No sé cuándo fue la primera vez que oí comentarios sobre la película Battle Royale, estrenada en el año 2000. Quizá cuando hubo gente que opinó que la tetralogía de Los juegos del hambre, que comenzó a publicarse en 2008, la plagiaba; cosa que yo no sé porque ni he leído los libros de Suzanne Collins ni visto las adaptaciones cinematográficas.
Mi debilidad por todo lo japonés hizo que me llamara más la atención Battle Royale. Mientras los cines se llenaban para ver la saga americana, yo vi la película japonesa en mi casa. Y me gustó mucho.
Hace tan solo unos meses, me he enterado de que también es un libro, escrito por Koushun Takami en 1999 y considerado una obra de culto entre los jóvenes del país nipón. Por supuesto, tenía que comprobar cómo ese despliegue de violencia se plasmaba en letras, así que me agencié la edición de Minotauro. Por suerte, apenas me acordaba de la película, por lo que podía disfrutar de la historia como la primera vez.
El subtítulo de Battle Royale es «42 estudiantes. Solo 1 puede sobrevivir», lo que resume bastante bien de qué va. Por eso me sorprendió que la novela tuviera 541 páginas, con un tamaño de letra tirando a pequeño. Pero es que Battle Royale no es solo una orgía de violencia, aunque lo parezca a simple vista.
Te pongo en situación: en la República del Gran Oriente Asiático (un estado totalitario ficticio), como medida de control de rebeliones, se lleva a cabo el Programa, que consiste en que 50 clases de secundaria luchen a muerte en el juego Battle Royale. Los aíslan en una isla con un collar que controla su posicionamiento (y que explota si intentan quitárselo), un arma para cada uno (que puede ir desde un picahielo hasta una metralleta), y comienza la cuenta atrás para que todos ataquen a todos hasta que solo quede uno, el ganador, al que se le otorga una pensión vitalicia y una tarjeta autografiada del Gran Dictador.
Los lectores presenciamos la partida de la clase de tercero B del instituto Shiroiwa, con 21 chicos y 21 chicas. Están los populares, los bichos raros, los atletas, los malotes… Es decir, los roles típicos, y ni siquiera así sabemos cómo van a reaccionar. Porque cualquier ser humano en una situación extrema es impredecible.
Es de esa clase de novelas en las que te preguntas todo el tiempo: ¿qué haría yo? Por supuesto, no todos están dispuestos a matar a sus compañeros, algunos de ellos, amigos de toda la vida. Pero las normas son estrictas y no les queda más remedio que entrar en acción. Unos tratan de esconderse, otros asesinan movidos por puro terror, los hay que disfrutan con ello y hasta los que planean cómo acabar con el juego y con el propio Gobierno. Y Koushun Takami nos mete en las cabezas de unos y otros, mostrándonos sus miedos, sus desconfianzas, sus motivaciones, sus recuerdos.
¿Conocen realmente a sus compañeros de clase? ¿En quién pueden confiar? ¿Queda algún aliado o solo hay enemigos? ¿Alguien será capaz de ver más allá de su propia supervivencia?
En Battle Royale hay violencia, sí, mucha; pero sobre todo reflexiones de cada protagonista y en cada enfrentamiento. Y es imposible no ponerse en la piel de los personajes, encariñarse con unos y desear que maten a otros. Página tras página, la lista de la clase de tercero B del instituto Shiroiwa va disminuyendo —«Quedan 40 estudiantes», «Quedan 32 estudiantes», «Quedan 18 estudiantes»…—, y Koushun Takami nos mantiene en vilo hasta el final.
En el macabro juego de Battle Royale, ni siquiera los lectores salimos indemnes.