“Magneto me arrancó el adamántium del cuerpo. Mi factor de curación es casi inexistente…” Así empieza el número 65 de Lobezno de la etapa guionizada por Larry Hama. Un cómic de grapa, de principio de los años 90, que he tenido que rescatar de mi vieja, irregular y variada colección, para poder refrescar algunos de mis vagos recuerdos. El cómic en cuestión es de esa época en la que Cómics Forum era el sello editorial encargado de traernos todas esas historias narradas por la factoría Marvel; esa misma época en la que todavía se les llamaba tebeos y que completar una colección era una tarea harto complicada, pues dependías del típico kiosco cutre de barrio, o de librerías especializadas en prensa que, normalmente, traían cómics de tanto en tanto para rellenar estanterías. Cómics que en muchas ocasiones compartían espacio con pornografía (la X los debía confundir) o revistas del corazón. Las tiendas físicas especializadas en cómics no abundaban, e internet, todavía en pañales, daba sus primeros pasitos hacia un mundo de oportunidades. Si a todo lo anterior le añadimos que por aquel entonces yo era un chavalín que dependía de la paga que le daban sus padres, podréis entender el porqué de una colección tan variada e irregular. Coleccionar cómics, por aquel entonces, era una aventura solo apta para comiqueros perseverantes dotados de una desarrollada habilidad de rastreo.
Pero antes de que continúe divagando, y me pierda en las batallitas de un friki veterano, me gustaría retomar el hilo principal, que no es otro que el adamántium de Lobezno. Ese material indestructible que recubre por completo el esqueleto del mutante y que unido a su factor de curación lo hace prácticamente inmortal. Siendo un impúber yo pensaba que formaba parte de la mutación de Logan. Pues tras haber leído un buen puñado de cómics de La Patrulla X y de los Classic X-Men, aquel tipo canadiense bajito y con malas pulgas seguía siendo para mí un enigma por resolver. Era, entonces, una etapa de insinuaciones más que de aclaraciones. No fue hasta el cómic con el que he abierto esta reseña, y tras un comentario que hacía Yuriko, más conocida como Dama Mortal, que descubrí que tras el esqueleto de Logan había un experimento. “¿Qué ha sido del proceso de mi padre? ¡No podía ser invertido!”
Ese proceso había sido explicado dos años antes, y el padre de Yuriko nada tenía que ver con él. Sí, también fue una época de cierto desbarajuste en las líneas argumentales. Barry Windsor-Smith fue el encargado de desentrañar, con pelos y señales, sin dejarse nada en el tintero, una de las etapas más trágicas del mutante más carismático de los X-Men. El cómic, al igual que el experimento, se llamó Arma X y borraba de un plumazo aquel halo de misterio que había envuelto a Lobezno durante tanto tiempo.
Arma X inicia con un Logan que se tortura a si mismo por lo que es, y por el desprecio que los demás sienten hacia su persona. Se pasa el día bebido, se mete en peleas de bar y malvive en una pensión de mala muerte. Una noche, saliendo de un bar en aparente estado de embriaguez, es secuestrado. Logan dejará de ser Logan. Los científicos se encargarán mediante diferentes pruebas de convertirlo en una bestia; un ser sin remordimientos, sin conciencia. Intentarán de forma brutal, arrancarle aquello que todavía lo hacía humano, y todo con el fin de convertirlo en un súper soldado; un arma que sea implacable e invencible en el campo de batalla. El arma perfecta.
Arma X no es la típica historia en la que Lobezno se las tiene que ver con un enemigo. Arma X es la crónica de un experimento, de todas las perrerías que se le hicieron al sujeto de pruebas. Pruebas inhumanas, dignas de la mente de un científico chiflado y sin escrúpulos. No solo experimentan, a todos los niveles, con el cuerpo de Logan, sino que lo hacen también con su mente. Situaciones que crean una línea directa de empatía entre el lector y el pobre conejillo de indias humano. Es inevitable sentir lástima por Logan y rabia por los científicos de moral disoluta que, a pesar de las muestras de dolor que manifiesta el individuo, deciden llevar su tortura hasta niveles abominables. “Así que puede sentir lo que le estamos haciendo, ¿no? La mayor parte sí. El pobre bastardo se está retorciendo de dolor.”
Con Arma X Barry Windsor-Smith se convirtió en Juan Palomo “yo me lo guiso yo me lo como”, pues no solamente se encargó del guion, el dibujo o el color, sino que su nivel de involucración en el proyecto fue tal que lo llevó a dibujar las portadas o a incluso ocuparse de parte de la rotulación. Y si de la extraordinaria parte gráfica hay que destacar algo, es sin duda la capacidad del autor para mostrarnos a un Lobezno brutal, más animal que persona, con un estilo que mezcla los cómics clásicos de los 70 y 80. Pétreos músculos, tendones marcados, venas inflamadas, dientes afilados, salpicaduras de sangre; nunca habías visto así antes a Lobezno. Nunca habías visto a un Logan tan fiero y sanguinario. Nuestro querido mutante convertido en un monstruo que transmutará, a golpe de zarpa, una historia de ciencia ficción en una de terror (entre Frankenstein y Alien) mientras se pasea, con la única vestimenta que le ofrecen un casco futurista y unas baterías colgando de su cintura, por una estación científica repleta de soldados; o bajo la nieve, momento en el que nos será revelado que la brutalidad en ocasiones puede alcanzar a la belleza.
Esta última edición que nos trae Panini Cómics de Arma X , además de gozar de una calidad visual increíble, es una magnífica oportunidad para conocer muy de cerca ese experimento que ya forma parte no solo del esqueleto y la psique de Logan, sino también del imaginario de todos los fans del mutante.