Reseña del libro “Bullshit. Contra la charlatanería”, de Carl T. Bergstrom y Jevin D. West
Lo de la era de la desinformación se ha quedado como una expresión hecha que no transmite lo peligroso de las comunicaciones actuales. Libros como Bullshit. Contra la charlatanería son imprescindibles porque dan herramientas prácticas para estar protegido ante el conocimiento falso. Carl T. Bergstrom, biólogo evolutivo, y Jevin D. West, investigador en big data, dan claves para distinguir las malas intenciones en las comunicaciones falsas pero también para poder discriminar las afirmaciones no fundamentadas. Incluso las propias, ojo, que nadie está libre de cometer “bullshit”. En cada caso, el principio es el mismo: si logras modificar la información que le transmites a alguien, logras cambiar su comportamiento.
A veces ensayos como Bullshit. Contra la charlatanería echan para atrás porque te imaginas que van a estar llenos de datos incomprensibles o muy técnicos. De hecho, los mismo autores observan como en ocasiones asumimos como verdaderos enunciados por simple pereza para contrastarlos. Si encaja en el sistema de creencias y principios en el que nos sentimos cómodos, lo asumimos sin buscar y comparar más fuentes. Por eso el subtítulo es tan apropiado: “ser escéptico en un mundo basado en datos”. “Hay tal volumen de información y está tan poco filtrada que nos encontramos como el aprendiz de brujo: abrumados, agotados y sin ganas de luchar contra un torrente que fluye con más rapidez cada hora que pasa” (p.44).
Tras la democratización del saber, es decir, con la idea de una gran red que facilite el acceso a todo el conocimiento sin barreras económicas o de clase, se ha establecido la creencia de que toda búsqueda dará resultados verdaderos. No se trata de hacer mención a ninguna fuente en concreto ahora, sino al rigor con que se publican esos famoso datos. Una lugar especial tienen los medios de comunicación, claro. Sin embargo, Bullshit. Contra la charlatanería se centra especialmente en las informaciones relativas a las ciencias y a la salud. Sí, el tema de las vacunas también está.
Uno de los efectos que se repite en los múltiples ejemplos y que es de lo más esclarecedor es el principio de Brandolini. Para que la comunidad científica desacredite un bulo debe emplear mucho más tiempo en su refutación que quien ha diseñado, maliciosamente o no, el conocimiento falso. Pero este libro aporta además argumentos para implicarse políticamente en la denuncia de los bullshit. Para ello, “necesitamos saber cómo construir una refutación plausible del enunciado que lo contiene” (p.356).
Otro de los ejes del libro es denunciar la fuerza y capacidad que tienen los “vendehumos” pues cuentan con estadísticas, que según cómo se compartan pueden transmitir mensajes diversos, y además pueden crear imágenes o vídeos falsos, como la famosa foto de la niña de 8 años que corría la maratón de Boston del atentado. Quienes quieran engañar y manipular la información, cuentan con recursos para los que tenemos que estar prevenidos.
Bullshit. Contra la charlatanería comienza definiendo y delimitando lo que debes entender por “bullshit”, que ocurre cuando el emisor quiere convencer al receptor independientemente de que tenga intención de mentir o decir la verdad. Después ahonda con ejemplos en la diferencia entre correlación y causalidad, para terminar explicando por qué abundan los vendehumos en la era digital. La guinda la pone un excelente y claro catálogo de argumentaciones para refutar las mentiras supuestamente basadas en datos. Desde la reducción al absurdo, que “muestra cómo las suposiciones de nuestros oponentes pueden llevarnos a conclusiones ridículas” (p. 358) hasta estrategias más vulgares como que el bullshit sea fácil de recordar y replicar. Son herramientas que si la filosofía que se enseña en las aulas en secundaria cumpliera su función, ya tendríamos entrenadas, es decir, sabríamos desmontar un falso enunciado con contraejemplos o analogías igual que sabemos sumar 2+2.