Yo soy más de letras que de ciencias, mi cabeza ha tendido siempre a entender más las palabras y las frases, que los números y las fórmulas, pero siempre me ha gustado saber cosas, aprender y conocer. La biología aunque sea una ciencia, no trata de números, así que siempre se me ha dado algo mejor que las matemáticas o la física. Yo creo que porque somos biología, nos nutrimos de ella, nos rodea y nos acompaña, es algo tangible y que se ve. Saber de qué estamos hechos, y cómo funcionamos es necesario. Este libro trata sobre la botánica, que es la rama de la biología que estudia las plantas o vegetales a todos los niveles. Yo vivo rodeada de montañas, en el rural, miro por la ventana y veo verde, bueno, hoy veo también amarillo, naranja, rojo y marrón, porque la naturaleza es lo que tiene, cambia de forma y de color, nos regala frutos, flores, colores y asombros, no solo oxígeno. Me siento privilegiada, y todos los días voy a pasear por el bosque, haga frío o calor. Sé que no solo yo valoro esto. También he vivido en ciudad y sé lo que es buscar un jardín, un poco de hierba para pisar y oler, un bosque, aunque sea pequeño, para poder respirar y relajar la vista. Cuando he visitado otros lugares, en mis viajes, casi siempre paseo por los parques y jardines cuando es ciudad y procuro visitar las zonas fuera de las urbes, conocer montañas o bosques. Si vais con niños, los acuarios y los jardines botánicos siempre van a ser una de las excursiones más apreciadas y recordadas. Un día vi a unas mujeres abrazando un árbol en un parque urbano y en ese momento me pareció extraño, pero pensándolo bien ¿por qué no? Ahí hay vida y abrazar la vida es maravilloso.
Cuando mis ojos vieron la preciosa portada de Botánica insólita quedaron prendados y ahora que ya soy algo más mayor y más valiente en mis lecturas, me atreví con un libro sobre botánica. La experiencia ha sido magnífica, enriquecedora y placentera. Me ha emocionado el capítulo dedicado a la hambruna de la patata y la historia del desarrollo de la semilla mejorada del arroz. Me he quedado boquiabierta con la presentación de variedades de plantas raras o peculiares, como la reina de los Andes (puya raimondii), por ejemplo, que florece solo una vez cada 80 o 100 años. O la flor del cadáver (Amorphophallus tituanum) que huele a muerto, y que es así porque los insectos que las ayudan a reproducirse son moscas de la carne, así que para las moscas, estas flores huelen que alimentan. Bueno, ahora sé que no son “unas flores” sino que son inflorescencias, que es una agrupación de muchas flores diminutas. ¿Sabíais que hay unas plantas modificadas genéticamente que podrían considerarse antiterroristas? Hablando de la modificación genética, es algo que ha surgido en varios capítulos. Este tema es algo controvertido porque hay una corriente de pensamiento o una idea bastante incrustada, de que lo que está modificado de esta manera no es bueno, no es natural, no es sano, no es correcto y José Ramón Alonso nos explica aquí que no es así necesariamente. Porque gracias a esas modificaciones y a esos estudios, se ha avanzado positivamente en muchos aspectos: control de plagas, mejora de los cultivos y mejora de productividad, por ejemplo. Por otro lado,ha quedado demostrado también, que la acción del hombre es la más mortífera para la naturaleza, pero este aspecto creo que lo tenemos claro ya todos hace tiempo aunque no hagamos casi nada para remediarlo.
El libro tiene 36 capítulos y en cada uno se habla de algo curioso sobre las plantas, desde las más grandes del planeta hasta las más minúsculas. Son capítulos cortos que van acompañados de unas ilustraciones espectaculares de Yolanda González, artista especializada en ilustrar obras científicas. La edición del libro es preciosa; es un placer pasear las manos por la portada y por sus páginas. No solo es un libro científico, es un libro de arte. Además, al final de cada uno de los capítulos hay un apartado “para leer más” con libros o sitios web recomendados para profundizar en el tema y al final del libro, un glosario. Algún capítulo he tenido que leerlo más detenidamente y despacio, pero, en general, está escrito para que se pueda entender aunque seas profano en la materia. No ha tenido que ser fácil explicar hallazgos científicos de esta magnitud, que llevan muchos años de investigación en pocas palabras y de forma que lo podamos comprender todos. José Ramón Alonso es científico y profesor, pero no solo eso; es un gran divulgador como ya nos demostró en Un esquimal en Nueva York y con otros títulos que acercan la ciencia tanto a los niños como a los adultos. También ha escrito ensayo, poesía y más. Tiene un curriculum muy extenso e interesante, de esos que te preguntas “¿pero cómo ha tenido tiempo?” o “yo de mayor quiero ser como él”.