Todos hemos tenido que pasar por ese tortuoso trance alguna vez en nuestra vida, ya haya sido en el colegio, en el trabajo o en la Asociación por el Fin de las Campañas Electorales (de próxima creación). Hablar en público y, lo que es más importante, ser capaz de transmitir un mensaje a un colectivo no es una tarea sencilla ni agradable para todo el mundo. Por supuesto que hay personas con dones innatos para la dialéctica: seres sobrehumanos que, sin mucho trabajo, son capaces de emplear una entonación atrayente, de calcular los tiempos entre frase y frase para crear expectación en el auditorio, de saber a dónde mirar, de utilizar el lenguaje gestual de forma eficaz… Pero a los que no fuimos tocados con la varita mágica del talento comunicativo sólo nos queda un camino para mejorar: practicar y aprender de los que ya tienen dominado este arte.
Seguramente son cientos, si no miles, los libros que existen en el mercado editorial para enseñar a hablar en público. De entre los que he leído hasta la fecha podría recomendar ‘Aprender a hablar en público hoy’, de Juan Antonio Vallejo-Nágera, por lo ameno y sencillo de su lenguaje, así como por los ejercicios que recomienda el autor para ir practicando durante la lectura. Sin embargo, Arqueros de la palabra tiene a su favor un enfoque muy original, que lo separa de los trabajos pedagógicos existentes en esta materia. Su autora, Maty Tchey, Diplomada en Técnicas de Expresión y Oratoria, elige como hilo conductor el relato de un viaje que realizó con su hija pequeña un verano para ir introduciendo, capítulo a capítulo, consejos y experiencias personales para ayudarnos a progresar en nuestra comunicación.
El relato del viaje forma una parte inseparable del mensaje que desea transmitir la autora. Y es que Tchey aparta el foco de sus enseñanzas de los escenarios y de los estrados para situarlo en nuestro día a día. A grandes rasgos, la postura que defiende es que difícilmente seremos buenos comunicadores en nuestra vida profesional si no cuidamos la forma en que nos comunicamos con nuestro entorno y con los seres que nos rodean. Una idea con la que no podría estar más de acuerdo, dicho sea de paso.
Uno de los aspectos que más me han atraído durante la lectura han sido las intervenciones de ‘la voz’. La autora ha dado un fuerte protagonismo a ese yo pesimista y tóxico que todos tenemos en nuestro interior, ese que nos invita a tomar el camino fácil o a rendirnos en lugar de a pelear por lo que deseamos.
La autora tampoco es la típica profesional de la comunicación. Sólo hay que ver alguno de los vídeos de sus charlas en YouTube para darnos cuenta de que posee un estilo muy personal y bastante distanciado del del conferenciante más ortodoxo. Dentro de sus enseñanzas vincula la comunicación con el Kyudo, un arte marcial japonés que emplea el tiro con arco como método de exploración personal. La relación entre esta disciplina y la oratoria, en un principio difícil de vislumbrar, se va haciendo palpable con el paso de los capítulos. Una de las máximas que Tchey expone varias veces en su relato y que, en mi opinión, sintetizan el objeto de este libro es que, al igual que en el Kyudo la meta no es el acertar en la diana, sino todo el proceso anterior al lanzamiento de la flecha, en el arte de la oratoria el éxito no se encuentra en el discurso bien ejecutado, sino en todo el recorrido de búsqueda y superación personal que lo ha precedido.
No considero, por tanto, que éste sea un libro que contenga un método propiamente dicho para aprender a hablar en público. Más bien al contrario; desde mi experiencia, este trabajo está más enfocado a servir de apoyo a aquellos que estén interesados en mejorar su forma de comunicar de forma progresiva y a partir de la exploración personal: conociéndonos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, para saber en qué aspectos es necesario un esfuerzo extra para ser más capaces comunicativamente.
Estamos, por tanto, ante un libro que no busca sustituir a los manuales tradicionales o a los cursos de oratoria, sino que los complementa y amplía su ámbito de actuación. Busca reflexionar y aconsejar más que impartir lecciones magistrales y su lectura se hace agradable e interesante, incluso para aquellos que no tenemos todavía fijada nuestra próxima intervención en la Asociación por el Fin de las Campañas Electorales.