Reseña del libro “Billy Summers”, de Stephen King
He podido comprobar que últimamente mi relación de amor-odio con Stephen King se está yendo más hacia el amor que hacia el odio. Y eso es algo de lo que me alegro muchísimo porque eso significa que una de dos: o que por fin estoy consiguiendo conectar con sus historias y su forma de de escribir o que me está dando lo que yo necesito en estos momentos. Sea cual sea la respuesta, el caso es que los últimos libros que he leído de él (sobre todo La sangre manda y Después) me han parecido historias insuperables. Hasta que he conocido a Billy Summers.
Veamos, antes de entrar en materia tengo que decir que le he encontrado un pero muy grande a este libro y ha sido que, tal vez, podría haber contado lo mismo en la mitad de páginas. Pero ya sabemos lo que le suele pasar a este autor… a veces se va por los Cerros y se viene arriba incluyendo historias paralelas que si bien suelen ser interesantes en ocasiones pueden sonar repetitivas. Ha sido el caso de esta novela. De haber economizado la historia creo que la novela habría mejorado muchísimo. Pero en fin, él es el maestro, y al final a él le encanta enrollarse como las persianas en determinadas escenas y… qué se le va a hacer. Viene con la marca de la casa.
El caso es que quitando este pequeño contra (que es de lo que más se está quejando la gente en estos lares conocidos como Internet), diré que la novedad de King es un libro que sorprende y cuyo final hará que pienses si será cierto eso de que el autor estadounidense, al fin y al cabo, tiene su corazoncito.
Verás, todo empieza con Billy, el del título del libro, que es un asesino a sueldo que tiene como misión matar a otro asesino a sueldo. Billy, lejos de parecer un personaje desalmado, deja claro desde el principio que él solo mata a personas que se lo merecen. Vale, él también es un asesino y quizás merecería morir por ello, pero el es asesino de asesinos, no sé si me explico. Él solo acepta casos de gente que ha hecho cosas muy turbias y por lo tanto eso le da una especie de licencia especial para matar. El caso es que Billy tiene que adoptar una identidad falsa para seguirle los pasos a su objetivo, y los que le encargan el caso le proponen que se haga pasar por escritor. Le darán una casa nueva, un buen ordenador y incluso le proporcionarán una oficina para que la pantomima sea todavía más creíble. A él le parece bien, sobre todo teniendo en cuenta que, después de leer tanto como él ha hecho, siempre se ha preguntado si valdría como escritor. Y, sí, Billy va a aprovechar esta oportunidad para escribir de verdad. Total, tiene tiempo de sobra hasta que termine el caso y también tiene muchísimas cosas que contar.
Entre identidades falsas —Billy se lo curra muchísimo para pasar desapercibido y construir una historia creíble a su alrededor— con el que más cómodo se siente es con aquella que le permite sentarse delante del ordenador a contar su historia. Porque ha decidido que eso es lo que va a hacer: retratar su vida (la de verdad, la que nadie conoce, ni siquiera los de arriba) y soltar por fin todo lo que tiene dentro.
Sin embargo, llega un momento de la historia en la que el lector se preguntará qué más puede ocurrir. Y eso es, más o menos, en torno a la página doscientos. Y, contando con que por delante quedan más de cuatrocientas… ¿qué as se tiene guardado King en la manga? Ya te aviso: uno genial. Y ojalá pudiera hablarte de esto en la reseña, pero creo que estropearía la magia creada por el autor y que hace que el libro se vuelva mil veces más interesante llegado ese punto.
En fin, Billy Summers recuerda un poco a esas historias antiguas suyas, aunque dejando de lado los aliens, monstruos y fantasmas que tanto le gusta añadir a sus novelas. En este caso, se ciñe al thriller sin saltarse las reglas y dándole muchísima personalidad a los protagonistas (que están tan bien caracterizados que el lector no querrá separarse del libro con tal de no estar lejos de ellos). En definitiva, un gran acierto por parte del autor y un gran trabajo de edición por parte de Plaza & Janés y su traductor, Carlos Milla Soler. Me temo que, de seguir así, voy a tener que redefinir mi relación con King y que esta pase de ser de amor-odio a idolatría completa.