Ave del paraíso, de Joyce Carol Oates
Hay un nombre que resuena en la literatura americana contemporánea. Entrevistas, referencias a sus libros, incluso ha sido reseñada en este blog. Ya no se puede hablar de lo que ofrece Estados Unidos en términos literarios, sin mencionarla a ella. Pero por un abuso de novelas con buenas historias pero no con la calidad literaria que te deja boquiabierto -como pasa con escritores latinoamericanos, europeos o asiáticos- hice un alto y seguí ignorando. Una percepción mía, claro. Sé que sería generalizar, estereotipar a la literatura americana como banal. Después, por supuesto, me encuentro citando en mi cabeza a Salinger, O’Toole y digo que puedo estar equivocada. Y el nombre Joyce Carol Oates salta para decirme: “Sí, estás equivocada”. Eso sucede cuando descubrís a un autor del que has escuchado mencionar tantas veces, que te intriga pero…todavía sentís cierta distancia. Todavía prejuzgas. Hasta que leíste Ave del paraíso y te callaste la boca.
Krista Diehl por un lado y Aaron Kruller por el otro. Sus caminos se cruzan en un pequeño pueblo, de una forma trágica y hasta absurda. Alguien muere. Es Zoe Kruller, mamá de Aaron y amante de Eddie, papá de Krista. ¿Quién fue? ¿Quién mató a esta mujer? Hay dos opciones: el papá de Aaron o el papá de Krista. Flechazo de dos criaturas.
Ella culpa al padre de él, él al padre de ella. Ella adora a su papá con fervor y marca distancia con su madre. Él no puede dejar pasar la sensación al ver a su madre muerta y la toma con Ben, hermano de Krista. Hay odio y tensión pero hay atracción, una atracción que es sexual y se manifiesta casi salvaje, primitiva.
Oates relata la historia en la voz de Krista primero. La relación con su papá, episodios con su mamá, sus intentos desesperados y casi guiados por el magnetismo que le genera Aaron, de acercarse a él, de creer que él sabe quién es ella. Luego, Aaron nos ofrece el otro lado de la historia, con sus propios recuerdos relacionados a su familia, a su adolescencia y a Krista. Finalmente, el reencuentro años más tarde de dos personajes unidos por los errores cometidos por sus padres, por un odio que se vuelve carnal y se convierte en algo que va más allá de la pasión.
Es la atracción generada por los personajes, la inocencia que los envuelve pero que se ve destruida ante la muerte de Zoe y con un pueblo entero juzgando y eligiendo al asesino. Los dos hijos, pagando las consecuencias y generando lástima y angustia. Relaciones turbulentas con sus padres, con los amigos y ellos dos…fundidos en un único episodio que los acerca.
Todo el odio de Aaron hacía el posible asesino de su madre y todo el amor de Krista por su padre y su ferviente devoción por su padre por sobre todas las cosas, se condensa en la relación distante que mantienen desde niños, acusando al padre del otro.
No sólo se trata de una historia poderosa, pero para generar una narración arrolladora se necesita a una autora como Oates, que acierta en cada palabra con la medida justa para hacernos entender este vínculo que parece imposible pero que, no obstante, no lo es cuando los protagonistas hablan y describen.
La tensión está presente y es palpable, corta el aire. El lector es espía y hasta es casi comprensible ese traspaso de odio al amor atravesado por el dolor, la tragedia, la pérdida de los seres queridos y la búsqueda de justicia que se disuelve en el deseo carnal.
Mi rechazo inicial se disolvió ya en las primeras páginas. No juzgo más a la literatura americana de la misma forma, porque hay muchos autores que poseen calidad literaria de la talla de los clásicos y porque, seguramente, en algún momento se conviertan en clásicos en sí mismos. Digo Joyce Carol Oates y me callo la boca. Ella sí que sabe contar una gran historia utilizando un brillante estilo narrativo.
Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)
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