Bartleby, el escribiente, de Herman Melville
Un clásico intemporal; fascinante y conmovedor
Si preguntan por ahí, les dirán que “Bartleby, el escribiente” es un hito de la literatura, que anticipa a Kafka, que Borges lo consideraba piedra angular de la narrativa contemporánea, que Camus lo cita entre sus principales influencias. Bien, anotaré esos datos por si algún día llego a ser catedrático de literatura comparada, pero no me hacen falta para afirmar que “Bartleby” es un cuento excepcional, casi perfecto. Por su estructura, por su oralidad, por sus personajes se diría que es un cuento canónico y, sin embargo, es rematadamente original.
Un abogado de Wall Street necesita contratar un nuevo escribiente, ya que los dos que hasta el momento tiene en nómina no dan abasto. Se decide por un personaje silencioso y sombrío, pero que desde el principio se convierte en el mejor de sus empleados (algo que, por otra parte, no era demasiado difícil). Pero un día, de repente, el pálido y misterioso Bartleby se niega a cumplir una orden.
“En esta actitud estaba cuando le dije lo que debía hacer, esto es, examinar un breve escrito conmigo. Imaginen mi sorpresa, mi consternación, cuando sin moverse de su ángulo, Bartleby, con una voz singularmente suave y firme, replicó:
-Preferiría no hacerlo”.
A partir de ese momento Bartleby comienza a rehuir toda acción, consumiéndose en una especie de implosión; Bartleby preferiría no obedecer, preferiría no contestar, preferiría no marcharse de la oficina. Y, ante esta extraña resistencia por parte de su empleado, el abogado reacciona de un modo no menos absurdo.
Melville, con su prosa precisa, construye una historia sencilla, cotidiana, casi anodina, pero cargada de tensión desde el primer momento. El lector no puede sustraerse de la curiosidad de saber cómo terminará el pulso de Bartleby ¿contra su jefe? ¿contra él mismo? Tampoco puede dejar de conjeturar las causas que han empujado al copista a adoptar tal actitud. Se podría pensar que Bartleby reivindica su derecho a elegir, su libertad, pero no es un rebelde, simplemente preferiría no hacer nada. No niega ni afirma. Quizá pretende desaparecer, volverse invisible a los ojos de los demás, o tal vez se trata de una fábula sobre la deshumanización de la sociedad, cada uno sacará su conclusión. O no sacará ninguna, y simplemente disfrutará de un cuento fascinante, intemporal y conmovedor.
Pero hay más: hay algo mejor que leer este cuento, y es leerlo en la edición de Nórdica, ilustrado por Javier Zabala, Premio Nacional de Ilustración en 2005. Las ilustraciones de Zabala captan perfectamente la atmósfera asfixiante de la oficina y el laconismo de Bartleby. Un lujo de libro.
Javier BR
Además, la lectura de este cuento permite disfrutar de un lenguaje extraordinariamente elegante que le emparenta con Dickens o Chesterton y que, por ser un extraño lujo en estos días, es casi un personaje más. Creo recordar de hecho un relato del Padre Brown en el que Chesterton seguramente trató de homenajear a este magnífico Bartleby, aunque como lo digo de memoria y ésta, como el propio amanuense, prefiere no recordar, no podría asegurarlo.
Gracias por tu comentario, Andrés. Ciertamente Melville, como otros escritores del XIX y principios del XX, hace un uso muy elegante del lenguaje. Su prosa es muy rica y, a la vez, muy accesible. Yo diría que más que un personaje, el lenguaje aquí es como una buena banda sonora; está siempre presente, se adapta a las imágenes, realzándolas, pero no eres consciente de que está sonando.
Sin embargo, a pesar de su aire clásico, el tratamiento que hace Melville de la historia y de los personajes es muy ingenioso, adelantándose a su tiempo en varias décadas.
(Tengo que reconocer que nunca he sido muy aficionado a las aventuras del ingenioso cura-detective creado por Chesterton, así que me temo que no conozco el relato que mencionas.)
Saludos,
Javier
Por desgracia, no soy una entendida en literatura. Sé de leer y sentir con lo que leo, y me gusta conmoverme y sentirme bien cuando me pongo a ello, cerrar un libro con una sonrisa, pensando tal vez que siempre podemos ser mejor de lo que imaginamos… es un poco aquello de los tonos pastel que ya mencioné una vez.
Todo esto viene a que, el aún impronunciable para mí Bartleby, ha despertado mi curiosidad, y creo que puede ser uno de esos personajes que irremediablemente conmueven a quien tiene la oportunidad de conocerlo. Gracias por presentármelo, me encantará leerlo.
Saludos!
PD: Buenísima la cita que colocas en la reseña, me ha hecho mucha gracia. 😉
Me alegra verte de nuevo por aquí, Delia. Espero que me perdones si me pongo pedante, creo recordar que la última vez también te respondí con una cita, pero, qué le vamos a hacer, si no tengo ideas propias.
Borges afirmaba en su autobiografía: “No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”. Si, como dices, sabes sentir con lo que lees, te sobran todos los conocimientos sobre literatura;)
Anímate con Bartleby, es más fácil leerlo que pronunciarlo; se lee en una tarde, pero te dará para pensar -y que sentir- durante días.
Saludos,
Javier
Con todas estas referencias entrecruzadas, quién se va a negar a leer esta novelita. Siempre me había dado un poco de respeto el autor (por ‘Moby Dick’, supongo) pero ahora ya le tengo perdido el miedo.
“Bartleby”, aparte de ser mucho más corta, es una obra mucho menos densa que “Moby Dick”. Es una lectura muy agradable, que deja gran parte del trabajo a la imaginación del lector.
Saludos,
Javier
Tarde, pero quería comentar sobre la importancia de este texto de Melville.
No soy el único en afirmar que Bartleby es en muchos sentidos una anticipación a la obra de Kafka, fundamentalmente en torno a su crítica de la modernidad y de la civilización mercantil occidental y sus consecuencias: la enajenación.
Aplaudo además esta edición ilustrada¡¡¡ En hora buena para una de maravillosa crìtica a la enajenación que se ha realizado en la letras norteamericanas. Saludos
Coincido con todo lo que dices, Librería. Bartleby se puede leer por puro placer, pero no hay que olvidar su gran influencia. Gracias por el comentario y saludos.