Qué importante es un buen profesor. Yo he tenido la suerte de cruzarme con unos cuantos, esos que me dejaban con la boca abierta por la cantidad de cosas que sabían y por la pasión con la que explicaban su materia. Los que se limitaban a leer lo que ponía en los libros o a mostrar un resumen en Power Point, seguro que no han quedado en el recuerdo de ningún alumno.
Jorge Luis Borges fue profesor universitario. No sé si en aquella época sus alumnos eran conscientes de la suerte que tenían de escuchar en vivo y en directo al que llegaría a ser uno de los grandes referentes de la literatura del siglo XX; pero, gracias a que grabaron sus clases de literatura inglesa para los compañeros que no podían asistir, ahora nosotros comprobamos lo maravillosas que eran.
En Borges profesor, Martín Arias y Martín Hadis se han encargado de recuperar las transcripciones que se hicieron de esas grabaciones en cintas magnetofónicas que ya se han perdido. Gracias a su edición, viajamos al pasado y nos sentimos un alumno más de aquel curso de literatura inglesa que Borges impartió en la Universidad de Filosofía y Letras de Buenos Aires en 1966. Se han esforzado por ser fieles a las palabras del gran autor argentino, conservando sus repeticiones y latiguillos, y solo han intervenido para solventar errores de transcripción o reordenar frases para facilitar la lectura (no se sigue igual una exposición oral que una escrita).
Al leer Borges profesor, nos damos cuenta de que sus clases no eran nada ortodoxas. No explicaba el temario, sino que relataba el carácter de los autores y las circunstancias vitales que se reflejaban en sus obras para que de este modo sus alumnos se entusiasmaran con ellos y no tuvieran más remedio que leerlos. También ayudaban a esta motivación sus comentarios irónicos al criticar las obras o cómo ejemplificaba la forma en que las sucesivas invasiones de Inglaterra habían ido modificando la lengua y los recursos literarios.
Como gran lector que era, no faltaban las curiosidades literarias, como los paralelismos entre El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson. Y como escritor, sus reflexiones sobre el lenguaje eran oro. Imposible no embelesarse cuando explicaba cómo las descripciones se convirtieron en metáforas cada vez más complejas; cómo las diferentes visiones del mundo de ingleses, celtas y escandinavos se plasmaban en sus palabras y su literatura; cómo los géneros gramaticales influyeron en la poesía o por qué la lengua inglesa integró los términos germanos para aludir a la naturaleza y los latinos para el mundo de la cultura. Toda palabra tiene un porqué detrás y descubrirlo de la mano de alguien como Borges es fascinante.
He disfrutado especialmente de las clases en las que hablaba de autores que he leído, como Shakespeare, Dickens, Capote o Stevenson, porque he entendido mejor las referencias y críticas, pero también ha despertado mi interés en aquellas que explicaba la vida y obras de autores que desconocía, lo que, al fin y al cabo, era el objetivo de sus clases.
No me cabe duda de que Borges marcó para siempre a muchos de los alumnos que acudieron a las veinticinco clases de aquel curso de literatura inglesa de 1966. Es una suerte que ahora nosotros podamos participar de esa experiencia gracias al trabajo que Martín Arias y Martín Hadis han hecho en Borges profesor.