la mente (porque ya no es un tema del corazón) se queda embobada al pensar en esa persona. Ya no hacen falta etiquetas porque ya no tienen sentido. Uno se enamora y ya está. Lo demás, cosas sin importancia.
Pero todavía hoy en día hay un tipo de relación que no, que no termina de encajar en nuestra sociedad: la de una mujer mayor con un chico joven. La situación a la inversa es lo típico, lo que estamos hartos de ver en películas y en nuestro día a día. Se entiende que una mujer joven puede estar con un hombre mayor, pero al revés no. Y yo me pregunto: ¿por qué? Pensé que después de leer el libro escrito por Dolores Conquero (a la que podéis encontrar en Twitter como @noviojoven) hallaría la respuesta a este interrogante, pero la verdad es que no ha sido así.
En Amores contra el tiempo la autora nos relata diferentes historias de mujeres que osaron (sí, osaron) tener una relación con un hombre bastante menor que ellas. Desde Diana de Poitiers hasta Fiona Campbell-Thyssen, pasando por la famosa Gala que conquistó el corazón de Dalí, encontraremos nueve historias de nueve mujeres fascinantes que se saltaron las normas. Todas ellas se enamoraron de hombres más jóvenes y sus relaciones no fueron en absoluto fáciles ya que no estaba bien visto que esto fuera así. Y vamos a fijarnos en que la primera que menciono vivió en el siglo XVI y la última al siglo XX. Lo que significa que, aun existiendo tantos años entre medias, la mentalidad parecía ser exactamente la misma al respecto.
Hay una cosa que quiero destacar especialmente de Amores contra el tiempo y es lo siguiente: cada relato en el que encontramos a las diferentes protagonistas, está perfectamente contextualizado en el tiempo. La autora hace una grandísima labor de investigación para darnos la máxima cantidad de detalles sobre aquella época en concreto. Esta parte es la que de verdad ha hecho que quisiera seguir leyendo, porque vamos a ver, la trama es la misma en todas las historias: mujer mayor con hombre joven, por lo que podemos llegar a caer en el error de pensar “leído uno, leídos todos”. Pero la contextualización y todos los detalles aportados por Dolores Conquero es lo que de verdad hace que este libro merezca la pena.
En mis reseñas ya he dicho en alguna ocasión que yo no soy una gran amante de la historia, porque me aburre y no me llama demasiado la atención. Pero cuando encuentro un libro, como este, que me narra una parte de la historia como si fuera un cuento y que hace que me interese por la misma, pongo en duda esta afirmación que acabo de hacer. Porque si no me gustara la historia… no podría disfrutar en absoluto con un libro así, ¿no creéis? Y ya os aseguro que he disfrutado con él. Así que igual es hora de repasar mis gustos y hacerle un lavado de cara a mi discurso sobre ellos.
Eso sí, una cosa os tengo que decir antes de acabar la reseña, es un libro que no he leído del tirón. Cuando lo empecé y leí el prólogo —de verdad, maravilloso— que hace la autora, pensé que iba a leérmelo de una sentada. Pero no ha sido así, ya que lo he hecho por capítulos, alternando estos con otras lecturas. Y yo creo que lo hice así porque cada capítulo contiene muchísima información sobre la época y los protagonistas, entonces cuando terminaba uno sentía que tenía demasiados detalles en mi cabeza y que me iba a ser difícil ponerme con el siguiente. Así que hice eso: fui alternando las diferentes historias con otros libros que tenía por ahí pendientes. Y así, siguiendo esta metodología, lo he disfrutado muchísimo. No sé si es la mejor manera de leerlo, desde luego, pero esa ha sido la mía y a mí me ha funcionado a la perfección.
Como decía, todavía sigo sin entender por qué este tipo de relaciones no está bien visto en la sociedad. Por qué cuando la Duquesa de Alba se casó con Alfonso Díez todo el mundo se echó las manos a la cabeza y en cambio veíamos algo tremendamente normal el que “Papuchi” apareciera cada día con una jovencita. Que, digo yo, a quién le importa lo que hagan los demás con su vida. Seamos todos felices de la manera en la que queramos serlo e intentemos olvidarnos de todos los convencionalismos. Claro, que es tan fácil decirlo… Bueno, yo ahora mismo estoy tranquila porque en esta reseña (igual que en todas) he dicho exactamente lo que quería decir sin importarme la opinión de nadie. Y eso, ya es un paso ¿no?