Anatomía de las casas encantadas, de Ivan Mourin
Ivan Mourin fue colaborador del programa Cuarto Milenio. Él mismo habla del programa en este libro, Anatomía de las casas encantadas, pero, aunque no lo hiciera, a cualquiera que esté un poco familiarizado con la atmósfera y el estilo de ese programa le basta leer unas pocas páginas del libro para ver la relación. Si existe un “estilo Cuarto Milenio”, ese estilo impregna las páginas de todo el libro hasta el meollo de su espíritu (palabra muy adecuada dado el contexto y dada la temática del susodicho). Más que cualquier otro programa que esté o haya estado en antena en los últimos años, Cuarto Milenio demuestra cómo, en comunicación, la forma de comunicar importa mucho y, en muchas ocasiones, importa incluso más que el propio contenido del mensaje.
No vamos aquí a ahondar en las tesis macluhianas ni ningunas otras, pues no hay ninguna necesidad de irnos por las ramas de la semiología para entender algo que un niño comprende rápidamente: una historia puede atraparnos o dejarnos fríos, incluso puede provocarnos aversión o hilaridad, según quién y cómo la cuente, cómo la envuelva y cómo nos la sirva. Esto debe entenderse como un elogio al narrador, en este caso a Ivan Mourin, que tiene en su pluma la magia o el saber hacer necesarios (quizá sean la misma cosa) para convertir su Anatomía de las casas encantadas en una lectura adictiva y que da miedo, mucho miedo (volviendo al debate sobre forma y fondo, prueben a leer el libro de noche y a media luz, por ejemplo, en especial algunos capítulos especialmente misteriosos y sobrecogedores), y todo ello a pesar de que en realidad no desvela nada, no cuenta ninguna historia que no hayamos oído antes.
Espectros, aparecidos, leyendas (algunas de ellas urbanas), imágenes que han permeado la cultura popular de los últimos tiempos, fantasmas reciclados en la era de las comunicaciones digitales e instantáneas, historias equívocas que siembran la semilla de la duda y fraudes probados pueblan las páginas de Anatomía de las casas encantadas. Además del tono de voz (o pluma, aunque la escritura sea un arte esencialmente auditivo, cosa que es especialmente destacable en este caso: los relatos de fantasmas se prestan muchísimo, más que los de cualquier otra temática, a ser narrados de viva voz), un tanto a favor de Ivan Mourin es su forma de estructurar las historias, formando capítulos divididos temáticamente (o ambientalmente) en función de la parte o estancia de la casa que dé lugar a los relatos o que sea escenario principal de ellos. Y descubrimos que ningún rincón de la casa está exento de ser susceptible de albergar energías ultraterrenas, posos de sucesos turbulentos que se repiten como un eco debido a su gran carga emocional, almas prisioneras en el plano terrenal… o bien, quizá, de provocar alucinaciones, de exacerbar la capacidad de sugestión de la mente, que, bajo circunstancias concretas, es capaz de percibir cosas que no existen en realidad… o, en última instancia, de sucumbir a la seducción y la promesa de algún farsante manipulador con ánimo de lucro a costa del querer creer de los demás. Historias de esos tres tipos nos brinda Mourin en estas páginas, manteniéndose en un estudiado término medio entre la creencia en lo paranormal y un escepticismo fundado en datos, pruebas o en opiniones autorizadas de expertos en la materia que sea -fotografía, óptica, sonido, determinadas tecnologías.
En resumidas cuentas, no es éste un libro que pretenda inculcar determinadas creencias, ni que se base en ningún tipo de dogmatismo o en la mera fuerza de la palabra y de lo aparente -fuerza que puede resultar muy considerable-, ni tampoco que se decante por un lado o por otro aduciendo emociones, percepciones o un mal entendido empirismo (“sé lo que vi”, “yo estuve ahí”, etc.), sino que se limita a contar, a narrar historias o historietas, algunas muy conocidas, otras menos, pero todas basadas en la realidad o en testimonios de personas tan normales como cualquier otra.
Dicho todo eso, insisto: leído de noche, a solas y con luz mitigada, en ese momento en el que cualquier pequeño ruido de la casa parece amplificarse y una sombra puede ser sólo eso o un escondite para algo que espera agazapado… el libro induce un estado de sugestión, aprensión y alerta similar al que crean las buenas películas de casas encantadas. Misión cumplida, pues, y totalmente comprensible el I. Premio Enigmas para Anatomía de las casas encantadas.