Me da mucha rabia no poder recomendar este libro a todo el mundo. Quería dejar claro esto desde un buen principio porque no quiero que este enfado me sea contraproducente luego en la reseña de un libro que me ha gustado tanto. Y me da tanta rabia porque es un libro que, además de darte un golpe de realidad de narices (algo que todos, aunque lo neguemos, siempre necesitamos), ofrece parte de las ganancias de su venta a algo tan necesario e importante como es la investigación de la ELA, la Escleroris Lateral Amiótrofica.
Vamos por partes: ¿por qué no puedo recomendarlo a todo el mundo? Pues para empezar porque es un libro muy duro. Pero mucho. Ya lo dice la faja bien grande cuando te acercas a él en la librería: «NO LEAS ESTE LIBRO (si no sabes reírte de tus desgracias)». Es totalmente así. Si crees que las penas no pueden tener banda sonora de risa olvida ya este libro y pasa a otro. Hay muchos. Pero, eh, si alguna vez te has reído de algo grave que ha pasado o, más importante, que te ha pasado, entonces quizá sí que puedas leerlo. Sé que de esos no somos muchos, así que, tristemente, no auguro (aunque no soy nadie para augurar y si lo soy, soy el peor augurador del mundo), y con perdón a Blackie Books, un gran éxito de ventas al libro. Por lo menos hasta que saquen la peli, que la sacarán.
Siguiente pregunta: ¿por qué eso de la ELA? Pues básicamente porque la ELA es uno de los personajes principales de esta novela. Y no como metáfora o alegoría de algo mucho más suave, no, la ELA se adueña de uno de los personajes de carne y hueso del libro y no lo deja hasta salir vencedora de la batalla.
Con esto, empecemos. Arde tu casa (en traducción de Jorge de Cascante) es la narración por parte de Dan Marshall, el autor, de un periodo de su vida, alrededor de los 25 años, en el que la ELA apareció en el cuerpo de su padre y obligó a Dan a volver a la casa familiar dejando atrás una ciudad de ensueño, una novia de ensueño y un trabajo de ensueño. Por si eso fuera poco, en casa le esperaba una madre con cáncer, muchos gatos sin control, una sirvienta asesina potencial de gatos y cuatro hermanos, a cada cual más extravagante. Y diréis, Dan es un héroe. Bueno, eso ya es otra cosa.
Para entender el libro y el porqué de la rareza que contiene primero hay que saber que la familia Marshall no es una familiar normal. Residentes en Utah, con todo de vecinos mormones, ellos son el prototipo perfecto de familia que cualquier fervoroso de la religión no quisiera tener nunca al lado. Malhablados hasta decir basta, bebedores, gritones, sarcásticos, bromistas, trasnochadores, todo lo que se os ocurra y más. ¿Y creéis que eso se acaba cuando a la madre le diagnostican el cáncer o al padre la ELA? Para nada. Un ejemplo: el primer día que tienen con ellos la silla con la que su padre podrá moverse y hablar mediante un ordenador, lo primero que el hijo/héroe Dan programa para que su padre diga es «Qué bien me vendría ahora una mamada». De ese palo va el libro. Y hay muchas más.
Entonces, ¿por qué está tan bien? Pues porque aunque primero te rías de él y con él y luego lo odies y te vengan ganas de pegarle una hostia y decirle que ya es mayorcito para centrarse y cuidar de sus padres y su hermanos, en cierto momento, sin darte cuenta y aunque parezca mentira, lo compadeces, lo entiendes, empatizas con él e incluso casi lo quieres. Porque nadie sabe relamente cómo combatir el dolor (no, tú tampoco) y Dan decide hacerlo a través del humor que siempre ha imperado en su casa. Podríamos decir que el humor es realmente el padre o la madre de esa casa. Acaba el libro y tienes unas ganas enormes de abrazarlo.
Con esa ristra de hermanos únicos, con el alcohol, la fiesta y la broma por bandera, con una madre que solo come yogures y lanza críticas entre una sesión y otra de quimioterapia, con una casa llena de pises de gato que nadie limpia, con un padre que corría maratones y en un año ya no se puede mover. Imaginaos a vosotros con todo eso encima, en esa misma situación. ¿Haríais broma? ¿A que no? Pues por eso para mí Dan Marshall es un héroe.
Qué cosa tan seria es el humor. Qué cosa tan seria es Arde tu casa.
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