Reseña del libro “Bottomyards”, de Ezra Claytan Daniels y Ben Passmore
En la primera página de este cómic nos encontramos, a modo esquemático, el plano del edificio donde se desarrolla toda la historia. Un edificio industrial de líneas rudas, paredes de hormigón como una fortaleza y unos portentosos extractores de humos, cuyo conjunto simula el prototipo de una nave espacial. En definitiva, un edificio de la periferia feo de narices. Los barrios periféricos de las grandes ciudades se componen en su mayoría de edificios similares, con un aspecto de abandono y decadencia que le sumen a uno en la depresión que contagia la zona. En definitiva, barrios feos de narices. Eso sí, los alquileres, bajos. Y así, en un barrio de alquileres bajos, aunque feo y en un edificio aún más feo se produce el hecho paradójico que últimamente empieza a notarse con la expansión del núcleo urbanita: la gentrificación. Esto es, la transformación de espacios prácticamente deteriorados con afán especulativo. La farándula urbanita monta un par de loft como estudios de arte contemporáneo, un ultramarinos vegano y una tienda de ropa de segunda mano importada de Canadá y ¡hala!, a subir el precio del alquiler como si no hubiera un mañana.
Bottomyards, el cómic que presentan Ezra Claytan y Ben Passmore y que gracias a la editorial Nuevo Nueve podemos disfrutar en nuestras librerías, satiriza precisamente este hecho de la gentrificación. Los Bottomyards son el barrio decadente de la periferia de Chicago. A uno de estos edificios, dado su bajo alquiler, se van a vivir Cynthia, diseñadora de moda, y su amiga Darla. El barrio les parece chungo y eso da un poco de miedo. Gente rara deambulando por las calles desoladas, una cierta aura de hostilidad en el ambiente, pocos o ningún vecino que puedan socorrer… y por si fuera poco, lo que descubren en el edificio. Al principio, solo era un fuerte olor a animales muertos, poco después, extraños sonidos entre las paredes o las cañerías. Eso no parece preocupar a otros conocidos de Cynthia, como su jefa de moda quien, junto a sus amigos de la farándula urbanita ven en ese barrio una ocasión para habitarlo y darle “otro rollo” lejos del ambiente de gueto deprimido. También así lo ve el casero del edificio ya que eso le asegurará un aumento de los alquileres y cuantiosas ganancias. El edificio con forma tosca de nave espacial y feo de narices despierta. Parece estar poseído por una entidad de otro mundo y como si de una peli de John Carpenter se tratara, algo surge de sus entrañas.
Uno de los motivos que me llevaron directo a leer Bottomyards fue precisamente la reseña de la editorial que lo anunciaba como un cruce entre Get out, de Jordan Peele y The Thing, de Carpenter. Más de este último, me lancé a las viñetas para disfrutar de una historia de horror viscoso que me dejara con un poso para la reflexión que encubre. Aunque a priori da la sensación de quedarse solo en lo anecdótico de un relato terrorífico muy bien conducido en su guion, manteniendo el suspense con el edificio como personaje vivo, en una lectura atenta y distanciada de lo espectacular del relato y dibujo, se aprecian esos detalles que digo deja para la reflexión. Toda la historia se desarrolla en un barrio de personas negras. Están sumidos en el más absoluto abandono y todo aquel recién llegado emite el prejuicio de barrio peligroso y decadente. La entidad viva que habita el edificio no es del todo natural; fue creada con un propósito dirigido a ciertos delincuentes. ¿Blancos? Ya he dicho que el edificio estaba en un barrio de negros. Y si a esto le añades la especulación de zonas abandonadas en favor de darles otro aire a golpe de subida de alquileres y precios altos, te queda un cómic de terror reflexivo muy atrayente.
La editorial Nuevo Nueve vuelve a apostar por un cómic inteligente en el que con el entretenimiento y una gustosa lectura por encima de todo, te deja un muy buen sabor de boca. Ezra Claytan y Ben Passmore, ganadores de premios de cómic por obras anteriores, te van a conquistar con este Bottomyards, más si cabe si tienes inclinación por los relatos de ficción y terror al estilo Alien (James Cameron) o la ya citada The Thing. Destaca en el cómic el diseño de espacios cerrados, casi vacíos de toda vegetación o elementos decorativos, la sensación de cómo el terror entra en el hogar, de cómo se cuela por las tuberías o se arrastra por detrás de las paredes, el ritmo narrativo que impone el dibujo, donde se emplean diversidad de planos cinematográficos, tanto abiertos como centrados en detalles fijos y la siempre asfixiante sensación de abandono de ese edificio, feo de narices, que respira cosas chungas en medio de un barrio desolado. Una muy buena lectura de horror satírico sobre el abandono de la cultura de los barrios urbanos periféricos.