Soy una admiradora incondicional de Julio Cortázar, cualquiera que me conozca un mínimo lo sabe. Antes de hablaros sobre Aplastamiento de las gotas tengo que contaros mi historia de amor, poneos cómodos. Todo comenzó cuando yo tenía diecisiete años y leí Rayuela. Recuerdo que era verano, que hacía mucho calor y que leía tumbada en el sofá de casa de mis padres hasta las cuatro de la madrugada. Creo que en tres o cuatro días había acabado la novela y con ella algo había nacido dentro de mí. Llamadme cursi si queréis, no me importa. No puedo explicar con palabras lo que sentí al leerla y, sobre todo, lo que sentí al acabarla. Y eso que jugar con las palabras es mi trabajo, pero Cortázar consigue, extrañamente, que yo me quede muda. Estaba completamente alucinada, en una nube de palabras con acento argentino. ¿De verdad se puede escribir así de bien?, ¿esto también es literatura? Le debo el reencuentro con la gran literatura a Cortázar, le debo la pasión y la admiración, las ganas, el esfuerzo, la paciencia y la devoción. Como veis tengo una deuda muy grande con él y necesito estar a la altura.
Después de Rayuela vinieron el resto de sus libros: Los premios, Libro de Manuel, Diario de Andrés Fava, 62 modelo para armar, El examen… Los he leído y tengo todos. Conocí a los cronopios, las esperanzas y las famas. Y claro, deseé con todas mis fuerzas ser cronopia. Leí sus poemas, ¿sabéis lo buen poeta que es Cortázar? Es lo que tiene ser un mago de las palabras, que todo lo haces bien. Si Julio Cortázar no hubiese existido, la literatura estaría algo más vacía: nos faltaría la magia. Qué bueno que exististe, che.
Dos pequeñas anécdotas más y paso a hablar de Aplastamiento de las gotas. Colecciono Rayuelas. Tengo la edición Argentina, varias ediciones españolas y Rayuela en francés y en italiano. Si queréis regalarme algo, mi cumpleaños es en julio. Sí, como Julio Cortázar (podéis y debéis daros por aludidos). Cuando vivía en Rouen, viajaba a menudo a París. Me gustaba pasear por las calles que él había recorrido y descrito en sus novelas. El París de Cortázar es también una maravilla. En una ocasión, fui a visitar su tumba al cementerio de Montparnasse. Compré una rosa blanca, escribí una carta (su tumba está llena de cartas, es alucinante) y me fumé un cigarro junto a él mientras escuchaba Take Five en mi MP3. Le di las gracias y empecé a rebajar mis deudas con él. Aún le debo mucho.
Aplastamiento de las gotas es uno de sus pequeños relatos más conocidos. Y digo pequeño porque es realmente corto, pero de una sencillez embriagadora. Podría copiarlo aquí y aun así me sobrarían muchas palabras para la reseña. Obviamente no voy a hacerlo, porque lo que ha conseguido Nórdica Libros es darle alma a este relato en forma de libro. Una joya que a cualquier admirador de Cortázar le gustará tener.
Este relato tan sencillo, tan sentido, tan mágico y tan Julio Cortázar viene acompañado por las ilustraciones de Elena Odriozola. Ya os he dicho en alguna ocasión lo que me gusta la colección de libros ilustrados de Nórdica Libros. Son una preciosidad y aportan tanto espíritu a nuestras librerías. En este caso, las ilustraciones acompañan al relato de una manera sutil, tierna y emotiva. Se deslizan por el texto como las gotas de Cortázar por la ventana, casi con nostalgia.
Una última anécdota: mis dos gatos se llaman Teodoro W. Adorno y Flanelle. Sí, lo habéis adivinado, así se llamaban los gatos de Julio Cortázar.