Si las paredes hablaran, como dice la vieja cantinela con voz de madre, cuántas cosas contarían. Y en efecto, hablan, solo que muchos somos sordos ante su lenguaje. Hubo unos muros que contaron las vidas de antiguos faraones y sus riquezas; otras paredes nos dijeron que en una casa vivió un pintor —paradójicamente, sordo— atormentado por la soledad entre escenas de aquelarres; otros muros conservan el dolor de guerras y hambre, mientras que otras, el dulzor de amores vividos tras ellos. Para escuchar los relatos que esconden basta con detener el frenético pulso del mundo y observar. Pararse y contemplar una luz, una sombra; una grieta en los ladrillos, un vano que una vez fue y ahora lucha por volver a ser; en fin, huellas que se vuelven ventanas abiertas a la comunicación. Cicatrices del pasado que se conservan para aquellos que quieren escuchar.
Bea Luengo, jovencísima fotógrafa y magnífica conversadora, ha abierto un canal de comunicación entre el objetivo de su cámara y diferentes rincones de diversas ciudades para acercarnos algunas de esas narraciones. A medio camino entre la fotografía artística y la fotografía de arquitectura, este libro recoge, como su título indica, un Archivo arqueológico de la arquitectura encontrada. Un viaje emprendido por su autora a través de lugares tan distintos como, entre otros, Bayonne, Saint Jean Pied du Port, París, Amsterdam, Lanzarote o Buitrago de Lozoya, en busca de rincones perdidos e historias que contar.
En su viaje arqueológico, ha reunido unas cuantas imágenes, esos archivos encontrados, a las que acompaña de textos que las conecten. La sensibilidad y lo abstracto que caracterizan a las fotografías de Bea va pareja a la que muestra en sus textos poéticos que narran este trayecto fotográfico. El cuidado tratado del blanco y negro destaca en las fotos que se van sucediendo. La textura del granito de la pared que forma una «Señal de nacimiento» da la sensación de rasgarte los dedos al pasarlos por la página; las luces y sombras, como niños, juegan y se divierten fuera con la nieve; y la misma nieve sepulta una casa que, agonizante, nos observa, inspiración del perro de Goya.
En Clermont-Ferrand, Francia, se contrastan dos fotografías encontradas con muestras de deterioro: en una de ellas, sobre pared blanca, una puerta arrinconada ha sido bloqueada con gruesas rocas grises; en la otra, Bea realiza un juego entre luz y sombra con el que insinúa un tímido escalón que esconde, quizás, una salida.
«La bloquearon para no dejarla salir y se perdió en el silencio».
Los barrios periféricos de Madrid también ofrecen escenas que encontró e inmortalizó con su cámara. Un ¿certero disparo? que atraviesa el muro. Traspasa el papel a modo de ruptura de la cuarta pared teatral de este cuadro de corte pirandelliano en el que el personaje de la obra, ese agujero en la pared, se independiza del demiurgo y reclama su autonomía.
Y una de mis narraciones favoritas de este fabuloso archivo arqueológico es sin duda el perteneciente al capítulo Reconstrucción. Distintas fotografías encontradas en un tren en Amsterdam, o dentro de una caja tirada en la basura; otras, escondidas en el pintoresco pueblo de Bujalcayado o en un patio oculto de Alcalá de Henares. Un relato donde Bea Luengo ha unido los elementos de la naturaleza con las estructuras artificiales creadas por el ser humano. La naturaleza en lo material, máxima de la imaginación de Gaudí y su modo de concebir la arquitectura, visto a través de la mirada poética y abstracta de su autora.
«La nube que imaginó que eran ladrillos.
El cielo era el tejado y el sol, su ventana.
Los árboles eran columnas, vigas,
y las ramas, sus conexiones.
La copa de uno de ellos se dibujó en sus muros secos
y las olas del mar formaron habitaciones».
Archivo arqueológico de la arquitectura encontrada es el álbum ganador del certamen fotográfico Fotolibro<40, que promociona y selecciona a los mejores autores jóvenes de fotografía. Coeditado por la Comunidad de Madrid y la editorial Phree, este libro recoge en una cuidada y elegante edición la original idea de Bea Luengo y su sensible mirada poética del arte fotográfico. Diálogos, al fin y al cabo, entre aquellas paredes y aquellos que con ellas hablan. Porque si las paredes hablaran, y lo hacen, y si nos detuviéramos a observarlas y dejar que nos cuenten, hallaríamos relatos como los que Bea ha encontrado.