Anoxia

Reseña del libro “Anoxia”, de Miguel Ángel Hernández

Anoxia

Cierro el libro y pienso en lo importante (y complicado a la vez) que es tener a alguien a tu lado con quien compartir los sentimientos que te provoca una lectura. Yo lo tengo y me siento afortunado, porque pude compartir, por ejemplo, la alegría que me produjo saber que habría un nuevo libro de Miguel Ángel Hernández, la extrañeza mientras lo leía, la rabia de que una cosa tan buena terminase. Fue entonces cuando ella me preguntó si en definitiva me había gustado y yo le dije que sí (¿qué voy a decir?), que Miguel Ángel sabe manejar el ritmo como pocos y que eso es muy difícil de encontrar; a lo que ella me respondió, porque ya había escuchado durante varias noches de qué iba aquello: «Pues como Clemente con las fotos, ¿no?». Fue ahí donde nació ese pensamiento de fortuna. 

Como digo, ha vuelto Miguel Ángel Hernández, que está en estado de gracia. Y no solo (ya no sé qué hacer, ¿le pongo tilde o no?) desde aquel exitoso El dolor de los demás, sino también desde aquello tan bueno que es El instante de peligro o Intento de escapada, todos con Anagrama. Ahora llega con Anoxia, una novela en la que cierta mujer viuda, quien regenta un pequeño estudio fotográfico y lucha diariamente con los sentimientos de extrañeza hacia su fallecido marido, con las dudas de si seguir con aquel negocio y pasión de los dos, se topa un día con una oferta muy peculiar: retratar a un muerto el día de su entierro. Esa oferta le llegará de la mano de un anciano y su asistente. Es ahí donde Dolores (ella) y Clemente (el anciano) iniciarán una relación laboral (y bastante personal también) que los llevará por diferentes entierros, por diferentes cámaras, por el mundo del daguerrotipo, de los bebés muertos, de los inquietos.  

Con las inundaciones del temporal Gloria y la contaminación del Mar Menor como fondo, Anoxia es algo macabro que se lee como si no lo fuera, es un recorrido por un mundo negro a través de una escritura que brilla, que sabe llevarte por donde quiere, adonde quiere, como quiere. ¿Es retratar a un muerto un arte? Esa pregunta y muchísimas más habitarán tu cabeza mientras leas Anoxia.  

Y en medio, dos cuerpos, que viven aunque no mucho: Clemente y Dolores, Dolores y Clemente. Él, cada vez más viejo, más solo y más enfermo, como si la culpa por algo que hiciera lo estuviera consumiendo. Ella, con cada vez más muertos a su alrededor, como si todos ellos fueran satélites de un muerto principal, el que ocupa sus pensamientos día tras días: Luis, su marido.  

Acabo hablando de Dolores y su historia para acabar con un pasaje de Dolores y su historia. Quizá uno de los mejores resúmenes del porqué todo ello: 

«Quizá por eso dijo que sí el primer día a Clemente. Y quizá por la misma razón ha continuado fotografiando estos meses. Para intentar llenar esa imagen vacía.» 

Quizás por eso dije que sí la primera vez que alguien me acercó un libro de Miguel Ángel Hernández y quizá por la misma razón he continuado leyéndolo estos años. Para intentar llenar el hueco de una literatura cada vez más vacía. Y Miguel Ángel lo llena, vaya si lo llena.

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