Billie, de Anna Gavalda
Imaginaos dos mundos que chocan, que lo hacen tan fuerte que el uno y el otro acaban destrozados. Después, cuando ya sólo quedan los pedazos intentan el uno al otro recomponerse. Pieza a pieza. Pero ya hay algo que ha cambiado, ya no son los mismos. Se estrellaron y el universo les cambió para siempre. La fuerza de cada uno de ellos hizo que se resistieran, que intentaran dejar las cosas como estaban, pero eso fue imposible. Ya nada era lo mismo, por mucho que quisieran pegar los trozos dispersos con el pegamento más fuerte del mundo. Billie encierra esa historia. La de dos personas que se cruzaron, que chocaron en el camino hacia la madurez y se sirvieron el uno al otro como bastón con el que sobrevivir los obstáculos por donde caminaban. Dos mundos que chocaron en un instante, una vida juntos y a la vez separados, dos seres marginados por la sociedad que sólo encontraron una salida posible: la amistad. Porque cuando dos mundos se golpean tan fuerte es imposible que todo quede como estaba. Y por eso ni las estrellas son capaces de entenderlos. Son dos, aunque en realidad parezcan uno. Dos almas, dos cuerpos, dos corazones que se mueven a un compás diferente pero que aun así fijan su mirada en el mismo futuro. Un amor, la diferencia de personalidades, un planeta que gira y gira para terminar mareándose. Y al final, cuando ya todo ha quedado quieto la posibilidad de quererse como nadie nos ha querido hasta ahora.
Billie y Franck son dos personas que no debieran haberse encontrado nunca. De hecho, no estaban destinados a hacerlo. Pero la vida juega sus cartas como más le conviene y sus caminos se cruzarán convirtiéndose el uno en el que apoyo del otro. Una historia de un amor diferente, pero no por ello menos amor.
Hay una teoría que dice que los autores acaban estancándose en el mismo género una y otra vez. Que por mucho que lo queramos siempre encontraremos el mismo tipo de historias en sus novelas. A eso lo llaman: no arriesgarse. Bien, puede que para algunos autores sea cierto, pero Anna Gavalda con esta historia ha roto esa especie de maldición que la postraba en las historias de amor edulcoradas y llenas de amor en ciernes, como ya nos descubrió en Juntos, nada más. Parece mentira que yo diga lo que voy a decir ahora pero, con todas las de la ley, este libro ha acabado por sorprenderme. Lo empecé con cuidado, intentando fijarme en los detalles de lo que me estaban contando, pero después sentí como mis ojos se habían despegado del papel de analista para convertirme en un lector que no puede dejar de leer por mucho que la comida esté ya en la mesa. Y es que, qué dura es la vida a veces, qué dificultad ser feliz cuando todo a tu alrededor es simplemente una mierda, qué decepción se lleva uno cuando ve que las cosas siguen su curso y al final uno no se ha movido lo suficiente. Por eso Billie me sorprendió: porque a pesar de su dureza, a pesar de lo directo que es el mensaje de que la vida a veces puede doler, y mucho, refleja a la perfección ese momento en el que la luz se abre paso y llega hasta nosotros en forma de persona, en forma de ese amigo que nos salvará de todos los males, aunque esté igual que nosotros, porque ya se sabe que las penas compartidas son menos penas. La vida puede hacer daño, pero nosotros seremos capaces de sobreponernos a ella.
Pongo en evidencia mi personalidad en cada una de las reseñas que hago. Y la pongo porque las lecturas como Billie tocan una fibra en mí que todavía no acabo de explicarme con precisión. Desear que Anna Gavalda no deje de escribir es una obviedad. Desear que estas historias que parecen pequeñas se conviertan poco después en muy grandes es un deseo con el que vivo siempre que voy a mi trabajo. Me gusta cuando la gente coge un libro y se lo lleva y recuerdo lo que a mí me ha hecho sentir, lo que ha llegado a trastocarme la existencia. Porque es así. En este libro dos mundos chocan, dos universos completamente diferentes se encuentran y ya no se sueltan. Y es que en realidad en eso consiste caminar por la vida: en tropezar, en caerse, en agarrar la mano de alguien que nos ayuda a levantarnos, en estar jodidos y después no estarlo, en disfrutar y sentirnos a merced de un juego diabólico. Somos esos dos extremos que siempre chocan, en algún momento, y como con esta lectura, al final, cuando haya un punto y final que lo arregle todo, veremos esa pequeña luz que, sin ser nuestra salvación, se convertirá en ese oasis que llevábamos esperando durante demasiado tiempo.
Me encantó la reseña, me gusta mucho leer a Anna Gavalda, ya quiero leer esta nueva novela, gracias por compartir