Anotaciones circulares, de Iban Petit
Puestas una detrás de otra, las canciones que se van intercalando en la historia de Marcos Amable y Alline Parker forman un disco entero. Doce canciones, cuarenta y ocho minutos. Justo lo que solían durar nuestros cedés, aquellos que comprábamos aunque conociéramos únicamente un tema, o dos, y que luego se convertían en la banda sonora de nuestras vidas. Porque no teníamos Spotify en aquel entonces, ni siquiera casi Internet, y había que poner todas las tardes los mismos discos, completos, hasta que los conocíamos de parte a parte o teníamos de nuevo mil quinientas pesetas o diez o quince euros para comprar el siguiente.
En el caso de Anotaciones circulares, de Iban Petit, también conocía el equivalente a una canción o dos, que fueron las que me decidieron a abrir el libro más que lo que me esperaba en el interior. Sabía que tenía una portada preciosa (cuenta como bonus track), aunque no imaginaba que luego la edición del libro fuera a ser tan cuidada como es (punto para los chicos de Expediciones Polares, que han empezado muy bien). Sabía además que era posible que algo importante latiera en su interior porque iba acompañado para las presentaciones por la música de Javier Sánchez (AMA, La Buena Vida), que ha compuesto una canción para la novela. Palabras mayores para mí, ánimo suficiente para coger el libro un viernes cualquiera.
Y no soltarlo hasta el domingo, ya casi terminado. Y luego robar algunos ratos al lunes y al martes para poder llegar hasta el final. Porque Anotaciones circulares es una novela que acompaña, que se cuela en el cerebro casi desde la primera página como un estribillo. Uno se sorprende en un metro lleno de gente imaginando las pecas de Alline o pensando en el trabajo de Marcos, tan parecido al propio, lo que da unas ganas enormes de abrir la novela de nuevo, de curiosear unas páginas más. El mismo impulso que lleva a escribir o a llamar a alguien cercano –hola, qué tal, qué estabas haciendo– simplemente por el hecho de saber cómo van evolucionando las vidas que nos rodean.
También por eso se termina Anotaciones circulares después de escasas doscientas páginas y deja la última esa sensación de vacío que resulta tan familiar para todos aquellos que hayan logrado zambullirse de lleno en una novela. Algo que sirve para Iban Petit y para Dean Koontz, que conste (no se me ocurría un ejemplo más opuesto). La orfandad del lector abandonado sin más novela que echarse a la boca. Punto para Petit.
Si descendemos al argumento con detalle podemos tener una impresión equivocada. El conjunto da al principio la impresión de historia de amor más o menos trillada: chico con complejos (¡y que encima escribe!), chica con un toque exótico (¡artista nomás!) y unas cuantas cancioncillas para adornar. No piensen lo peor. Anotaciones circulares va más allá.
Tampoco quiero contar demasiado, así que vamos con lo justo. Marcos Amable tiene un trabajo que detesta, como cualquiera. Sueña mucho y entre sus sueños está dedicarse a la literatura. También sueña con una mujer ideal, pero mientras tanto deja pasar a casi todas de largo y se hace unos largos (perdón, no me resistía al ripio fácil) en una playa que podría ser La Concha como podría ser San Lorenzo. Alline Parker, a la que sospechamos un pasado extranjero, sueña con ser pintora y, al contrario que Marcos, dedica todos sus esfuerzos a ello, lo que la lleva a ser tan deseable como pobre. La narración de su historia es alterna y Petit consigue que sus dos voces suenen diferente – Marcos es más reflexivo, Alline más espontánea y directa– dentro de un tono general contenido, preciosista sin caer en el barroquismo, que cuadra bastante bien con el decorado. Además, de una manera natural va intercalando letras de canciones y algún que otro poema, normalmente con bastante buen criterio. Y como guinda, una muerte, que se nos anuncia desde la primera o segunda página pero que tarda en llegar.
¿Recuerdan Sukkwan Island? ¿Recuerdan cómo la narración se partía en dos justo a la mitad y a partir de entonces surgía una historia completamente distinta? ¿Recuerdan cómo, impulsado por esa ruptura, uno de esos personajes se descubría entonces como totalmente distinto a como se lo estaban imaginando? Pues casi lo mismo. A mí me gustó aquella de David Vann y me ha encantado esta. Encontramos ese punto de ruptura y pensamos que todo ha estallado en pedazos. Es así en realidad, pero Iban Petit se aplica con el pegamento después… y el resultado salta a la vista.
Porque Anotaciones circulares es una obra redonda en casi todos los sentidos. Escrita con buen gusto, con suficiente gancho narrativo y pulso reflexivo como para abordar temas variados sin aburrir. La búsqueda de la propia identidad, la confusión entre la realidad y la ficción, el proceso artístico y su reverso sobrenatural, todo ello en un marco que, en unos cuantos trazos, cumple a la perfección para situar la narración. En la ciudad que describe podríamos reconocer San Sebastián como también podríamos reconocer una versión moderna de cualquier ciudad del norte de Europa. Un pozo urbano de soledad junto al mar, un contenedor de vidas que no es más importante que los gozos y las sombras que contiene.
Nada más que un lienzo sobre el que escribir en círculos.