Reseña de los libros “Aprendemos en casa y Vamos al museo”, de Miriam Elia
¿Es usted es de los que lleva a sus hijos al colegio más cercano y sin romperse mucho la cabeza o, muy al contrario, necesita recorrer media ciudad para tomar la decisión de cuál se ajusta más a “sus necesidades”? En uno u otro caso, ¿se ha preguntado por casualidad alguna vez por qué en la escuela se estudia esto o aquello y, sobre todo, quién decide dichos contenidos y la forma de presentarlos? Ojo, no se me haga pajas mentales, no estoy hablando del pin parental ni de chorradas por el estilo sino que quiero llevarle un poco más lejos. ¿Cuál es, en realidad, La Verdad? ¿Dónde nacen nuestros principios y nuestros valores, esos que parecen regir la sociedad en la que vivimos? ¿Estamos seguros de que son los correctos? Insisto: ¿cuál es La Verdad y, en definitiva, quién coño la ha creado?
Estas preguntas (o muy parecidas) son las mismas que nos hacemos al terminar de leer (con asombro y una sonrisa maliciosa en los labios) los dos primeros libros del proyecto“Escarabajo Pelotero” londinense y que nos trae a España la editorial Libros del Zorro Rojo, una editorial, por cierto, de la que hemos hablado poco por aquí pero que realiza una labor de edición inigualable en todas sus publicaciones, convirtiendo sus libros en ejemplares únicos e irrepetibles. ¡Bravo por ellos!
Por lo tanto, si usted es educador, formador, madre/padre, tío/tía, abuelo/a, tutor, representante legal, responsable del desarrollo integral de cualquier ser convertido en humano (o en vías de serlo) o, simplemente, es una incorregible alma contestataria e infeliz, no debe perderse por nada del mundo Vamos al museo y Aprendemos en casa, los dos primeros volúmenes del llamado “Programa de Lectura de Escarabajo Pelotero” (¡ojo, que hay tres más!), un proyecto sumamente original (y más subversivo aún) que nace en la cabecita radical y creativa de la polifacética artista británica Miriam Elia que, con la colaboración de su hermano, pone en marcha esta editorial de libros infantiles satírico-educativos de los que hoy vengo a hablarle. Para colmo de la originalidad, los hermanos Elia se recrean (con la misma sorna también, claro) en los conocidísimos Ladybird Key Words, una especie de recatados fanzines de lectura fácil con las ilustraciones naif típicas de los años cincuenta y que se utilizaban en aquella época en las escuelas inglesas para enseñar a los niños a leer y a conocer el mundo “como dios manda”.
Estos brevísimos libros-bomba ilustrados para niños serán censurados enérgicamente por las mentes adultas más moralizadas (que yo sé que no es el caso de la suya), pues están pensados para inocular en las adoctrinadas cabecitas infantiles de hoy en día, la duda y la crítica constante de la realidad en la que viven, la reflexión profunda sobre aquello de lo que nunca se duda por el hecho de formar parte (casi) de nuestro propio ADN judeo-cristiano-capitalista. Cada volumen está diseñado para hacer estallar todo de una maldita vez y así poder construirlo de nuevo desde el principio y, si es posible, con mucho más sentido de lo humano. La religión, la escuela, el arte contemporáneo, las emociones, el amor, la economía, el entramado patriarcal…Todo, o casi todo, salta por los aires en las explicaciones (brevísimos diálogos de dos o tres frases cortísimas) que una mamá sonriente y abnegada les da a sus amados y repeinados hijos sobre estos y otros temas capitales de los que nadie les habla con esa frívola claridad (y que dios salve su alma corrupta, amén). En cada página, por tanto, una provocación. Una llamada de atención. Una ingeniosa y desvergonzada mirada al mundo desde un libro infantil. ¿Se imagina algo más corrosivo?
Sí, lo sé. Soy consciente de que esto seguirá más o menos como hasta ahora, pero ver la cara de mi hijo al leer estos libros tan gamberros, hace que uno tenga algo de esperanza. Ojalá se acaben de una vez los rollos buenistas en los libros infantiles. ¡Que no salgan más Paulos Coelhos (necesitados de su propia camisa de fuerza) moralizando constantemente con aburridos cuentos a los niños y las niñas del mañana. Ojalá que, de una vez por todas y como dice el lema de la editorial Escarabajo Pelotero, lleguemos “a la educación por el estiércol” y que la mierda (y el mundo de verdad), empiece a aflorar en nuestras propias casas.