El Siglo XIX es un siglo fascinante. Es el siglo de los grandes cambios en Europa: una época en la que la ciencia gana importancia, en el que la gente sale a las calles para pedir el sufragio universal y unas mejores condiciones laborales; es el siglo de la Revolución Industrial y de la razón. Y mientras todo esto se cocía en Europa. España y, especialmente Madrid, la capital, enclaustrada entre el cemento de las murallas que la cercaban; trataba de avanzar y de crecer, de pillar al resto de las grandes capitales europeas. El Madrid decimonónico era una cloaca, un gran pueblo de casas bajas y sucio que recibía gente a la que ya casi no podía albergar. Era un Madrid en el que convivía el inicio de algo nuevo con la tradición de siglos pasados; que se debatía entre la razón de los nuevos tiempos y la fe de los viejos. Este Madrid misterioso, único y complejo es el que nos vamos a encontrar en Caen estrellas fugaces, de José Gil Romero y Goretti Irisarri.
Caen estrellas fugaces nos narra dos intensos días de septiembre de 1959 en Madrid. Parte de un suceso histórico –del que no me puedo creer que no conociera su existencia–: la tormenta solar de 1985 o como es conocida, el “evento Carrington”. Fue la mayor tormenta o erupción solar de la que se tiene constancia y provocó que la tierra se tiñera de rojo y los marineros creyeran viajar en un mar de sangre, que las redes del telégrafo fallaran o que se pudieran admirar auroras en ciudades como Roma o Madrid. Pues bien, a partir de este suceso que mantuvo en vilo a nuestros antepasados, los autores de Caen estrellas fugaces elaboran toda una trama de intriga que llevará a que dos personas, a priori completamente opuestas, se unan para investigar los fenómenos que están teniendo lugar. Éstos son Leónidas Luzón, ‘El León’, un antiguo investigador de falsos milagros aquejado de una fuerte cojera; y Elisa Polifeme, ‘La Divina’, una joven médium ciega, que vive atemorizada por sus visiones. Ambos representan la razón y la fe, las dos corrientes de pensamiento más enfrentadas en esa época. A estos dos protagonistas se unirán una gran gama de variopintos personajes que nos harán aterrizar de lleno en ese Madrid antiguo.
José Gil Romero y Goretti Irisarri son guionistas y se nota. Han escrito una novela muy visual y dinámica, que pasa de un personaje a otro, y que engancha desde el principio gracias, entre otras cosas, al equilibrio perfecto entre narración y diálogo que han logrado. Pero su punto fuerte es lo maravillosamente que han enlazado thriller, historia y fantasía creando una de las novelas más completas que he tenido el placer de leer en lo que llevamos de año. No obstante, si tengo que quedarme con una de estas vertientes, en este caso, lo hago sin duda con la histórica. Es fascinante leer un libro ambientado en tu ciudad ya que hace que lo sigas de un modo distinto, que todo lo veas mejor y que sea más fácil sentirse dentro de la trama, pero si a esto le añades una época pasada que te lleva a descubrir lugares y personas que ya no existen, es imposible que no despierte tu curiosidad hasta cotas inimaginables. Al menos, eso es lo que me ha pasado a mí con esta historia. Es un libro que me ha costado mucho leer, pero no porque sea difícil de seguir, denso o porque no enganche; todo lo contrario, me ha costado porque los autores han hecho una labor de documentación tan buena, que a cada cosa que leía, sentía la necesidad de investigar y leer más sobre las personas, los sitios y las anécdotas que han incluido en la historia.
Llegados a este punto, he de decir que una de las cosas que más admiro de los escritores son las maratonianas jornadas que tienen que pasar documentándose sobre épocas pasadas, personajes históricos, la geografía y la cultura de diferentes ciudades y países, distintas profesiones y los protocolos de actuación en cada una de ellas… Escribir un libro no es una tarea fácil, a pesar de lo que muchas personas puedan pensar. Cualquier libro, más o menos extenso o con una u otra temática, conlleva muchas horas de trabajo, exponer mucho de uno mismo y, en muchas ocasiones, adquirir un gran número de conocimientos que luego hay que saber comunicar. Cuando investigas un tema, como supongo que han hecho José Gil Romero y Goretti Irisarri con el Madrid decimonónico, es fácil querer explayarte y contarlo todo haciendo que la historia pierda frescura y se haga pesada con tantos datos y descripciones. Pero no es el caso de Caen estrellas fugaces, ya que, como decía antes, los autores han conseguido un equilibro perfecto entre todos los elementos que conforman la novela. Por eso, tengo que quitarme el sombrero –bombín, por supuesto– ante ellos por su gran trabajo y recomendaros un libro que os hará pasar un gran rato por su historia, sus personajes y por las anécdotas y conocimientos que están ocultos entre sus páginas. Eso sí, no puedo dejar de advertiros también de que no estoy muy segura de que sea un libro factible para la piscina o para la playa, y no lo digo por sus más de 500 hojas en una edición que no es de bolsillo, sino porque no podréis evitar sacar los móviles a cada rato para buscar la cárcel de El Saladero; cómo era antiguamente la Calle Preciados; cuándo se construyeron la Gran Vía y la Puerta del Sol tal y como las conocemos hoy en día; qué es el libro Enoc sobre ángeles o en qué consistían la fantasmagoria, la craneometría o la frenología. ¡Avisados quedáis!
Eva, qué reseña más estupenda!!!! Nos ha encantado.
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Enhorabuena, qué reseña más bonita, te mandamos un abrazo grande.