Si alguien dice Editorial Bruguera, si lo leo o si veo aquel logo tan característico, una explosión de recuerdos de infancia como si fueran fuegos artificiales en el momento culmen de la noche de San Juan me vienen a la cabeza inundándola de títulos emblemáticos. Tebeos mensuales como Súper Pulgarcito, Súper Mortadelo o Súper Tío Vivo me mantuvieron entretenido durante largas horas, distraído de idear gamberradas, dando así un poco de calma a mis pobres progenitores. Algunos de los recopilatorios de Colección Olé o Magos del Humor, con títulos tan emblemáticos como Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape o Los Simpsons, también cayeron en mis manos consiguiendo sedar mi hiperactividad, regalando una nueva tregua a mis padres.
Lamentablemente, y a partir del año 1982, la editorial del gatito negro de cola retorcida, aquejada por problemas tanto internos como externos, cayó en decadencia. En 1986 sería adquirida por Grupo Zeta que la transformaría en ediciones B. Veinte años después la Editorial Bruguera volvería, un retorno que pasaría tan desapercibido que a los cuatro años de su resurrección echaría el cierre definitivo. Ciertamente resultaba muy triste que una editorial que había ofrecido tanta diversión terminara sus días de una forma tan poco memorable. Así que, cuando en 2017 el grupo Penguin Random House adquirió Ediciones B no fuimos pocos los que empezamos a salivar con tan solo pensar en todo ese inmenso fondo de tebeos que había adquirido la multinacional del pingüino. Y entonces, cual ave fénix resurgiendo de sus cenizas, en septiembre de 2018 volvió la Editorial Bruguera.
Cada cosa a su tiempo (Súper Calvin y Hobbes 2), al igual que el primer número de esta misma colección, es unos de los cómics que componen esta primera remesa de publicaciones. La edición es grande, apaisada, de tapas duras y contiene 180 páginas (la mayoría en blanco y negro, algunas a color) repletas de trastadas, ironías y grandes preguntas sin respuesta sobre la existencia del ser humano que un niño de seis años y su tigre de peluche son capaces de idear.
Y es que estos dos personajes, creados por el humorista gráfico Bill Watterson, aunque visten con la clásica inocencia que puede mostrar alguien que todavía ha vivido poco, llegan a plantear, enmascarados tras agudos chistes y disparates de todo tipo, grandes reflexiones de variopintos temas. No hay muchos autores que sean capaces de conseguir que sus lectores sean multitarea al lograr que se partan el culo de risa mientras reflexionan sobre la vida, Dios o política. Tal vez los nombres con los que el historietista natural de Washington bautizó a sus creaciones debería habernos dado una pista desde el principio (Calvin recibe el suyo por el teólogo Juan Calvino y el tigre se llama Hobbes por el reconocidísimo filósofo ingles Thomas Hobbes).
En Cada cosa a su tiempo (Súper Calvin y Hobbes 2) volvemos a encontrar ese trazo que es a la vez simple pero meticuloso con los detalles. No dejan de sorprender todas las expresiones faciales con las que el dibujante llega a dotar a niño y animal para que consigan transmitir un sinfín de emociones y estados de ánimo. La cara de indiferencia de Calvin antes de que Hobbes salte sobre él (una manía, que no es más que puro instinto), el rostro de vacilar (sí, de vacilar) de Calvin justo antes de recibir una paliza por parte del abusón del cole (“si me van a dar una paliza que al menos me la merezca”) o ese semblante de pura resignación que Hobbes muestra cada vez que su amigo de seis años suelta un sarcasmo son algunos de los miles de ejemplos que se me ocurren.
Si en En todas partes hay tesoros (Súper Calvin y Hobbes 1) los parajes nevados y la construcción de muñecos de nieve monopolizaban una gran parte de las tiras cómicas, en este recopilatorio la variedad pasa por historietas que parecen sacadas de cómics de ciencia ficción (con invención de máquina del tiempo mediante caja de cartón incluida), bajadas de ladera a todo trapo sobre un carrito (curiosamente cuanta más velocidad alcanzan más filosóficos se ponen) y gamberradas a porrillo, la mayoría de las cuales son sufridas por los pobres progenitores o por Susie, una amiguita del cole. Ten amigos para esto.
En resumen, Cada cosa a su tiempo (Súper Calvin y Hobbes 2) consigue hacer reír, consigue también hacer pensar y la mayoría de veces ambas cosas ocurren a la vez mientras nos dejamos encandilar por un niño de seis años de prodigiosa imaginación y su tigre de peluche.
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