Reseña del cómic “Big X”, de Osamu Tezuka
Cuando pensaba que Osamu Tezuka ya no podía sorprenderme se publica Big X y descubro que el Dios del Manga incluso se atrevió con el tema de los superhéroes. Ingenuo de mí creer que alguien tan prolífico, capaz de trabajar en varias obras de manera simultánea y con más de 700 mangas en su haber no habría hecho incursión en la ficción superheroica. Y es que Tezuka no solo tocó todos los palos de su profesión, sino que la reinventó desde cero. Para ello tomó como influencias la forma narrativa del teatro, así como las caracterizaciones de los actores de las obras orientales, y le añadió la épica visual del cine de animación occidental. No en vano Tezuka era un fan acérrimo de las películas de Walt Disney y de los cartoons de los hermanos Fleischer. La narrativa secuencial del manga, hasta aquel momento acartonada y encerrada en viñetas que eran una prisión de historias cortas, cambió radicalmente: las viñetas ahora funcionaban como cámaras que enfocaban el lugar donde ocurría la acción y las historias eran mucho más largas y de guion más elaborado. Su influjo por lo occidental, en especial por lo estadounidense, se vio incrementado después de que Japón fuera ocupado por Estados Unidos tras el fin de La Segunda Guerra Mundial. En aquella época Tezuka se convirtió en un admirador de la figura de Superman así como en un pacifista consumado por razones más que obvias. Dos características que marcan claramente el hilo narrativo de Big X, la nueva obra que Planeta Cómic añade a La biblioteca Tezuka.
La Segunda Guerra Mundial toca a su fin y Hitler está a punto de volarse la tapa de los sesos. Durante todo el conflicto los nazis han estado trabajando en una fórmula secreta para crear supersoldados y, llegado ese momento de necesidad, la quieren utilizar para girar las tornas y reconducir la guerra. Por suerte, el doctor Asagumo, uno de los implicados en el proyecto, decide esconder la fórmula. El lugar elegido es el apéndice de su hijo. Con este prólogo de apenas algo más de veinte páginas Osamu Tezuka sienta las bases de una historia repleta de espías, de monstruos gigantes, de sociedades secretas y de gente con habilidades especiales.
El primero en conseguir superpoderes será Akira, nieto del científico que ocultó la formula. Tras un rocambolesco giro de los acontecimientos le será inoculada la sustancia conocida como Big X. Dependiendo de la cantidad que se inyecte pasará de tener superfuerza a convertirse en un gigante capaz de aplastar un edificio bajo su bota. Con la fuerza de Hulk, las capacidades de crecimiento de Ant-Man y la moralidad y la ética intachable de Superman (aunque con pinta de Capitán América), Akira se dedicará a acabar con todo villano que se cruce en su camino. Y en el primer arco argumental, y como no podía ser de otra forma, los nazis serán los enemigos a batir, o al menos la sociedad secreta heredera de los nazis originales y que buscan hacerse con la fórmula para conquistar el mundo. En este primer arco narrativo el autor crea la típica historia de origen superheroico. Tropos del género de ciencia ficción y clichés de los cómics americanos se mezclan con folclore y conceptos muy arraigados en la cultura japonesa. En las escenas de acción es donde más se pone de manifiesto esta urdimbre, pues tan pronto podemos pasar de una persecución en coche a una batalla entre monstruos gigantes que recuerdan esas películas en las que todo tipo de kaijus aterrorizan a la población japonesa. Y es que, con un personaje principal capaz de sobrepasar la altura de un edificio, Tezuka aprovechó para divertirse dibujando todo tipo de acciones inverosímiles. Akira cargando con un tanque en cada mano y disparando como si fuera un pistolero, haciendo papilla un submarino nuclear o viajando agarrado a dos aviones bombarderos son algunas de las sensacionales escenas que muestran las capacidades imaginativas del autor.
A medida que avanza la trama nuevos personajes van apareciendo, de igual forma que lo hacen las logias que buscan dominar el mundo. En Estados Unidos los villanos son una mezcla entre el ku klux klan y los masones y sus fines no distan mucho del de los nazis. Un grupo secreto en un lugar que recuerda a la Unión Soviética y otro grupo de criminales en un país que podría ser Corea del Norte. Todos y cada uno de ellos son la representación de esas naciones embarradas en guerras, conflictos o carreras armamentísticas. Y como no, Akira, convertido en Big X, es la respuesta de Tezuka ante tanta hostilidad. Pero el héroe no estará solo en su encomienda pues, poco a poco, se irán uniendo otros a su causa. Desde una muchacha con poderes telepáticos, a grupos de renegados, a científicos bonachones hasta personajes de moral disoluta que cambiarán de bando en busca de poder.
Al final Big X resulta una obra notable, pero no está entre las mejores de Osamu Tezuka. Probablemente un héroe demasiado pagado de sí mismo y algunos giros de guion que se sustentan en no pocos deus ex machina puedan lastrar su disfrute, pero es imposible no deleitarse con todas las virguerías gráficas, con unas escenas de acción increíbles, con ese humor que te pilla con el pie cambiado y que te arranca una sonrisa, con la rotura de la cuarta pared y con ese maravilloso, y siempre necesario, mensaje antibelicista.