¡Sí se puede! Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades. ¡Este desahucio lo vamos a parar! ¿Burbuja inmobiliaria? Eso no existe. ¡Dación en pago! Sí, no se preocupe, todo irá bien, firme aquí. ¡No nos mires: Únete! Alquilar es tirar el dinero. ¡Ni gente sin casa, ni casas sin gente! Yo no tengo la culpa, solo hago mi trabajo. ¡No es una crisis, es una estafa! A nadie se le obligó a firmar. ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!
Los has escuchado. Lemas de los que han perdido el miedo. Gritos valientes en busca de justicia. Gargantas que vomitan signos de exclamación contra coletillas simplonas susurradas por patanes o mentiras desalmadas proclamadas por embaucadores. También los has visto. La lucha atroz, las amargas lágrimas de la derrota y las victorias esplendorosas. Pero cada vez se ven menos porque todo está volviendo a su cauce. ¿Verdad? Ellos lo dicen, lo repiten, retorciendo las palabras con esa lengua que emponzoña el lenguaje y que persuade al que quiere ser persuadido mientras barren lo incomodo bajo la alfombra de la invisibilidad. Pero que algo no sea mostrado no significa que haya dejado de existir. Todavía hay desahucios; todavía hay personas que se quedan sin casa. Afortunadamente hay gente que habla de ellos. Hay voces que no pueden ser silenciadas.
Aquí vivió: Historia de un desahucio, es una de esas voces. Un Pepito Grillo en forma de novela gráfica. La voz de una conciencia social de la cual parecen quedar solo brasas pero que realmente aún arde como una pira. Esa voz, la guía de los lectores, la que contagia empatía, es Alicia. Ella es una adolescente que debe enfrentarse a todos los sentimientos que se arremolinan en el estómago debido a la separación de sus padres. Por si esto no fuera suficiente descubrirá a través de un diario que el piso en el que ahora reside junto a su madre perteneció anteriormente a una familia que fue desahuciada. A través del diario, de los testimonios de los vecinos y conocidos y de los integrantes de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Alicia irá zambulléndose en una realidad, de la que pensaba no tenía nada que ver, de consecuencias desproporcionadas y de actos solidarios.
“La imaginación es la forma más barata de vivir otras vidas y no tiene consecuencias. No haces daño a nadie” pontifica el padre de Alicia al tener una charla sobre el diario que ésta ha encontrado. Actos y consecuencias, de eso va Aquí vivió: Historia de un desahucio. Actos reales e implicación, que a diferencia de los imaginarios nunca son inocuos. Pero el que realmente habla a través de ese hombre de gafas con montura redonda y rostro afable es Isaac Rosa, renombrado escritor que ahora ha decidido probar suerte como guionista de cómics. Y lo ha hecho como consorte artístico de Cristina Bueno. ¡Vaya pareja! Si el primero erige una historia indudablemente dramática pero sobre cimientos de esperanza, Cristina Bueno no se queda atrás e ilustra con dibujos de aspecto ingenuo, nada pretenciosos y de trazo cercano al boceto, entrañables ancianas con cientos de arruguitas y enormes orejotas, adultos de variado aspecto pero dignos en su pose y fantasmas de un pasado cercano y sombrío. Si Isaac Rosa nos habla de la gran estafa argumentando a través del típico director de banco cuenta cuentos, Cristina Bueno empapela la sede de posters engañosos que hablan de hipotecas fáciles de saldar o la atiborra de manifestantes en busca de honestidad. Rosa pone voz a adolescentes con historias que se entrelazan o habla de casa ocupadas; Bueno dibuja emotividad o culpabilidad, transforma manchas de humedad en historias y croquis de pisos sin habitar en planos cenitales donde habita el calor humano. Rosa habla de suicidios, brutalidad policial o niños que lloran; Bueno lo muestra. Podría parecer una batalla por ver quién cuenta más. ¿Bueno o Rosa? Solo que no lo es. Es una cooperación de talentos por mostrar la cara oculta de una tragedia. Rosa y Bueno. No es una batalla. ¡Es sinergia!
Aquí vivió: Historia de un desahucio, es una historia grande constituida por otras más pequeñas, todas con alta carga emocional (asegurado el nudo en la garganta, un enorme y jodidamente áspero nudo marinero que cuando intentas tragarlo es inevitable que se te salte alguna lagrimilla). En el cómic tienen cabida divertidos recuerdos de infancia, supervivencia de posguerra, absurdas pero ocurrentes leyendas urbanas y hasta algún elemento fantástico; en conjunto todo encaja a la perfección, como un puzle de suaves azules, ligeros verdes, hoscos grises y blancos lustrosos; los únicos colores que Cristina Bueno necesita. El cuadro final es revelador, angustioso, pero siempre ilusionante. Además pone de manifiesto que todos, de una forma u otra, por lo que hacemos o dejamos de hacer, estamos implicados en el tema de los desahucios.