Para un superhéroe la máscara que forma parte de su atuendo es una medida para preservar su intimidad. Unir pistas, sumar dos más dos, y saber quién se esconde bajo la máscara, así como las personas que importan al enmascarado, es una tarea más ardua para el enemigo que si se va a cara descubierta. Para Buddy Baker ese no es el mayor de sus problemas. Todo el mundo sabe que él es Animal Man: el superhéroe que tiene una conexión especial con el reino animal, el superhéroe capaz de replicar las habilidades de cada uno de los animales que se encuentran sobre la faz de la Tierra. Todo el mundo, además, sabe que tiene una mujer y dos hijos. Pero, como he dicho, ese no es su principal problema. Ni siquiera enfrentarse a la fama tras conquistar la meca del cine le quita el sueño. El principal enemigo de Buddy Baker es la conciliación familiar. Hacer todo lo comentado anteriormente y llegar a tiempo al hogar para estar con su familia. Salvar la ciudad sin que se resienta la relación especial que tiene con sus hijos. Una tarea harto complicada incluso antes de que aparecieran esos tres monstruos. Tres seres que dicen ser heraldos de La Putrefacción y que quieren acabar con todo lo que Buddy ama.
Antes de que Jeff Lemire arrasara con el universo superheróico Black Hammer trabajó durante un tiempo para DC Cómics. De esta asociación salieron algunas obras interesantes pero, probablemente, la obra más llamativa y que mejores críticas ha cosechado ha sido su etapa al mando de Animal Man: un superhéroe de tercera que en su momento Grant Morrison encumbró hasta el olimpo donde solo se encuentran los mejores. Superar la fase más icónica del personaje resultaba imposible, por ese motivo Lemire decidió reinventar sus orígenes y darle un punto de vista diferente al centrarse mucho más en su familia. Por añadidura, mientras que Morrison usaba un código metaficcional para llevar adelante las aventuras de Buddy Baker, en Animal Man: El Reino Rojo Lemire nos cuenta una historia atípica de superhéroes en clave de terror. Y creedme cuando os digo que hay una primera parte del cómic que produce angustia y pone los pelos del cogote de punta.
Todo empieza con Maxine, la hija pequeña de Buddy Baker, haciendo que un puñado de mascotas muertas se alcen de sus tumbas. Perros esqueléticos, gatos agusanados, loros a medio pudrir y algunos otros animales que hieden a muerte en una viñeta magistral que nos retrotrae al libro de terror Cementerio de animales. Aunque es probable que todo empezara antes… con la pesadilla: un tormento de sueño en el que el superhéroe es testigo de la muerte de su hijo mayor en un mundo donde los ríos son de sangre y las bestias se encuentran en estado de descomposición. Travel Foreman, uno de los principales dibujantes de la obra, se vale de un trazo fino y de un dibujo muy plástico que evoluciona tras cada vuelta de página para introducirnos en un mundo de pesadilla que se aleja mucho de lo que estamos acostumbrados a ver en cómics del género superheróico.
En estos primeros compases de la historia es cuando descubrimos que el mundo se rige por tres fuerzas: el Rojo, el Verde y la Putrefacción. Tres fuerzas ni buenas ni malas. Tres fuerzas necesarias. Tres fuerzas que siempre deben mantener un equilibrio. Pero de tanto en tanto una de ellas alberga demasiado poder y se descontrola. La Putrefacción codicia controlar el mundo y para ello levanta a los muertos e infecta de muerte a los vivos. Y además se vale de los Tres Cazadores: tres entidades capaces de suplantar a personas durante un tiempo. Cuando éste se agota la piel se cuartea y el cuerpo se desgaja dejando a la vista, y de forma violenta, los monstruos que habitaban en su interior. Travel Foreman vuelve a la carga: deformidades, supuraciones y gore digno de obras como La Cosa de John Carpenter o La Mosca de David Cronenberg. Su dibujo es tan singular que es bello y asqueroso a la vez.
Si la primera parte de Animal Man: El Reino Rojo es un road cómic en toda regla en la segunda tenemos la gran batalla por antonomasia. Mientras Animal Man se une a La Cosa del Pantano (aquí también entra en acción el guionista Scott Snyder) y a otros héroes para salvar el día en un mundo alternativo, Ellen, su mujer, se muestra como el verdadero pegamento que intenta a toda costa mantener unida la familia. La lucha de todas las luchas que todo gran evento DC acostumbra a tener entretiene mientras que las vivencias de Ellen y los críos convencen. La contienda se lleva a cabo en un lugar y un tiempo que reunirá a Green Lantern, Constantine, Grood, Beast Boy, Wonder Woman y Superman. Unos como paladines de la luz, otros como cadáveres que parecen extraídos del evento DCsos. La atmósfera irreal, el tono cercano a la fantasía épica, convierte a superhéroes en guerreros que bien podrían haber servido en las filas del ejército de Occidente comandado por Aragorn que marchó sobre la puerta negra de Mordor en la batalla de Morannon. El dibujante Steve Pugh comparte tareas con Timothy Green II. Mientras Pugh se encarga de la trama protagonizada por Animal Man y se mueve como pez en el agua en las escenas de acción dejándonos una narrativa visual muy dinámica y no demasiado engorrosa, Timothy Green II, con un trazo grueso, limpio y luminoso utiliza una composición sencilla para llevarnos junto con Maxine, Ellen y Cliff a vivir una aventura donde domina el suspense. Lemire y Snyder, de forma muy valiente, ponen fin a este segundo acto con una tragedia de la que no hay vuelta atrás. Pugh y Green apoyan las palabras con dibujos que hacen hincapié en el dramatismo.
El tercer acto de Animal Man: El Reino Rojo viene marcado por el dolor y la pérdida. En este punto Lemire se pone íntimo con los sentimientos y nos muestra cómo cada personaje lidia con el sufrimiento. Mientras algunos se enfocan por entero en el trabajo, otros huyen a mundos que se moldean a través de la imaginación. Es difícil que El laberinto del fauno de Guillermo del Toro no se cuele en los pensamientos del lector cuando viajamos al Rojo: un lugar mágico que los lápices de Rafael Albuquerque y en especial los de Francis Portela (dibujando animales antropomórficos, recreando un lugar de ensueño y belleza sin paragón) le dan ese toque de cuento de hadas. Y mientras devoramos una trama que nos ofrece terror y brutalidad, pérdida y reconciliación, amor y ternura, el arte de John Paul Leon nos permite acercarnos a Mallas, la película independiente en la que actuó Buddy Baker. Y así, de esta forma, Animal Man: El Reino Rojo publicado por ECC, un cómic que en algunos momentos alcanza cotas de sobresaliente, también nos deja Mallas, un cómic corto que a su vez es una pequeña obra de arte.