Ha costado lo suyo. Ha pasado más tiempo del que me hubiera gustado, y ha sido una espera dura, pero al fin he podido leer la conclusión de la historia pergeñada por ese genio del pincel que es Marini.
¿Veis la portada? ¿Veis lo mismo que yo? ¿No veis puro arte por los cuatro costados? Si ya por sí misma merece la pena hacerse con este tebeo. No me digáis que no. Si tanto esta colorista portada, con los tonos violeta, rosa y verde dominando, como la del número uno, con un Batman antagónico mirando en dirección contraria al Joker forman un cuadro doble digno de cualquier museo. Y lo digo en serio, que todos hemos visto cosas y cosas en los museos de arte moderno de las que hemos dicho de todo menos bonito…
Y además, como ya dije del tomo precedente, tenemos una edición que podemos considerar de lujazo por ese formato europeo con tapa dura y papel del bueno bueno.
Pero venga, vayamos sin más rodeo al turrón. ¿Qué vamos a ver en esta segunda parte? Un Joker molón. Eso para empezar. Un Joker sensacional con el que el lector puede por fin reírse a pesar de lo cabrón que es. Las escenas con Harley, (por cierto, con un diseño de personaje espectacular de la cabeza a las botas), como aquella en la que toca el piano y pasa de la “comida japonesa”, o la discusión final, son canelita. ¿Y qué decir, ¡oh, sí!, de la escena de la quedada con Bruce Wayne…? ¡¡Antológica!!
Me tengo que frenar para no contar nada que destripe demasiado y estropee el vivirlo por uno mismo. Lo siento, soy un creador de hype con este cómic, no puedo evitarlo. Luego lo leeréis y me mandaréis a la mierda y diréis que estaba bien, pero que no era para tanto y blablablá… Así que me voy a moderar… (pero mola mil).
Recordaréis que el Joker había secuestrado a la supuesta hija de Wayne. Será ahora cuando veremos lo que el señor J quiere a cambio de la niña, que no será otra cosa que un diamante con el curioso nombre de Gato azul. Y si hablamos de diamantes y gatos no puede faltar Catwoman, que tiene sus propios planes para dicha joya…
La historia se resolverá de manera quizás algo típica, pero tampoco es que se desarrolle mal y, a decir verdad, no veo otra forma de llegar a la resolución. Además, el final con la intervención de la niña me ha gustado y, por encima de todo, la guinda, el broche de oro, es la última página. Un final para nada esperado, que te impacta y te hace preguntarte si realmente el Joker está tan jodidamente loco y enfermo mentalmente como parece.
“Tus enemigos te definen, princesa. Cuanto mayores sean, mejor te sientes al vencerlos. Si lo tienes presente, te ira bien”.
En resumen, tenemos una historia en dos volúmenes muy atractiva, original, lejos de lugares comunes, con situaciones muy bien aprovechadas y descubrimientos a lo grande, que engancha desde la primera viñeta, y que todo fan del murciélago y del buen dibujo debería leer tiene que tener en su casa. Un cómic que puede revisionarse cuantas veces apetezca sin aburrirse de ello, aunque solo sea por el disfrute visual del dibujo y del color.
Lo dicho. Una obra premiable.
Batman: El príncipe oscuro (2 de 2) está llamado, sin ninguna duda, a convertirse en un clásico, en un referente y en una lectura obligada, y no creo equivocarme si digo que Marini va a recibir unos cuantos premios por este trabajo. Porque si Dragó pensó que Un mar violeta oscuro era una obra maestra comparable a Cien años de soledad, yo afirmo que este cómic marcará un hito similar al que lo hizo La broma asesina. Hala. He dicho. Si después de estas líneas no os dejáis embaucar por Marini, yo ya no sé…
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