Reseña del libro “Bordados”, de Marjane Satrapi
Tardé mucho en leer novelas gráficas, pero no pude estrenarme mejor para enamorarme de este formato: Persépolis, de Marjane Satrapi. En serio, si hay alguien que cree que las novelas gráficas, cómics o como queramos llamarlos son literatura menor, un mero pasatiempo intrascendente, que lea Persépolis, a ver si alguno de esos prejuicios sobrevive. En mi opinión, debería ser de lectura obligatoria. Después leí Maus, otra novela gráfica de renombre, y muchas más que he reseñado por aquí, pero Persépolis sigue siendo mi preferida. Así que no he podido resistirme a la reedición que Reservoir Books ha hecho de Bordados, donde nos reencontramos con varios personajes de Persépolis.
Ambas obras son autobiográficas, por lo que en ellas aparecen la propia Marjane Satrapi, su madre y su abuela. En el caso concreto de Bordados, se centra en su época veinteañera, en una de esas tardes en las que las mujeres se reúnen después de comer a tomar un té (samovar) y hablar a espaldas de los demás, o como ellas lo llaman, ventilar el corazón. Y falta les hace, porque, en cuanto aparece un hombre, vuelve el silencio.
Bordados es eso: una reunión de mujeres iraníes hablando sin velo y sin tapujos. Cosas de mujeres, dirá de nuevo alguien prejuicioso, como si lo que solo afecta a las mujeres fuese menos importante que lo que solo afecta a los hombres. Esas cosas de mujeres a menudo se ignoran o simplemente se silencian, aunque sean problemas que han sometido a más de la mitad de la población durante décadas y décadas y aún condicionan la vida de millones: niñas casadas con hombres mayores, matrimonios de conveniencia en busca de libertad y una sexualidad llena de tabús, pues gran parte de la valía de una mujer depende de si es virgen o no.
En esas charlas distendidas, cada mujer toma la palabra y cuenta una anécdota propia, o la de su prima o su amiga. El eje suele ser el sexo o el matrimonio; de ahí que en la contracubierta definan Bordados como «un Decamerón moderno y en viñetas». La mayoría suelen ser experiencias traumáticas, pero narradas de este modo, con la distancia del tiempo o desde la confianza, se vuelven incluso cómicas. Unas mujeres muestran cómo tienen interiorizada esta forma de vivir (incluso costumbres tan salvajes como la del bordado que da título al libro) mientras otras se rebelan ante estos encorsetamientos sociales. Marjani Satrapi no necesita más que dejar que las mujeres hablen para hacer un retrato certero de su sociedad y un alegato a favor de la libertad de las mujeres, especialmente la sexual. Y como bien se señala en la contracubierta, «nos enseña qué significa ser mujer, no solo en un país islámico, sino en cualquier lugar del mundo».
Bordados no es una obra tan ambiciosa como Persépolis, pero es un complemento ideal para todos aquellos lectores que ya la hayan disfrutado o un aperitivo perfecto para quienes aún no lo hayan hecho. La sencillez de trazo de Marjane Satrapi y sus guiones ágiles no exentos de humor son siempre cautivadores.