En una reseña anterior, hablaba yo de los cuatro jinetes del Apocalipsis o de una gilipollez parecida, ¿lo recuerdan? Pues bien, hoy voy a contarles algo sobre otro de esos cuatro forajidos de la escritura patria. Porque Jon Bilbao es un auténtico cowboy de la ficción y sus libros de cuentos y sus novelas (aunque, puestos a elegir, yo me quedo con los primeros) son siempre Rock and Roll del bueno. Intensos y salvajes, pero también oscuros y profundos, son textos que nos plantan casi siempre en mitad de situaciones tan límite que podrían llevar a cualquier a perder la cabeza sin remedio y que, en muchas ocasiones, rayan, incluso, lo fantástico o lo alucinatorio. Sin embargo, si usted lee con atención (¿existe otra forma?) a Jon Bilbao, siempre encontrará en estas historias una estupenda metáfora o reflexión velada sobre lo que nos pasa en este extraño lugar en el que todos tratamos de sobrevivir, teniendo muchas de ellas, además, un claro color autobiográfico. Por estos y otros muchos motivos más, Jon Bilbao se ha ganado con merecimiento (y grandes dosis de imaginación y oficio) el aplauso de diferentes tipos de público. Su particular y original prosa, siempre rotunda y ágil, tan hipnótica y apocalíptica a veces, y las historias que nos regala, lo han convertido, premios aparte, en uno de los mejores escritores en lengua castellana de la actualidad.
Pues hechas las presentaciones y como no nos podemos besar ni achuchar mucho, entraré directamente en materia y le diré que de todo lo que he leído de Jon Bilbao hasta la fecha, su última obra, Basilisco, es, sin ninguna duda, la mejor de todas. Pero yo, que soy enamoradizo y ya le he cogido a usted cariño, voy a darle varios argumentos de peso con los que intentaré ayudarle a que invierta esos veinte euros de la mejor manera posible, que es haciéndose con esta novela. Porque ya sabe usted que la comida basura es, a la larga, muy cara e insulsa y además engorda, y no está la cosa como para ir por ahí tirando el dinero alegremente, que con las cosas del comer no se juega.
Primero, lea usted Basilisco por la trama, por la historia de indios y vaqueros tan original (y moderna) que nos cuenta Jon Bilbao. O las historias, mejor dicho. Porque, en realidad, historias hay dos y se entremezclan maravillosamente para tenernos viajando del pasado al presente sin posibilidad de descanso. Por un lado, como le digo, asistimos a una especie de western macarthyano, lleno de épica y de intensidad, con personajes peligrosos y mucha violencia y desasosiego. Todo transcurre tras la Guerra de Secesión norteamericana, cuando los buscadores de oro y los mineros atravesaban el sur de Estados Unidos en busca de fortuna y de aventuras sin par, y los indios salvajes recorrían igualmente los estados de Nevada o de Idaho tirando flechas del amor sin parar y cortando bonitas cabelleras. En segundo lugar, Bilbao nos cuenta con su peculiar (e irónica) visión del mundo, las idas y venidas existenciales de una especie de escritor que antes de todo fue ingeniero -¿asturiano y que podría llamarse Jon?- y al que su matrimonio con Katherina y la paternidad le están aplastando los pulmones. Entonces, al alojarse en una finca en Reno, en el estado de Nevada, que resulta ser propiedad de la última descendiente viva de ese misterioso y violento forajido llamado John Dumbar, alias “Basilisco”, decide investigar sobre su vida y contárnosla magistralmente a usted y a mí para ver si, de esta forma y a la misma vez incluso, consigue entender y reorientar la suya propia. Sobre estas dos grandes líneas argumentales, la ficción del pistolero John Dumbar y la ¿realidad autobiográfica? del escritor en crisis, Bilbao nos suelta todo su extraordinario arsenal narrativo y nos regala un libro que es mitad novela mitad libro de cuentos, o lo contrario. O puede que nada de lo anterior.
En segundo lugar, le recomiendo leer Basilisco por el disfrute que nos produce siempre el puro espectáculo, porque la escritura de Jon Bilbao es técnicamente deslumbrante y portentosa y hay todo un Hollywood escondido en ella. Me refiero a esas cosas de las escenas, las secuencias, los planos, primeros planos o contraplanos, con música de fondo y tal, y que en este libro encontrará (o sentirá) usted muy a menudo. Hablo de un montón de imágenes potentísimas y que se le quedan a uno grabadas en la mente durante semanas. Hablo de episodios fantásticos, impregnados de sangre, de suplantaciones o de arañas gigantes dignas de los sueños infantiles del Carterescu más delirante, así como de las sorpresas y los hallazgos increíbles que aparecen donde uno menos se lo espera. Solo por esto y dado el nivel de infumabilidad y de autocomplacencia banal y ñoña que existe en la zona peninsular, a Jon Bilbao debería usted incluirlo en sus rutinas habituales si lo que busca es comer rico, respirar aire limpio y darle un poco de mambo del bueno a su pobre corazón espinado.
En tercer y último lugar (y no por eso el menos importante, pues esta es, quizá, la dimensión del libro más difícil de contar ya que estas cosas las hemos leído en otros libros anteriores, ya sean de Jon Bilbao o no), en Basilisco, encontrará usted una reflexión valiente e irónica (incluso, quisquillosa) de la paternidad y de las relaciones de pareja, de los silencios y los abismos que se crean (que creamos) con nuestros familiares más cercanos, de los miedos y anhelos de nuestra infancia que definen luego nuestros comportamientos adultos. Pero por si eso fuera poco, en un momento crucial del libro, las arañas y la sangre de la que le hablaba antes, le ayudarán a vislumbrar con claridad (y con algo de espanto, incluso) lo que implica ser escritor, con la puesta en escena de un original recurso estilístico y metafórico made in Bilbao y que supondrá un recordado ejercicio de dignificación del oficio y, por añadidura, de la literatura que se hace llamar a sí misma honesta y de calidad. ¡Bravo, joder!
En definitiva, Basilisco nos muestra cómo el presente se remonta siempre y de forma inevitable al pasado, a nuestra niñez o incluso mucho más atrás, allí donde todo es una cueva oscura y misteriosa. Pero si con estos argumentos no he conseguido convencerle para que corra a buscar su ejemplar de Basilisco, entonces tengo claro que prefiere esperar a que vengan a por usted los indios, que viene a ser lo más parecido a sentarse a leer cualquier cosa que no se parezca en nada a esta, mientras los días pasan sin remedio. Que conste que yo lo he intentado, vaquero, y que no pienso repartir más el botín.