Battle Royale, de Koushun Takami
Tiene su aquel, desde luego y decididamente, aunque uno haya visto la película Battle Royale, como es el caso, leer la novela en la que está basada. Y eso, aunque nos sepamos la historia y aunque el autor, Koushun Takami, necesite sus casi 700 buenas páginas para contárnosla. No es para menos: se trata de referirnos el terrible destino de esos 42 estudiantes de instituto, chicos y chicas de 15 años, desde que parten en viaje de estudios hasta que… en fin, mueren.
De formas terribles, además: presas del terror; enloquecidos por el miedo, algunos de ellos; víctimas de emboscadas o de trampas; apuñalados, atravesados por flechas o balas, ensartados con tenedores, hendidos con hoces… y de más formas, algunas de ellas descritas con el espíritu analítico y escrutador de la cámara de un documental (y en algunas escenas no hace falta ver ninguna imagen, se lo aseguro).
Lo más terrible de las muertes de estos chicos y chicas es, sin embargo, de quién es la mano que se la inflige: de un compañero, puede que hasta amigo o tenido por tal. Pues ésa es la única regla del juego llamado Battle Royale: los jovencitos deben sobrevivir todo lo que puedan; idealmente, sobrevivir más que todo el resto de sus compañeros de clase, lo cual implica que, de ser necesario, deberán matar a los demás.
Koushun Takami sigue los derroteros de todos los estudiantes. Algunos duran más, otros duran menos. Algunos se nos dan a conocer más; el autor comparte con nosotros detalles sobre sus infancias, sus familias, quiénes son sus amigos, por quiénes están colgados, en qué destacan y demás. Otros son meros comparsas. Takami escribe en episodios más bien cortos, y en cada uno de ellos se fija en un personaje o en un pequeño grupo de ellos. Destaca el joven llamado Shuya, quien muy pronto se convierte en el protagonista. Intuimos que va a sobrevivir, pero quizá no porque sea más inteligente que los demás, ni siquiera porque sea el más noble. De todos modos, sólo uno puede sobrevivir, así que ¿no tienen todos las mismas probabilidades?
El fuerte de Battle Royale no es la acción –aunque ésta está bien narrada, en ocasiones muy bien; normalmente no encuentro nada atractivas las prolijas descripciones que suelen hacer muchos autores de las peleas cuerpo a cuerpo o de las persecuciones a vida o muerte, entre otras cosas porque la descripción de cada movimiento, golpe, esquinazo, etc. resulta repetitiva, cansina y morosa, pero encuentro que Koushun Takami tiene un talento especial para este tipo de escenas–, sino el trasfondo sobre el que ésta sucede. Y es que ¿pueden imaginarse Japón como una dictadura? Pues Koushun Takami lo ha hecho; lo que hoy conocemos como Japón, y gran parte de Asia oriental, es en la novela la República del Gran Oriente Asiático, controlada por una sucesión o dinastía de dictadores a quienes se conoce por esa denominación, y sus camarillas. Son ellos, ese gobierno, el que hace décadas instauró el juego de Battle Royale como pieza estratégica de la salvaguarda de la nación y de su capacidad defensiva frente al malvado enemigo imperialista de los Estados Unidos, y es ese gobierno el que obliga a sus jóvenes a matarse entre ellos. Koushun Takami describe una dictadura casi perfecta, en la que lo más inquietante es la aquiescencia de los súbditos, quienes comulgan con ella porque les proporciona un nivel de bienestar material sin parangón en el mundo entero. Koushun Takami examina y pone de manifiesto esa borreguez a la que tiende la gente cuando se le ofrece una comodidad y una prosperidad por la que apenas tiene que hacer sacrificios, salvo, ah, sí, las vidas de los miembros más jóvenes e indefensos de su sociedad.
Battle Royale, la novela, es ya una obra de culto, admirada por conocidísimos creadores norteamericanos con una concepción muy particular de la violencia. Dicen que es una crítica a la sociedad japonesa, aunque yo he visto en ella una crítica más amplia (no conozco la sociedad japonesa más que de oídas, por lo cual no puedo opinar sobre lo acertado de ese juicio). Lo cierto es que la novela se presta a una visión muy simplista, porque la violencia es cruel, y tanto más difícil de leer cuanto que es ejercida y sufrida por quinceañeros. Sería, sin duda, demasiado difícil de leer si no fuera porque esa narración es en sí misma una crítica a lo que o a los que provocan que esa violencia sea posible, aunque no sea más que con su silencio. A veces, incluso así es muy difícil de leer, así que absténganse espíritus muy sensibles.