Llevo un rato delante del ordenador dándole vueltas a cómo empezar esta reseña. Siempre suelo seguir un esquema claro: empiezo hablando de algo personal para seguir con la sinopsis y un análisis de los aspectos más importantes del libro para después terminar con una conclusión. Esa parte del “algo personal” no es al azar, suelo contar algo a lo que el libro me ha recordado, alguna experiencia o momento personal. Pero ahora mismo no puedo hacerlo. Porque mientras leía el libro del que vengo a hablaros hoy he estado tan metida en la historia que se me ha olvidado todo lo demás.
Tengo que decir que al principio no me llamaba demasiado la atención, sobre todo por su título: Ángeles robados, pero otra vez mi instinto vuelve a equivocarse (me estoy empezando a dar cuenta de que muchas veces los libros que no me entran por los ojos después me sorprenden mucho más). Y yo no sé si era por el título, por la portada o porque no sabía muy bien lo que me iba a encontrar, pero el caso es que la sorpresa ha sido grande.
Os cuento la sinopsis para que no andéis tan perdidos como yo (vale, confieso que casi nunca las leo y luego pasa lo que pasa). Este libro de Óscar Vázquez Lima tiene como protagonistas a Carla y a Alejandra, dos jóvenes que, tras una noche de fiesta, desaparecen sin dejar rastro. Entonces es el turno del inspector Salgado y de la subinspectora Castro, que tendrán que ganarle tiempo al tiempo para encontrar a las dos chicas antes de que sea demasiado tarde. Poco a poco iremos conociendo a todos los posibles sospechosos, cada cual con una historia detrás más desgarradora y preocupante que el anterior. Cualquiera podría estar detrás de esas desapariciones, cualquiera podría haberlo hecho. Bastaba con seguirlas después de una noche de fiesta, tener un coche, un lugar donde esconderse, decisión y sangre fría y ya estaría el crimen cometido.
Una de las cosas que más me ha gustado es la presentación de los sospechosos. Yo muchas veces (siempre) voy de listilla y cuando me enfrento a un libro como este, de tintes policiacos, intento descubrir quién es el culpable antes de que el autor me lo diga. Pero en Ángeles robados los sospechosos empiezan a pasearse delante del lector, todos con motivos y ocasiones, y el lector ya no sabe qué pensar. ¿Está el autor jugando contigo? ¿Te está diciendo claramente quién es el culpable y tú no te estás dando cuenta? ¿Nada es lo que parece o no te tienes que fiar de esa regla? Es un juego complicado y la capacidad de Óscar Vázquez Lima para mantenerte en vilo no ayuda en absoluto. Yo os juro que intenté averiguar quién era el culpable antes de que el autor me lo dijera, estuve por hacerme un croquis para aclarar mis ideas, pero al final no fui capaz. ¡Y es que dudaba de todos! Hasta de los que parecían inocentes del todo… Nada, que yo no valgo para estas cosas, está claro.
También me ha gustado mucho la historia que hay detrás de los policías. Esas partes siempre me gustan porque aunque no son los protagonistas como tal, es importante no olvidarse de que ellos tienen también una historia detrás. El contarlo y darles vida a través de ese pasado hace que los personajes sean mucho más creíbles y que lleguen con más facilidad al lector. Tanto la historia del inspector Salgado como la de la subinspectora Castro son interesantes e importantes para el desarrollo de la novela. No podemos olvidar que también son personas, con sus sentimientos y problemas, así que me ha parecido un acierto por parte del autor el insistir en ello y darles cierto protagonismo.
El resultado es un libro ágil, muy bien contado, con un estilo narrativo rápido en el que abundan los diálogos y que hacen que el lector se meta enseguida en la historia queriendo saber más con urgencia. Pero no os voy a mentir: es una historia dura. Aquí no hay tabúes ni edulcorantes. Todo vale. Se habla de temas escabrosos sin buscarles florituras o cosas que puedan suavizar los hechos. Quería contar un poco más pero el límite de los spoilers es un fino, así que prefiero no meterme demasiado en este tema para no desvelaros nada más de la historia. Solo decir que todo ello, esa narración ágil, el tocar temas delicados pero reales, la urgencia del lector por descubrir quién es el culpable y la intriga de saber qué pasará al final, es lo que hacen que el libro sea un libro redondo.
Y ahora espero que entendáis por qué yo dije al principio que no encontraba nada de qué hablar al principio. Porque este libro es para no pensar en cada más. Para pillarlo y no soltarlo hasta terminar. Y ya después respirar profundamente porque seguramente en ese momento nos daremos cuenta de que hemos estado aguantando la respiración durante un buen rato.