Creía que tras el espectacular final del segundo número la cosa se iba a relajar algo, pero no, no. ¡Qué va! La cosa no ha hecho más que coger ritmo y menudo ritmo. Con Clark, Heather y el mapache diabólico parlante (o el animal que se suponga que sea) atrapados en el Reino Rojo está claro lo que va a suceder en este nuevo arco, ¿no?
Sadie va a entrenarse duro como una Sarah Connor con la ballesta de Daryl, el de The Walking Dead, para estar preparada en el momento en el que tenga (y pueda) adentrarse en el infierno para recuperar a su hijo y hermana. No está sola en tan demoniaca empresa. Tiene a su padre y a Olivia y Simón (la pareja de madre e hijo que conocimos al final del arco anterior) que no están muy convencidos de la valía de Sadie, por mucha camiseta de tirantes a lo Linda Hamilton que se ponga. (¡Si ni siquiera lleva gafas de sol ni fuma!) Con semejante comando, ¿qué puede salir mal? Muchas cosas, la verdad. Todas, en realidad. Lo saben, pero aunque les vaya la vida en ello, lo intentarán porque la alternativa es la resignación, quedarse de brazos, rendirse… la nada y la duda de saber cómo estará el pequeño anticristo.
Y no puedo contar más. Ya he contado casi casi la mitad, pero tengo que decir que me ha gustado esta visión del infierno. No es un infierno dantesco en el que se ven almas en pena condenadas a tormentos horribles, ni barqueros transportando a los muertos de una a otra orilla… ¿Bichos espeluznantes, grotescos y enormes? Sí, de eso que no falte. Cuarto y mitad. Tampoco es como el de esa puñetera, colosal y magnífica obra maestra que es el Lucifer ideado por Gaiman. Aquí hay luz y color. Luminosidad por doquier en base a naranjas, rojos y amarillos. Sí, los colores del fuego constante que no cesa.
¿El diablo aparece? Sí, vaya que si aparece. Y menos mal, porque es una aparición que no consigue sino hacerle ganar puntos a este cómic. Con una imagen sorprendentemente inesperada (no desvelaré nada, tranquilidad), una personalidad divina y una aparente e inicial imagen de pachorrismo y pasividad adolescente que no se hace abofeteable porque dice muchas cosas con sentido acerca del bien y el mal; de Dios y de lo que se dice, se cuenta y se rumorea del diablo; de las intenciones de llevar a cabo un apocalipsis o no… Lo típico de lo que hablas cuando te encuentras con el Señor de las Tinieblas.
En resumen, Babyteeth 3 : La cuna, es un cómic que se lee rapidísimo, que sigue al mismo nivel de los dos números previos (o incluso lo eleva), que consigue dotar de coherencia al conjunto y que va conformando un riquísimo universo propio a partir de la mitología cristiana.
Sinceramente, esperaba diversión cuando comencé con el primer tomo, pero estoy recibiendo muchísima más de la esperada.
El dibujo, sin ser para tirar cohetes, es muy funcional y no le pongo ni una pega. Rostros expresivos y un entintado glorioso acaban por completar una obra que debería leer todo aquel al que le gusten las historias de anticristos, semillas del diablo y similares.
Un 666 sobre 10.