Es imposible leer todos los cómics que se han publicado del Caballero Oscuro desde su primer número, hace ya 80 años hasta hoy. Imposible. Si tuviera que recomendar los, para mí, imprescindibles me llevaría bastante hacerlo, porque como en toda casa, hay de todo, y DC no es una excepción, pues tiene también su morrallita. Tendría mucho que pensar y además odio discriminar y hacer listas, pero con seguridad los que metería serían: Batman: Año uno, El regreso del Caballero Oscuro, El largo Halloween, Dark Victory (estos dos últimos tienen una calidad artística y argumental increíbles), la colección Gotham Central, las colecciones de historias de ocho páginas en blanco y negro de los Batman: Black and White, Silencio, Joker (de Azzarello), y, por supuesto, La broma asesina. Y me dejo algunos. O muchos. Fijo. Pero lo que no quiero es dejar de incluir desde ya en esa pequeña lista que mantengo abierta la puta maravilla que acabo de echarme al coleto: Batman: Caballero blanco (aunque debería titularse mejor Joker: Caballero blanco).
No es la primera vez que el Joker se vuelve cuerdo y bueno (ni será la última) y asume su identidad de Jack Napier. Esta vez lo consigue gracias a una medicación. Sin embargo sí que es la primera vez que el Príncipe Payaso, se pone tan a favor del bando de la ley. Por supuesto, ni Batman ni los lectores vamos a estar seguros de si la recuperación es real o solo parte de otro retorcido plan parido por su mente enferma, pero los gothamitas (que siempre han sido de un muy extraño y fácil convencer) parecen creerle cuando el Jok Napier ataca y acusa al departamento de policía de corrupción y a Batman de los daños colaterales y los destrozos provocados en su lucha contra el crimen. Destrozos que, mira tú por dónde, tienen mayor frecuencia en la zona más pobre de la ciudad. También se va a ganar a parte del propio departamento al hacerles ver que Batman podría compartir su avanzada tecnología con ellos para obtener unos mejores resultados. En definitiva, los problemas de Gotham suceden por culpa de Batman.
Toda esta trama se desarrolla de una manera inteligente y hábil, haciendo entrar al lector en un mundo de cuestiones que se van a trasladar a este cómic y que muchas veces se ha preguntado (¿quién paga los desperfectos?, ¿todo lo que hace Batman lo hace por su afán justiciero, o en realidad le gusta repartir estopa?…)
El Joker va a ser el héroe de la historia, el reverso del Caballero Oscuro, el Caballero Blanco. Batman ha ido demasiado lejos y sorprende ver como en las primeras páginas Napier acude a Arkham y, ante un Batman encadenado, le suelta: “Batman. Necesito tu ayuda”, como ocurrió a la inversa en el pasado alguna que otra vez.
Pero para hacer todo esto más impresionantemente creíble, contamos con un Alfred que, fiel a su personaje, daría todo lo que tiene por Bruce Wayne, y tenemos también a parte de la batfamilia, que va a tener diferentes opiniones y actitudes, respetables y lógicas, respecto al cambio orquestado en su enemigo y sobre una propuesta que este les hará.
Y sobre todo, el golpe maestro es la jugada que Murphy ha hecho con Harley Quinn y que no voy a desvelar, pero que es sin duda el tercer personaje en importancia en la historia y con la que Murphy ha aprovechado también para lanzarle alguna pullita al respecto de cómo ha cambiado desde sus orígenes hasta su última versión en minishorts.
En cuanto al dibujo, ¿qué puedo decir? Si ya me gustaba su trabajo anguloso en American Vampire, Murphy sigue fiel a sí mismo y reconocible en su estilo con un ejercicio de brillantez gráfica acojonante con el que creo que ha disfrutado bastante (no hay más que ver el juego que le dan todos los batmóviles que ha querido incluir. ¡Están todos, desde el de la serie de los 60 hasta el de la serie animada, así como el que él mismo ha diseñado!)
En Batman: Caballero blanco Murphy dibuja y guioniza una historia trepidante, con un ritmo vertiginoso, unas páginas que te secuestran de la realidad desde el principio y de las que a la vez quieres y no quieres bajarte porque es una de esas raras ocasiones en las que quieres que la diversión no acabe e intentas dosificarte la dosis. Un cómic impactante, atractivo y poderoso, que va a quedar rondando por mi cabeza mucho tiempo y que, como he dicho al principio, va desde ya a la lista de imprescindibles del murciélago.
Por cierto, tan buena crítica y recaudación ha cosechado, que ya se está trabajando en una continuación.
Una puñetera obra maestra, una lectura imprescindible y un enorme entretenimiento con el que disfrutar una y mil veces.